Amaia Ereñaga
calentamiento global

el cambio climático ya está aqui

Todos los ojos están puestos en París estos días. Todavía estremecida por los atentados del viernes 13, la capital francesa se prepara para la inminente cumbre sobre el cambio climático (COP21). A nadie se le escapa lo significativo de la fecha elegida para los ataques, ya que allí confluirán mandatarios de todo el mundo. Pero es una cita crucial, sobre todo, porque allí se juega en gran parte el futuro de nuestro planeta. ¿Y ese futuro, sabemos cómo será?

Sobre una imagen de la Tierra tomada desde el espacio, en grandes letras, se lee una única palabra: «Enfriémosla». Así reza la portada de la edición norteamericana del “National Geographic” de octubre. Las cabeceras de los diarios europeos más importantes, con el británico “The Guardian” al frente, también están destacando a lo largo de este año por el especial interés que dedican al calentamiento global. Han creado redacciones periodísticas especializadas e incluso comparten informaciones y reportajes entre ellos, algo impensable hasta ahora. No es debido únicamente, que también, a la celebración de la cumbre climática de París en diciembre, sino a que los medios de comunicación somos por fin conscientes de que el cambio climático «es la noticia del siglo», como enfatizó la cabecera periodística británica al presentar su nueva sección medioambiental.

La comunidad científica y los ecologistas llevaban tiempo avisándonos, pero no les queríamos hacer caso: el calentamiento global es uno de los mayores retos a los que nos tendremos que enfrentar durante este siglo, porque «el cambio climático es real y está aquí». Lo dice Stephanie Herring, coordinadora del informe que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA) ha difundido a principios de este mes sobre los fenómenos climáticos extremos registrados en 2014. Realizado en base a los estudios de 32 grupos científicos, se han analizado 28 fenómenos extremos de todo planeta y la conclusión es clara: las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso del suelo –es decir, las actividades humanas– han incrementado la intensidad de ciclones, lluvias torrenciales, sequías y olas de calor. En las conclusiones se remacha que hay una relación directa entre el cambio climático y los episodios de calor extremos registrados el pasado año en Argentina, Europa, China, Corea, Australia, el Atlántico Norte y el Pacífico.
Escenario 1: Comité de sabios. París, 30 de noviembre, fecha fijada para el inicio de las reuniones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), convocada para alcanzar un acuerdo mundial que sustituya al protocolo de Kioto. El informe que servirá de referente para las negociaciones es el publicado en 2014 por el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), el quinto hecho público por esta especie de reunión de sabios internacional creada en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Nacionales Unidas para el Medio Ambiente. Su función es la de proporcionar información a los responsables políticos y sectores interesados y, aunque sus dictámenes son un referente internacional, también se le suele acusar de ser algo conservadores. Su quinto informe, sin embargo, es una llamada de atención: confirma casi al 100% que el calentamiento sufrido por el planeta en su larga historia no tiene que ver ni de lejos con la rapidez del aumento que se está produciendo desde 1950, así como que la actividad humana es la causa dominante de «más de la mitad del aumento observado en la temperatura superficial media global en el periodo 1951-2010, lo que ha originado el calentamiento de los océanos, la fusión de hielo y nieve, la elevación del nivel del mar y cambios en algunos extremos climáticos en la segunda mitad del siglo XX». Además, añade, con unas emisiones de gases de efecto invernadero iguales o superiores a las actuales, se inducirán cambios en el sistema climático sin precedentes en cientos o miles de años.



Escenario 2: El baile de los grados. La «pelea» radica en contener la subida de las temperaturas globales. Lo que el IPCC propone es contener las emisiones de efecto invernadero, con la finalidad de reconducir la situación a un escenario «manejable». Para ello fija un límite de 2 grados Celsius sobre baremos preindustriales –la trayectoria de incremento en la que nos situamos actualmente es de un aumento de 3,5 a 4 grados centígrados–, que supondría reducir sustancialmente las emisiones de gases: entre un 40% y 70 % para el año 2050 y casi a cero a finales de siglo. «Solo un gran cambio institucional y tecnológico proporcionará una buena oportunidad de que el calentamiento global no exceda este límite», dice el IPCC; de hecho, el mundo ha tardado tanto en actuar que tan solo quedan quince años –catorce a día de hoy– para hacer ese esfuerzo intenso antes de que detener el cambio climático sea tremendamente costoso y sus consecuencias desastrosas. Pese a todo, el presidente del IPCC, R.K. Pachauri, no quiere que nos sumamos en el pesimismo: «Tenemos medios para limitar el cambio climático, y todo lo que necesitamos es voluntad de cambio».
No todos los científicos comparten los buenos augurios, ni tampoco algunos de los países que resultarán especialmente afectados. Hace pocos días, los 43 países que constituyen Climate Vulnerable Forum (CVF) y que están particularmente amenazados por el cambio climático hacían una petición pública para que los países ricos presentes en la cumbre de París bajen la limitación a 1,5 grados sobre baremos preindustriales. La cuestión es que no las tienen todas consigo. También hay voces, como las del prestigioso y muy polémico climatólogo de la Universidad de Columbia y antiguo jefe de la NASA, James Hansen y su equipo, que apuntan que incluso los daños asociados a un incremento en 2 grados resultarían «altamente peligrosos» y que las emisiones debieran reducirse de forma acelerada, en un 6% anual sostenidamente durante cuatro decenios. Y no son las únicas voces críticas.


Escenario 3: Afinamos el foco. El IPCC, a la hora de realizar sus proyecciones, suele plantearse diferentes escenarios, con previsiones que van desde las más optimistas a las más pesimistas. Para hacernos una idea, estas son las coincidentes en los cuatro escenarios que maneja su quinto informe: la temperatura de la superficie de la Tierra aumentará en todos los escenarios previstos, aunque no será de forma uniforme –la región Ártica parece que será la que se caliente más rápidamente–, con lo que las olas de calor se producirán con más frecuencia y durarán más, mientras que las precipitaciones extremas serán más intensas y frecuentes en muchas regiones. El calentamiento también afectará a los océanos en todos los escenarios, con pérdida de hielo en los polos –se estima que el océano Ártico, por ejemplo, quedará probablemente casi libre de hielo antes de 2050–, con cambios en la evaporación, la acidificación –con consecuencias graves en los ecosistemas marinos– y la elevación del nivel del mar. Este proceso de calentamiento, apunta el informe, continuará durante siglos «debido a las largas escalas temporales de la transferencia de calor entre la superficie y el océano profundo, incluso si las emisiones de gases de efecto invernadero decrecen y se hacen constantes».
De acuerdo, nos planteamos en 7k. Entonces, no es que esto vaya a pasar en un futuro más o menos lejano, ni en otro lugar geográfico alejado de aquí, pero, veamos: ¿realmente sabemos cómo nos afecta? Sabemos, basándonos en el informe del IPCC, que, de aquí a fin de siglo, esta zona de Europa sufrirá más olas de calor, tendrá menos disponibilidad de agua, registrará más incendios forestales y sus zonas costeras se encontrarán en situación de mayor vulnerabilidad por la subida del nivel del mar. No será el espacio geográfico de la península que sufra de forma más descarnada los efectos del calentamiento –para la que denomina la Región Mediterránea, se prevé una fuerte reducción de las precipitaciones en el sur y aumentos de temperaturas de 3,8 grados en invierno y 6 en verano–. Tampoco lo será comparándola con otras zonas, en las que vaticinan hambrunas y la pérdida de superficies importantes por la subida del mar. Por cierto, Estados Unidos también es uno de los países más afectados por el calentamiento. Pero, aparte de los efectos a nivel planetario, que evidentemente sí nos afectan, el cambio climático tendrá también su reflejo local, para el que debiéramos irnos preparando. Para ello, nada mejor que hacer una especie de viaje al futuro en base a los escenarios que, concretamente sobre Euskal Herria, se dibujan en los estudios realizados hasta el momento.

Escenario 4: Nos tenemos que ir preparando. «Los seres humanos tenemos una visión muy conservadora y estática del medio: aceptamos los cambios a corto término, pero, en cambio, no aceptamos los cambios inesperados a largo término». Angel Borja, investigador de la Unidad de Investigación Marina de AZTI-Tecnalia, lo podía decir más fuerte, pero no más claro. La frase la pronunció el pasado mes de setiembre en la conferencia inaugural de Uhinak, el primer congreso transfronterizo sobre cambio climático y litoral que, a convocatoria del centro tecnológico y de investigación AZTI-Tecnalia, reunió a investigadores de ambos lados de la frontera. En vísperas de la cumbre de París, no es evidentemente el único congreso que ha tenido lugar sobre una cuestión tan candente, pero sí tiene el valor de convertirse en una llamada de atención para aunar la información que se va generando –«integrar toda la información para comprender los patrones a largo término y a gran escala»– y para que «todas las decisiones de innovación estén basadas en el conocimiento científico, y la sociedad pueda aprovechar estos conocimientos», en palabras de Borja.
Curiosamente, la costa vasca era la protagonista de este congreso y también de gran parte de los estudios que se han realizado entre nosotros sobre el cambio climático. ¿Pero por qué es tan importante? «Porque el impacto que puede tener en las zonas costeras es bastante notable», responde Ainhoa Caballero, una de las ponentes e investigadora del centro tecnológico asentado en Pasaia. Su nombre, junto con otros investigadores de AZTI-Tecnalia, aparece en cuatro de los estudios efectuados sobre los posibles escenarios que se pueden producir en Euskal Herria a causa del cambio climático de aquí a fin de siglo; uno, el más completo, es un informe, titulado “Cambio climático. Impacto y adaptación en la Comunidad Autónoma del País Vasco” publicado en 2011, como resultado de K-Egokitzen, un proyecto financiado por el Gobierno de Lakua y que reunió a diferentes centros de investigación. En el panorama que se nos presenta en este estudio llama la atención la significativa pérdida de litoral causada por el ascenso del nivel medio del mar. La costa constituye una de las zonas más vulnerables, como frontera entre el mar y la tierra, y también porque es un lugar de muchísima presión por el ser humano. De hecho, el litoral representa solo el 12% de la superficie total de la CAV; sin embargo, soporta al 60% de la población (2.128.801 habitantes) y el 33% de las actividades industriales.



Escenario 5: El mar subirá. A pesar de que les hace falta ser actualizadas, ya que se basan en el informe del Panel de 2007, las otras tres proyecciones sobre el litoral vasco (“Extreme Wave Flood-Risk Maping Within the Basque Coast”, “Effect of sea level extremes on the western Basque coast during the 21ct centuty” y “Regional scenarios of sea level rise and impacts on Basque, Bay of Biscay, coastal hábitats, throughout 21st century”, realizados por Azti en colaboración con el Mediterranean Institute for Avanced Studies) nos pueden servir para intentar visualizar el futuro de la costa. Antes que nada, para hacernos una idea, el informe de 2007 fijaba el aumento del nivel medio del mar en nuestras costas en una horquilla entre 28,5 cm y 48,7 cm; el de 2014 afina los indicadores entre un mínimo de 25 cm y un máximo de 85 cm. Según la regla de Brunn, cada cm de subida del nivel del mar supone la pérdida de un metro de litoral en horizontal.
Hacia finales de siglo, la zona inundable de la costa guipuzcoana sería de 110,5 hectáreas. La mayoría correspondería a los estuarios (55,2 hectáreas), aunque las playas de arena serían uno de los hábitats más amenazados, al perder alrededor del 25%-40% de anchura. Es decir, se estrecharía el litoral e incluso llegarían a desaparecer completamente algunas playas como la de Gaztetape de Getaria y Zarautz (zona oeste y algo del centro), el 50,1 % de la de Itzurun (Zumaia) o el 47,6% de la parte este de La Concha. «Esto se ha hecho aplicando la ley de Brunn, que tiene en cuenta, grosso modo, que un centímetro de elevación del mar podría suponer cien centímetros de retroceso de la costa. Es una regla un poco sencilla y, aunque habría que estudiar la dinámica de caca de una de las playas, en base a ella algunas que pueden sufrir un retroceso bastante notable», apunta Caballero.
¿Y si a esta subida media del mar le sumas marejadas ciclónicas o tormentas? La cosa se complica. En base a estas estimaciones, 164 hectáreas del litoral guipuzcoano estarían bajo riesgo de inundación si confluyeran todas esas características. Esta zona se compone principalmente de playas de arena, puertos y zonas urbanas, como Donostia o Zarautz, expuestas a oleaje extremo. ¿Y si a estos dos factores, complicándolo aún más, le unes otras variables, como las mareas astronómicas –mareas vivas y pleamar– y la marea meteorológica o producida por las tormentas? El escenario que se plantea es el que corresponde a las proyecciones realizadas sobre el Gran Bilbao, un espacio donde vive la mayoría de los habitantes del herrialde y donde, según las proyecciones, en esas condiciones, el riesgo de inundaciones en esa zona sería tres veces mayor de lo que son en la actualidad.
Preocupante, catastrófico.. que cada uno le ponga el calificativo que quiera. Los científicos ponen los datos sobre la mesa; pero la decisión, en estos momentos, está en manos de los políticos.