Pello Guerra
EL RESURGIR DEL DISCO

El vinilo nunca muere

Le dieron por muerto a comienzos del siglo XXI, pero nunca desapareció del todo y en los últimos años está resurgiendo para alegría de los que siempre le han sido fieles. Se trata del vinilo, un formato que repunta con cierta fuerza ante la caída del CD y gracias a la incorporación de nuevos aficionados que se sienten seducidos por su calidad y por el rito de disfrutar de un disco.

Año 1990. La música vivía un gran momento y los discos se vendían como churros. En medio de esa efervescencia, varias tiendas de música iban a abrir sus puertas en Euskal Herria: Bloody Mary en Donostia, Beltza Records en Irun y Power Records en Bilbo. Dos años más tarde hacía lo propio Dientes Largos en Iruñea.

Eran nombres que se sumaban a una larga lista de establecimientos en los que poder adquirir el LP o el single que causaba furor entre el personal. «Corrían otros tiempos y entonces abrieron muchas tiendas, porque los discos se vendían de una manera más normal», recuerda Juan Carlos García, de Bloody Mary. «Era una época diferente. En aquel momento contabilizamos quince tiendas compartiendo espacio en la ciudad y había sitio para todos», añade Kike Crespo, de Dientes Largos. En el mismo sentido se expresa Javier Artolozaga, de Power Records, quien recuerda aquellos años como «un momento de subidón, se vendían muchos discos».

Pero tiempo después aparecieron negros nubarrones en el horizonte, ya que las multinacionales decidieron apostar decididamente por el CD, relegando al vinilo como formato para vender música, ya que «le resultaba mucho más beneficioso para la industria sacarla en CD y venderla más caro, aunque les salía más barato. Era el negocio del siglo», señala Juancar García.

A esa circunstancia se sumó posteriormente el desarrollo de internet como espacio en el que conseguir música “gratis” a través de la piratería. En principio, el principal pagano de esas prácticas fue el CD más que el vinilo, pero este último también se vio afectado, aunque de otra manera y especialmente en el mercado de segunda mano. La afección más importante consistió en que «los coleccionistas se fueron de las tiendas a internet. A través de la red, esos compradores más especializados tuvieron la posibilidad de acceder a mercados internacionales de EEUU, Inglaterra y otros países desde el sofá de casa. Podían comparar precios, elegir en un sitio o en otro. Antes del desarrollo de internet, tenía muchos clientes de Vitoria, Bilbao, Zaragoza... porque no había otra tienda especializada en música negra, como es mi caso. Pero ahora, esa misma gente mira páginas en EEUU, compara precios y compra discos», señala Luis Vázquez, de Beltza Records.

De hecho, estos nuevos tiempos en la compra de discos de segunda mano hizo que Vázquez dejara de viajar a ese país «para comprar discos de música negra. Hace tiempo, iba a EEUU todos los años, aunque me suponía coger un avión, ir hasta ese país, pagar moteles, mandar el material por avión a la península pagando tasas, aranceles y demás. En definitiva, me suponía una inversión descomunal. Así que imagínate el dinero que se puede ahorrar el comprador a través de internet y además haciéndolo desde casa».

 

El recambio del CD. La unión de todos estos elementos hicieron que las tiendas de discos fueran desapareciendo hasta encontrarnos con que los establecimientos citados al comienzo son prácticamente los únicos supervivientes en Euskal Herria de la criba vivida entonces. Han sido años complejos para estas tiendas, especialmente para las que apostaban fuerte por el vinilo desde el inicio, aunque esa tendencia a la baja del disco está experimentando un importante cambio hacia la remontada desde hace «unos seis o siete años, cuando artistas contemporáneos empezaron a editar nuevos discos en vinilo. A partir de ahí, ha sido una ascensión imparable y los últimos tres o cuatro años, ha sido muy fuerte, de tal manera que se vende cada vez más vinilo y menos CD», apunta Artolozaga.

El declive del CD a causa de la piratería sería el principal motivo por el que las multinacionales están apostando de nuevo por el vinilo, al que «le están dando más valor, porque le reconocen una mayor opción de negocio. En vista de que las ventas no son millonarias como antes con el CD, van haciendo vinilos de los artistas, aunque algunos siempre han editado en ese formato», apunta García.

Luis Vázquez también considera que este regreso al vinilo viene marcado por la industria y sus necesidades, ya que «desde mi punto de vista, todo lo que hace la masa está teledirigido. Vivimos en una época en la que no hace falta ni descargar, ni comprar la música, ya que se puede escuchar directamente la que está colgada en la nube y por la cara. Esto ha hecho que el CD retroceda a saco y como las multinaciones han visto que este formato, que les cuesta cuatro euros y venden a veinte al público, retrocede tanto, apuestan por otro, en este caso, el vinilo».

Las cifras hablan por sí mismas. En el Estado español, en 2014 se vendieron 260.000 copias de vinilo, con un incremento del 85%, mientras que en el Reino Unido en ese mismo año se superaron el millón de copias y en Estados Unidos se vendieron 9,2 millones de LPs, un 51,8% más que el año anterior. Son los mejores guarismos en los últimos veinte años, con un crecimiento global del 32% tan solo en 2013.

Atender ese incremento espectacular de la demanda está multiplicando el trabajo de las fábricas de vinilos. Así, la United Record Pressing, la mayor planta de fabricación de vinilo de Estados Unidos, ha tenido que duplicar su número de máquinas ante la imposibilidad de satisfacer la demanda de las discográficas. En estos momentos, produce entre 30.000 y 40.000 unidades diarias. En Chequia se está viviendo un fenómeno parecido. En ese país se encuentra radicada la empresa GZ Media, una de las mayores fábricas de vinilos de Europa. En 2013 prensó más de 10,5 millones de discos, con un crecimiento del 40%, y en 2015 espera superar los catorce millones de copias. Por ese motivo, sus responsables están pensando en incorporar nuevas prensas a las que han mantenido vivo el vinilo en los años más difíciles.

Precios desorbitados. El problema que se plantea ahora es que los precios de los discos se han disparado, ya que «hacen reediciones a precios desorbitados. La industria no promueve las series económicas que había en los 80, sino ediciones supuestamente de lujo para ponerles un precio exagerado. Las multinacionales siempre están fuera de onda y solo buscan sacar el mayor dinero posible», añade el responsable de Beltza Records.

Juan Carlos García califica de «pasada el precio que tienen algunos vinilos. Algunos se están vendiendo a precios de 30-40 euros, aunque también hay muchas cosas que no son de multinacional y que tienen un precio más módico. Porque ahora es más fácil sacar un vinilo que hace 25 años. Si un grupo quiere sacar un disco, en un mes lo tiene hecho. Antes se dependía de una casa de discos, pero hoy en día se autoedita».

El responsable de Power Records también destaca esos «elevados precios. Con el incremento de las ventas, la industria ha visto una especie de nicho de mercado y apuesta por el vinilo, pero no desde el convecimiento. Ha visto que cada vez más gente sigue el vinilo y en algunos ámbitos se le está sangrando. Hay packs que pueden valer entre 30 y 40 euros, algo que no ocurría hace cinco o seis años, cuando empezó a editarse otra vez más vinilo». Esa política de precios puede suponer una seria amenaza al repunte del vinilo, ya que, como añade Artolozaga, «la gente se corta e incluso se puede llegar a cansar, ya que le gusta el vinilo, pero no está dispuesta a que le sangren. Además, cualquiera no puede pagar esas cantidades y, de hecho, las tiendas nos frenamos a la hora de comprar, porque no quieres ser caro y terminar con ese sambenito. No tiene nada que ver poner un disco a 15 o 18 euros, que ponerlo a 28. Igual el primero la gente lo compra, pero el segundo se lo piensa. Por eso, no me parece que la industria esté fomentando mucho el consumo del vinilo, porque lo están penalizando en el precio».

A pesar de ese hándicap, el vinilo está viviendo un momento dulce, hasta el punto de que «se están reeditando trabajos que en su momento no salieron en ese formato, lo que había dejado como una especie de vacío. Es un mundo que poco a poco va creciendo y se ve que se ha asentado en el sitio que le corresponde. Se quiso hundir, matar al vinilo, y ha salido a flote, porque, en realidad, nunca se ha hundido», señala el responsable de Bloody Mary.

Luis Vázquez está viviendo este momento «con alegría y entusiasmo, porque tenemos el típico señor que ha limpiado el tocata y que viene a comprar el disco de Eric Clapton que le gustaba mucho en el 73». A pesar de ello, es plenamente consciente de que «volver a las ventas de hace quince años, cuando el vinilo estaba fuerte y no estaba internet y el CD era algo no tan importante, no va a ser posible, por mucho que se ponga de moda».

De la misma opinión es el responsable de Power Records, quien asegura que «el repunte en ningún caso compensa todo lo que se ha perdido, ya que la industria musical sique estando en crisis. En número de unidades se venden muchísimas menos que hace quince años, aunque se ha ensanchado el perfil del comprador».

¿Y cómo es ese perfil? Artolozaga diferencia por etapas, ya que «en los peores años del vinilo, era un reducto en el que se publicaba música electrónica, hip-hop y estaba la segunda mano para grupos pequeños, limitados, muy especializados. En cambio, hoy en día, hay de todo. Está el sesentón que nunca abandonó el formato, gente de cincuenta años que vivió el paso al CD y que ha vuelto al vinilo en la medida en que puede comprar cosas nuevas, y gente joven que ha podido vivir el vinilo a través de sus padres y que ahora se incorpora. Resulta más fácil ver que un chaval de 25 años compre un vinilo que un CD, porque este último es un formato que para esta generación no tiene el más mínimo valor». De hecho, según datos de la British Recorded Music Industry, a nivel mundial, más de un tercio de los compradores de vinilo es menor de 35 años, lo que también ha incrementado un 15% las ventas anuales de tocadiscos, cuyo precio más habitual oscila entre los 170 y los 300 euros, aproximadamente.

El responsable de Dientes Largos también cuenta con una clientela con unas características muy parecidas, aunque «somos gente que siempre hemos utilizado el vinilo. Ahora hay una cierta moda entre la gente más joven, pero no sé si va a perdurar, porque se ha incorporado llevada por esa moda, ya que, por ejemplo, se mete en los anuncios tocadiscos y va calando en la gente. Pero mis clientes no van por ahí, les gusta y son grandes conocedores del vinilo».

“Vinyland”. Uno de esos grandes aficionados al vinilo es el coleccionista José Luis Olabeaga, cuya pasión por los discos comenzó «de niño, cuando iba con mis hermanos mayores a comprar los primeros discos. Ahorraba algo de la paga del fin de semana para poder comprar un disco a fin de mes». Esa política le ha permitido disponer de una importante colección de vinilos, aunque no tiene «tantos como quisiera. En cualquier caso, intento que prime la calidad sobre la cantidad».

A pesar de que las cifras arrojan un cierto auge del vinilo, Olabeaga considera que las cosas no son para tanto, porque «no veo en la industria discográfica un empeño serio en defender el formato. Solo intentan, como en el Record Store Day, volver a sacarnos el dinero con las mismas grabaciones. En su momento, la industria discográfica apostó por el CD y a partir de ahí se les ha ido de las manos». Por ese motivo, «no considero que exista ningún boom, solo una mayor fidelidad de los compradores del formato vinilo que los del CD, que como formato ha perdido gran parte de su valor. Pero somos una minoría y lo triste es que no se ve un relevo generacional. En las tiendas y ferias nos vemos siempre los mismos y cada año, un año más viejos».

Olabeaga sabe muy bien de qué habla, ya que incluso es el protagonista de la película “Vinyland”, con la que se busca homenajear a estos establecimientos de nuestro entorno que cumplen 25 años de existencia. Mikel Insausti, colaborador de 7k que ha participado de forma activa en su rodaje, la define como una “docuficción”, ya que «los elementos reales se van mezclando con otros guionizados hasta crear un universo propio entre cotidiano y onírico». A partir de una serie de conversaciones con este coleccionista que se interpreta a sí mismo en el filme, se recoge el viaje mental que hace Olabeaga «desde 1990 hasta 2015, como si su giradiscos no hubiera dejado de dar vueltas en todo ese tiempo». En el proyecto han colaborado «más de una treintena de artistas internacionacionales y locales que contribuyen a la banda sonora, de la que se editará un disco coincidiendo con las primeras proyecciones en otoño», añade Insausti. Olabeaga recuerda que la película fue grabada «en un mes, con presupuesto cero y una enorme ilusión».

“Vinyland”, que se estrenará en el próximo Zinemaldia donostiarra, es una muestra más del vigente interés por el vinilo, sobre cuyo futuro como moda existe disparidad de opiniones. Kike Crespo tiene ciertas dudas, ya que «desde que abrí la tienda en 1992, he visto pasar varias modas. Ahora es verdad que hay una cierta moda entre la gente mas joven, pero me parece que pasará, como ha ocurrido otras veces. Así que el vinilo seguirá porque tiene su público, personas a las que les gusta de verdad. Por eso no aspiro a un crecimiento, sino a vivir de lo que me gusta, seguir como estoy».

En el mismo sentido se expresa Luis Vazquez, quien señala que «si realmente es una moda, será pasajero y si no es así, continuará. De todos modos, nosotros llevamos comprando vinilo desde los años 80, hemos comprado en los 90 y en los 2000, cuando nadie los quería, nosotros seguíamos. Ahora que ha venido la moda, seguimos comprando y si desaparece ese auge, también seguiremos. Se trata de aguantar, que es lo que hemos hecho siempre, y de seguir cultivando el cariño a la música, tratar lo mejor posible al cliente que viene interesado y resistir sin hacer mucho caso a modas o cuentos de hadas».

Para Juancar García, este momento está haciendo que el vinilo «se asiente como un formato de prestigio, de capricho, y que sea reconocido a nivel del comprador oficial y de todo el mundo, incluso del que no compra, lo que también está bien. Porque un vinilo nunca será como descargarse un disco. De hecho, hay gente que se descarga música y lo que le gusta, después lo compra en vinilo. Porque los que compramos discos, vamos más allá. Es ir a la tienda, comprar el disco, sacarlo de la bolsa, ponerlo, ver la portada... Es todo un ritual, tiene ese plus y la gente lo disfruta».

Javier Artolozaga también considera que este repunte «va a tener recorrido y para tiendas como la nuestra, ha sido una salvación, nos ha venido de perlas. Estos últimos años están siendo Disneylandia en comparación de dónde veníamos. Vamos a seguir adelante y pueden venir tiempos para vivir con más dignidad, aunque los años venideros serán buenos si la industria tiene un poquito de mesura con los precios». Como concluye el coleccionista Olabeaga, «mientras el vinilo gire, el mundo seguirá girando».