David Brooks
IRITZIA

Mentada de madre

Donald Trump está cumpliendo una de sus promesas de campaña y nadie puede sorprenderse. Parte de sus bases anticientíficas (incluidos los cristianos fundamentalistas) junto con poderosos intereses multimillonarios que se oponen a toda regulación gubernamental al llamado libre mercado festejaron su decisión. Trump –aunque no se sabe qué cree verdaderamente– ha usado esto durante años como parte de su mensaje político: en 2012 declaró que «el concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos con la finalidad de hacer la manufactura estadounidense no competitiva». En 2013 escribió que «el calentamiento global es una farsa total y muy cara».

Con esta decisión, Estados Unidos ahora va a ser el tercer país del planeta que queda fuera del pacto, sumándose a Siria, que está en medio de una guerra civil, y Nicaragua, que rehusó firmarlo al criticar que el acuerdo quedaba corto en lo que se necesitaba para realmente revertir el cambio climático. Trump argumentó que su decisión se basa en factores económicos (rehusó afirmar si creía o no en el cambio climático) y los líderes republicanos de ambas cámaras aplaudieron la resolución.

«¿Hasta qué punto quedará degradado Estados Unidos?», se preguntó ante su público en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca (está por verse cuánto tiempo durarán estas flores). «¿Hasta qué punto empezarán a reírse de nosotros como país? Ya no queremos que otros líderes y otros países se rían de nosotros». Un poco too late, ¿no?

Continuamos: Trump explicó que el acuerdo tiene menos que ver con el clima y más con «otros países logrando una ventaja financiera sobre Estados Unidos». Aseguró que el acuerdo fue producto de una especie de complot de «activistas globales que han buscado largamente adquirir riqueza a expensas de nuestro país». Más aún, acusó de que «el acuerdo es una redistribución masiva de la riqueza de Estados Unidos a otros países». O sea, su decisión fue defender EEUU de extranjeros tramposos, especialmente los europeos, ya que «fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París».

No sorprendió que las grandes y ricas organizaciones ambientales nacionales y mundiales repudiaran la decisión, ni que un gran elenco de intelectuales, editorialistas y millones de personas, que sí confían en la ciencia y más o menos prefieren un futuro para la humanidad, condenaran el anuncio. Más raro fue que influyentes líderes empresariales protestaran: Elon Musk, fundador de Tesla, y Robert Iger, ejecutivo en jefe de Disney, públicamente renunciaron al panel de asesoría empresarial del presidente en protesta por el retiro del Pacto de París. Los ejecutivos de Apple, Google, Microsoft, IBM, Facebook, General Electric y hasta Goldman Sachs criticaron la decisión como un revés para el medioambiente y el liderazgo estadounidense en el mundo.

Más aún, decenas de gobiernos estatales y municipales protestaron, y junto con más de ochenta universidades y más de cien empresas, declararon que continuarán colaborando con el Pacto de París (se está formulando un plan que someterán a la ONU). El mismo día del anuncio, el Empire State Building y las alcaldías de Nueva York, Boston y Washington se iluminaron en verde, y los gobernadores de California, Nueva York y Washington se sumaron a la recién establecida Alianza del Clima de Estados Unidos. El alcalde de Pittsburgh reafirmó el compromiso de su ciudad de seguir cumpliendo con el contexto del Acuerdo de París, en directo desafío al autoproclamado representante de esta ciudad.

2014 marcó un nuevo récord de temperatura global, superado en 2015 y 2016. Hay noticias a diario sobre el efecto del cambio climático –reducción dramática de hielo en ambos polos, inundaciones y sequías sin precedentes, cambios en ecosistemas–, pero Trump y sus aliados han decidido que no existe. «Ninguna línea del argumento en el mundo físico, y ninguna autoridad creíble lo respalda, ni aquí ni en el extranjero (…) Sencillamente insiste en que la física no es real», escribió Bill McKibben, en “New York Times”. Advirtió de que «aseguraremos que la historia enjuiciará ese nombre (Trump) con el desprecio que merece».

Pocos admiten que el Pacto de París –que además no es un tratado, sino una serie de acuerdos voluntarios– puede frenar por sí solo el cambio climático. Sin embargo, aun críticos, aceptaron que fue el primer paso internacional para abordar la crisis que podría marcar el fin de la vida humana en el planeta. No solo eso, la gran mayoría de la opinión pública en EEUU lo apoya. Una encuesta de Gallup registra que dos tercios muestran preocupación por el cambio climático, y en otra encuesta casi el 70% prefería mantenerse dentro del acuerdo.

El economista premio Nobel Joseph Stiglitz escribió en “The Guardian” que «el resto del mundo no puede permitir que un Estados Unidos delincuente destruya el planeta» y agregó que el resto del mundo tiene que responder de manera conjunta; advirtiendo que, con Trump, «ya debe quedar claro que el debate razonado no funcionará. Es tiempo de acción».

El mundo ya se estaba riendo de Trump, pero es cada vez menos gracioso. Nos acaba de «mentar la madre» a todos. En las reglas no escritas de cualquier escuela o bar, si bien recuerdo, eso nunca se puede quedar sin respuesta.