Janina Pérez Arias
Elkarrizketa
Eric Schlosser

«Lo más insólito de las armas nucleares es que sus efectos no respetan fronteras»

La idea que se tiene de un guerrero es la de un hombre con cicatrices, arma en mano o con el puño presto a ponerse en acción. A pesar de que de alguna manera se puede considerar a Eric Schlosser (Nueva York, 1959) un guerrero, dista mucho de dar esa imagen. Siendo la curiosidad una de sus armas principales, este estadounidense se ha metido en diferentes campos de combate, hurgando, estableciendo conexiones, descubriendo lo oculto y divulgando verdades a través de su trabajo de investigación publicado en reputados medios estadounidenses y también en forma de libros. Schlosser es periodista, autor, catedrático, sabueso confeso, pero sobre todo es un ciudadano que se toma en serio su rol como tal. A todos sus temas les da un seguimiento de larga duración, tal vez con la peregrina esperanza de que algún día logre estampar un definitivo final en cada una de las realidades que le han sacudido el alma. Con el bestseller “Fast Food Nation” (2001) desveló las oscuridades de la industria de comida rápida en EEUU; en el libro “Reefer Madness” (2003) abordó las relaciones entre la precariedad laboral de los inmigrantes, el mercado negro, la marihuana y la pornografía; mientras que en “Command and Control” (2013) se adentró en el tenebroso escenario de las armas nucleares, tema que le ocupa desde hace más de veinte años.

«Más del 90% de las armas nucleares en el mundo está en manos de EEUU y Rusia», explica al referirse a la larga lista de dueños del arsenal de 15.000 armamentos entre los que figuran Israel, China, India, Pakistán, Estado francés, Reino Unido y Corea del Norte. Con el fin de la Guerra Fría, la alerta roja parecía disiparse, sin embargo, el peligro aún acecha, aunque la humanidad se encuentra reposando en los brazos de una falsa ilusión de seguridad mundial. «En el mundo existen dos temas cruciales: uno es el cambio climático, hacia el cual hay una gran atención, mientras que el otro es el de las armas nucleares, que ha caído en el olvido», acota Eric Schlosser con voz grave en este encuentro que tuvo lugar en el Festival Internacional de Cine de Berlín, tras la presentación del proyecto interdisciplinario “The bomb” (thebombnow.com), del cual es codirector y productor.

Dice que no le gusta ser apocalíptico, pero al investigar a fondo el tema de las armas nucleares, ¿cómo ha conseguido no serlo?

Estoy profundamente preocupado. Creo que mi optimismo proviene de mis estudios de historia, a través de los cuales he visto cómo terribles instituciones con un gran poder han sido eliminadas, tales como la esclavitud, pero también el reconocimiento de derechos para las minorías, algo impensable hasta hace cincuenta años en los EEUU. Las cosas pueden cambiar para mejor, pero si se es complaciente, despreocupado y si se asume que las cosas van a mejorar por sí mismas, entonces todo irá a peor. A lo largo de la historia han existido sociedades que se han vuelto despreocupadas, decadentes, que pensaron que eran superiores y ahora puedes visitar sus ruinas. Elegí depositar todas mis energías en prevenirnos para que algo así no llegue a suceder.

Catástrofes como las de las centrales nucleares de Fukushima (2011) y Chernóbil (1986) dieron claras señales de alarma, ¿pero no es suficiente?

No hace falta remontarse tan atrás para tener consciencia del peligro que representa la energía nuclear. Sin duda ambos accidentes fueron desastres terribles, pero el efecto de la radiactividad es muy bajo. Si comes pescado en Japón, no notas si es radioactivo, pero en caso de que explotase un arma nuclear en cualquier parte del mundo sus efectos se sentirían de inmediato. Gracias a las nuevas tecnologías, se puede originar un movimiento masivo para dar a conocer algo así; por eso tengo esperanza en la efectividad de una gran movilización antinuclear sin necesidad de que primero se produzca una explosión.

Por otro lado, se teme que se desencadene la llamada «nueva Guerra Fría».

Cuando (Barak) Obama asumió la presidencia, se esperaba un acercamiento entre Rusia y EEUU. Piensa que ambos países poseen el 90% de las armas nucleares y en el pasado se registraron serias situaciones de tensión entre ambas naciones. En los EEUU se puede observar una especie de retórica en los últimos años acerca de la llamada nueva Guerra Fría; aunque tenemos que sentirnos afortunados de haber salido de la primera sin una catástrofe nuclear. No queremos una nueva Guerra Fría: la primera fue una muy mala idea, y una segunda podría ser trágica y catastrófica.

¿Cómo ha sido hasta ahora la posición de otros países respecto a las armas nucleares?

Existe una organización llamada International Campaign to Abolish Nuclear Weapons y las naciones que más presión han ejercido para la eliminación de las armas nucleares son precisamente aquellas que no las poseen. Por ejemplo, Irlanda ha jugado un rol relevante en impulsar tratados sobre la no proliferación y la no comercialización de esas armas. Noruega, por su parte, que ha sido el país abanderado en la eliminación de las minas antipersona, recientemente ha desempeñado gran influencia en los acuerdos para la prohibición de las armas nucleares. Hay que pensar que lo más insólito en relación al uso de las armas nucleares es que sus efectos no respetan fronteras; entonces el nacionalismo pasa a ser algo irrelevante: si EEUU o Rusia usan su armamento nuclear, en todas partes del mundo se sentirán las consecuencias.

¿En qué medida el clima de paranoia existente contribuye a una manipulación política que alimente la posibilidad de una nueva Guerra Fría?

Ahora mismo, mires donde mires se puede observar el florecer del nacionalismo y de las crecientes identidades religiosas y étnicas. Tras la Segunda Guerra Mundial, después de que fueran asesinadas 65 millones de personas, con la creación de Naciones Unidas o la Unión Europea se suponía que se reduciría la posibilidad de llegar a un nuevo conflicto bélico. Sin embargo, actualmente se ve una activación de los nacionalismos en Europa y EEUU, como también en India y Paquistán, países que han declarado poseer armamento nuclear. Hoy en día en el mundo existen grupos que celebran el asesinato de civiles y que se sienten orgullosos de destruir patrimonios culturales. Precisamente en manos de esa gente no queremos que caigan las armas nucleares, porque tienen justificaciones para usarlas.

Ante el miedo que paraliza, ¿qué se puede hacer?

Disfrutar cada día (se sonríe). Puedes sentirte paralizado, abrumado, pero también puedes ponerlo todo en otra perspectiva, expresando tu descontento y desacuerdo. Personalmente creé un espacio extra lleno de vida con la finalidad de disfrutar de cada día, de amar a la gente que me rodea y esa actitud forma parte de mi protesta. Al echar un vistazo a la historia, se pueden constatar periodos terribles, pero en las personas que vivieron aquella época se generó una voluntad de lucha que les permitió confrontar y sobrevivir. Es decir, si la gente se limitase a absorber la información que nos llega sin hacer nada al respecto sería devastador. Y no me refiero a la problemática de las armas nucleares, sino también a cualquier otro problema social. Personalmente he estado involucrado en temas muy diversos y he sido partícipe de muchas batallas, porque ser parte de los procesos de cambio te proporciona una perspectiva de vida muy diferente. ¡La solución no está en quedarte echado en la cama esperando a que algo suceda!

Pero cuando existe un peligro tan al alcance de la mano como el yihadismo…

Cuando se produjo el atentado de Nueva York en setiembre de 2001, yo estaba en Manhattan. Usé mi acreditación de periodista para entrar en las Torres Gemelas después de que se derrumbaran. Vi con mis propios ojos lo que puede llegar a hacer el terrorismo. No es que le quiera restar crudeza, pero el terrorismo ha seguido siendo empleado por los gobiernos para manipular gracias al miedo y así ejercer aún más poder. Han transcurrido algunos años y en ese tiempo han muerto muchos más estadounidenses en nombre de la lucha contra el terrorismo, de manera que tenemos que ser conscientes de cómo se ha manipulado y usado nuestro miedo. Con mi trabajo yo no siembro el pánico, sino que trato de crear conciencia, tal vez indignación y quizás provoque el impulso y la energía para hacer algo. Al enfrentarnos al tema de las armas nucleares, no se trata de acciones como reciclar o comprarte un coche eléctrico, sino de unirte con otras personas y tomar las calles para lanzar un mensaje claro. A los políticos les preocupan ese tipo de acciones, basta con recordar cuando Ronald Reagan admitió que su esposa le abrió los ojos cuando en Europa y EEUU millones de personas salieron a manifestarse en contra de las armas nucleares: Nancy Reagan prácticamente dirigió la situación para que se llegaran a tomar decisiones transcendentales (en 1987, el entonces presidente de EEUU y el primer mandatario ruso Mikhail Gorbachev firmaron el Tratado INF, a través del cual se dictaminó la destrucción de un tipo determinado de armas nucleares). Recientemente, tampoco fue del gusto de Trump la gran manifestación convocada en Washington DC y en otras partes del país al día siguiente de su elección. Tal vez ahora mismo la Administración Trump niegue el efecto que tienen estas marchas, pero cuando ves que hasta los del Tea Party Movement están saliendo a la calle, las mismas adquieren mayor significado. No existe una sola manera de responder, pero lo más básico es salir de casa, juntarte con otras personas y tomar las calles.

El famoso «botón rojo» está al alcance de Donald Trump. ¿Qué piensa usted al respecto?

Una vez más digo que yo no voté por él (se sonríe). Si estás en las Fuerzas Aéreas y tienes que tratar con armas nucleares debes pasar un programa especial porque hay que asegurarse de tu estabilidad emocional, de su integridad o de que no eres capaz de mentir; también deben tener la certeza de que no estás en un apuro financiero o de que no eres un blanco fácil para un posible chantaje. Dicho esto, se puede deducir que el actual presidente de EEUU jamás hubiera sido admitido en la Fuerzas Aéreas y, sin embargo, en estos momentos es la única persona en mi país que está en la posición de ordenar el uso de las armas nucleares. Y eso lo podría hacer sin previa consulta al Congreso, ni a sus generales. De manera que una sola persona tiene ese poder, algo que ni en Rusia sería posible. Cuando Richard Nixon estaba en pleno Watergate bebía mucho; por las noches en la Casa Blanca hablaba a los retratos de sus predecesores y hasta provocó intranquilidad su posible suicidio. Y él era una persona que estaba preocupada por las armas nucleares. El presidente actual adora sus edificios, su patrimonio, a sus hijos, pero sobre todo se adora a sí mismo, y por eso no tiene la intención de destruirlo todo. Al menos no por ahora.

¿Qué le diría a quienes piensan que la eliminación de las armas nucleares ya no es importante?

Mi libro “Command and Control” trata del intento de EEUU desde 1945 de controlar los arsenales nucleares. Inventamos y perfeccionamos esa tecnología, me avergüenza decir que probablemente construimos las mejores armas nucleares y hay un empeño recurrente en destruir ciudades enteras con ellas. Si hablas con los diseñadores y creadores de esa tecnología, todos te muestran su extrañeza por el hecho de que desde Nagasaki, en 1945, ninguna otra ciudad haya sido destruida con esas armas. Eso ha sido por razones de organización, de táctica, de estrategia, pero sobre todo debido a la suerte, y como sabemos, el problema de la suerte es que puede que se acabe. Yo pertenezco a la generación que creció con la idea de que en cualquier momento se desataría una guerra nuclear. A través de documentos clasificados sabemos que entre 1983 y 1984 casi se produjo una, pero ¿qué pasó? Que millones de personas en Europa y EEUU salieron a la calle a protestar, y la Administración de Reagan cambió de idea. Por eso creo que pueden suceder cosas increíblemente buenas y eso se logra con el pequeño aporte de cada uno de nosotros.