IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

El derecho a techo

Por primera vez en su historia, los prestigiosos premios británicos Turner han premiado a un colectivo integrado por arquitectos, artistas y diseñadores. El grupo, llamado Assemble (armar o conectar), recorre con soltura la frontera que desde hace unos años se dibuja entre arte, instalación, arquitectura y trabajo social.

No es cualquier tipo de premio y la repercusión del mismo ha sido proporcional a su importancia. Entre sus laureados se encuentran nombres como Richard Long, Damien Hirst, Anish Kapoor o Steve Macqueen. Hablamos de un premio que encumbra a los artistas a lo más alto del mercado bursátil artístico. El propio Damian Hirst, premiado en 1995, no había vendido ni uno solo de sus animales seccionados hasta la llegada del premio, siendo más tarde conocido como el artista vivo más rico de Gran Bretaña.

Conocida esa fama de encumbramiento hacia lo que algunos llaman el lado especulativo del arte, esta nominación y premio para el colectivo Assemble es una declaración de intenciones. Aunque el premio redunda en la totalidad de la obra del colectivo, se fija especialmente en la intervención en la calle Granby, en el barrio Toxteth de Liverpool.

Toxteth es un barrio con un pasado marcado por las revueltas de los años 80, siendo consecutivas a las de Brixton o Coventry. Aunque con un marcado carácter racial –el detonante fue el trato dispensado por la Policía a la comunidad negra del barrio–, el conflicto iba más allá, mezclándose la consabida situación social en la Gran Bretaña del Gobierno Thatcher.

Con los años, el antiguo Ejecutivo liberal dio paso a uno laborista, pero eso no mejoró la situación de Toxteth, que seguía viendo cómo las políticas de vivienda de «arriba a abajo» no conseguían reavivar el barrio, que comprobaba cómo la basura se acumulaba en la puerta de las casas vacías.

Un grupo de habitantes del barrio decidió tomar cartas en el asunto y comenzó con un proyecto que tenía como objetivo convertir el lugar donde vivían en un sitio mejor. Intervenciones de jardinería «de guerrilla», pintado de casas o trabajos de limpieza comunitarios fueron los prolegómenos del verdadero hito. Contando con la ayuda de un grupo de inversión social, Steinbeck Studio, los habitantes de Granby Street crearon una Community Land Trust, un «consorcio de tierra comunitaria».

Este consorcio adquirió el terreno y empezó a funcionar como promotor privado para la cesión del uso de las viviendas regeneradas. Así, el residente solo sería dueño del edificio, nunca del terreno. Cualquiera que haya hecho números gordos para construirse su propia casa en Euskal Herria sabrá que, quitado el precio del terreno, el resultante es una suma pírrica si se compara con el gasto total.

Ese modelo se repite a lo largo y ancho del mundo con muchos nombres y estilos: el Fondo Nacional Judío lo utiliza en Israel y en India, el sistema adquiere el nombre de Gramdan, basándose en la cesión de tierras por parte de terratenientes para los trabajadores. Incluso el modelo decimonónico de las Garden City tiene implícito ese principio.

En este modelo es la comunidad, y no una oscura corporación, la que posee el suelo, siendo el vecino dueño de su casa hasta que decida venderla. Puede dejar el edificio en herencia o venderlo, pero el suelo siempre revertirá a la comunidad. Con este esquema de nueva economía, las primeras promociones de casas rehabilitadas, con diez viviendas victorianas en cesión de uso, están ya listas.

Assemble es un grupo de jovencísimos arquitectos y diseñadores que se han dedicado en estos últimos cinco años a la arquitectura efímera. Sin embargo, un repaso por su portfolio desvela un mimo y cariño propios de la práctica artística. Según los habitantes de Granby, ese cariño fue clave y parte del colectivo ha vivido durante dos años en la comunidad, siendo partícipes del día a día de la vida de los usuarios finales. Cuando recibieron la nominación para el premio Turner, la primera acción fue avisar por teléfono a los vecinos y pedir su opinión y conformidad.

Ese gesto es precisamente el quid de la cuestión. Este es un caso de éxito de una política urbana que se forja de abajo hacia arriba y reúne todos los elementos necesarios para ello: una comunidad auto organizada, una gestora comunitaria y transparente, un diseño personalizado y con un ritmo pausado, humano, y finalmente un resultado asequible. Numerosas voces expertas en gestión de vivienda pública afirman que este modelo de gestión podría tener encaje en nuestra legislación, alejando la vivienda del concepto de «bien inmueble» y acercándola a la acepción de «derecho».