Janina Pérez Arias
Elkarrizketa
Hiam Abbass

«No se pueden comparar las guerras, porque pérdida es pérdida, y horror es horror»

En casi tres décadas de carrera artística, peregrina de Oriente a Occidente; en árabe, hebreo, francés o inglés, son muchos los roles que no se pueden concebir sin el rostro y la fuerza interpretativa de esta actriz palestina, quien se ha erigido como una de las máximas exponente del cine independiente árabe. Hiam Abbass (Nazaret, 1960) está en su elemento cuando habla de política, y más sobre un tema que le toca tan de cerca como lo es el de los refugiados, quienes huyen de la guerra. «Pasé por lo mismo, soy de Palestina», recuerda, pero precisamente en ese territorio «hay que encarar la propia mierda que tenemos». Se disculpa por el léxico, sin dejar de sostener la mirada.

Habla con propiedad, con el sentimiento del que una vez se fue siendo joven y con la rabia de constatar de que, con los años, el sufrimiento sigue allí casi intacto, haciendo de las suyas. Hiam Abbas en otras tierras se ha convertido en una de la máximas exponentes del cine independiente árabe, colaborando con directores de amplia trayectoria, como también con realizadores que apenas están iniciándose. Sin embargo, la intérprete palestina con nacionalidad francesa, como digna ciudadana del mundo, ha incursionado en otras cinematografías. En 28 años de intensa carrera artística, bien en árabe, hebreo, francés o inglés, son muchos los roles que no se pueden concebir sin el rostro y la fuerza interpretativa de Hiam Abbass.

“Satin Rouge” (de Raja Amari, 2002), “La novia siria” (2005) y “Los limoneros” (2008) ambas dirigidas por Eran Riklis, fueron determinantes para darle a conocer a nivel internacional, llamando la atención de Steven Spielberg, quien la quiso en el elenco de “Munich” (2005), o de Ridley Scott, quien la fichó para la superproducción “Exodus: Dioses y reyes” (2014).

A través de sus roles se ha referido a la esperanza, ha reflexionado sobre el odio, el amor, el racismo, y ha transmitido tanto luz como incertidumbre. La excusa para este encuentro es el largometraje “InSyriated”, del belga Philippe Van Leeuw, el cual cuenta de la guerra en Siria, pero desde el encierro de una familia, y un par de vecinos, en un piso. Con un nuevo amanecer, a los lejos se escuchan disparos, explosiones, gritos, porque el horror de la guerra se encuentra al otro lado de la puerta, y se ve a través de las ventanas. En el día posterior al emotivo estreno de “InSyriated” en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín –todavía no tiene fecha de estreno en nuestras salas comerciales–, Hiam Abbass toma agua de una botella, y saluda con un fuerte apretón de manos.

Teniendo en cuenta la ola de ataques yihadistas en París. ¿Cómo se siente viviendo allí?

Me siento maravillosamente bien en esa ciudad. ¿Acaso no estaba aterrorizada cuando vivía en Palestina y por eso decidí irme? ¿Es que viviendo en EEUU o en Inglaterra crees que no sentiría miedo? Dime un lugar donde la gente se pueda sentir hoy en día completamente a salvo… En cualquier parte del mundo puedes convertirte en víctima de un ataque, pero no puedes vivir con esa presión, con ese pensamiento todos los días de tu vida.

¿Cómo fue ser educada en medio de una guerra?

Durante el periodo de guerra cerraron las escuelas, así que nos quedamos en casa. Mis padres eran maestros, aunque no llegaron al punto de darnos clases. Sin embargo, debido a la situación que vivía la población, la educación se convirtió en una elección: teníamos que prepararnos, educarnos, porque de lo contrario no eras nadie.

En «InSyriated» (de Philippe Van Leeuw, 2017), encarna a una mujer, cabeza de familia, que decide quedarse en Siria a pesar de la guerra. Siendo su caso personal el contrario, ¿tan difícil se le hizo entender a este personaje?

En realidad, no sé cómo me siento acerca de la decisión de mi personaje; es sencillamente su punto de vista. Lo único que puedo decir como palestina es que escuché algo así hace mucho tiempo de boca de mi madre, cuando me dijo que quería morir en su propia casa, que no quería volver a abandonar su hogar. En la historia de Palestina el éxodo fue un precio alto que pagamos y seguimos pagando hasta hoy. Por desgracia, a causa de la guerra en Siria, muchos palestinos se han visto una vez más en la necesidad de desplazarse. Honestamente entiendo la decisión de quedarse, tal como la asume mi personaje, porque, como ella, existen personas que prefieren quedarse en lo que llaman hogar en lugar de perderlo otra vez.

Cuando mira de manera retrospectiva su decisión de salir de su país, ¿lo haría otra vez?

No lo sé (reflexiona) Me fui porque lo necesitaba. Nunca me pongo en la situación de «¿qué hubiera pasado si…?», porque eso no significa nada para mí. Estoy aquí, lo hice y asumo lo que dejé atrás. Todos los días es como sobrevivir, porque en nuestras vidas, y como seres humanos, tenemos que confrontarnos con nuestras responsabilidades.

Como palestina, ¿qué siente al ver todo lo que está ocurriendo en Siria y en el Oriente Medio?

Me da mucha pena. Al conflicto en Palestina se le han sumado otros y el de Siria es, en realidad, el más grave. ¿Cuántos años lleva ya esa guerra? ¿Es normal que ocurra algo así? Por humanidad no podemos obviar lo que está pasando, ni olvidar guerras existentes por conflictos que surjan recientemente. Es el momento de tomar responsabilidad, porque estamos ante algo realmente serio. Cierto es que no se pueden comparar las guerras, porque pérdida es pérdida, y horror es horror.

Desde su punto de vista, ¿cuál es el papel del cine de autor en la sociedad?

Pienso que esa cinematografía intenta reflejar la realidad del mundo de hoy con los problema sociales, con guerras, con temas sobre mujeres, etc. Conozco a muchos realizadores que están abordando esos diferentes temas, lo cual es muy necesario. Tanto antaño como hoy en día siempre han existido directores que se han ocupado de estos temas, lo diferente es que ahora se han abierto muchas más puertas y, en muchos casos, las circunstancias para hacer cine ya no son tan difíciles como antes.

¿Cree que como artista internacional puede usted hacer algo al respecto?

Mi responsabilidad es la de continuar haciendo películas que aborden temas que hagan reflexionar a la audiencia.

Con «Blade Runner: 2049» en la mira. Antes de estudiar fotografía en Haifa (Israel) y de marcharse definitivamente de Palestina, Hiam Abbass había formado parte del grupo de teatro El-Hakawati. Sin embargo el flechazo con la actuación se produjo cuando apenas tenía nueve años y le tocó interpretar a una madre que había perdido a su hijo en una obra de teatro en la escuela. Ese sería un recuerdo que le marcaría de por vida. A propósito de filmes de altísimo presupuesto donde ha participado, Hiam se une al mutis en torno a “Blade Runner: 2049”, dirigida por Denis Villeneuve, la esperada nueva entrega que llegará a las pantallas en otoño. «No puedo decir mucho de ‘Blade Runner’, ni de mi personaje en esa película», se muerde la lengua: «Lo único que puedo contar es que me llamó Denis, quien aparentemente me conocía a través de mi trabajo, sobre el cual me dijo que le encanta. Fue un honor haber trabajado con ese gran director y excelente ser humano».

¿Existen diferencias entre su trabajo en cine de autor y en una superproducción?

Como actriz no hay ninguna diferencia: el placer que siento al trabajar es idéntico. Uno está mejor remunerado que otro, es cierto, y tal vez haya más comodidades en el día a día del rodaje. También juega un papel importante el tamaño del rol que asumo, ya que es muy diferente cuando hago solamente una aparición a cuando toda la película recae en mis hombros.

Le hemos visto en roles muy intensos, ¿puede evitar que esas historias le afecten a nivel personal?

Esas historias tienen que ver con la vida y la muerte. Tengo la responsabilidad de darle vida a un personaje, y tan pronto asumo ese rol, yo muero. Una vez que abandono el set de rodaje, vuelvo a la vida nuevamente, y es ese personaje el que muere por mí. En realidad es muy complicado hablar de cómo funciona esa «maquinaria», porque a veces no tengo el control total de ese proceso. Aunque suene gracioso, es como un «sí, soy yo, pero tampoco soy yo» (sonríe).

¿Cómo es ese «volver a la vida» cuando abandona un set de rodaje?

Dejo todas las emociones en el set, y me voy. Si no lo hiciera así, me volvería loca. ¡Todavía no quiero desquiciarme! (se ríe) Es muy importante no mezclar mi persona con el personaje que tengo en esos momentos. Yo no soy una actriz de método, como le llaman; pero hago todo lo que está a mi alcance para darle vida a un personaje, sobre todo apelo mucho a mi instinto,a al instante de la emoción y, cuando está el trabajo hecho, hecho está. Soy capaz de salirme de ese cúmulo de emociones, de reírme, de hacer bromas antes y después de rodar escenas muy sensibles. Esa es mi manera de sobrevivir.

A la hora de escoger sus proyectos, ¿es determinante la nacionalidad de esa producción?

Nunca miro la nacionalidad de una película. No me gusta identificar una nación con una película, porque la identidad de un filme es lo que tratamos de contar. Eso es lo más importante para mí; en caso contrario, no tendría este trabajo. Si me considerara una actriz árabe, estaría metida en ese mundo y no haría nada más. Parte del lenguaje universal del cine radica en la diversidad de historias que se narran, y detrás de eso están escritores, directores y actores.

Después de su incursión en la dirección, ¿siente que ha cambiado en algo la forma de enfrentarse a sus proyectos?

El único cambio que veo en mí es que creo que ahora tengo más comprensión hacia ciertas decisiones, como también en relación a la puesta en escena.

¿Piensa volver a dirigir?

¡Eso espero! (se sonríe) Estoy trabajando en un proyecto basado en el libro “A Girl Made of Durst”, de Nathalie Abi-Ezzi, sobre niños en un conflicto bélico. Concretamente, se trata de la guerra civil en el Líbano vista a través de los ojos de una niña de diez años. Además tengo otra idea de una historia que tiene que ver conmigo y Palestina.