IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

El pabellón de las bicicletas japonesas

La censura del régimen de Franco tachó a “Muerte de un ciclista”, película de Juan Antonio Bardem, como «gravemente peligrosa». La cinta concursó en el Festival Internacional de Cannes en 1955, precisamente cuando estaba a punto de finalizar el periodo de aislamiento con la entrada del Estado español en la ONU. En el filme, se retrata la mezquindad de una pareja de amantes que atropella y mata a un ciclista. La pareja representa la burguesía afín a la dictadura franquista –enchufista y de doble moral– que atropella y mata a una persona, de la cual no se ve en pantalla más que su humilde medio de transporte.

Como ya hemos comentado en alguna ocasión, la bicicleta ha pasado de ser un objeto de pobres a ser uno de ricos; van sobre ella a trabajar aquellos que se pueden permitir vivir a una distancia razonable de su lugar de trabajo, en municipios con una red de pistas ciclables bien diseñada y racional. Sin embargo, la bicicleta es, actualmente, un eje de trabajo de las estrategias globales para las ciudades más avanzadas; New York, Oslo, París, Londres, Amsterdam… Oslo, por ejemplo, está a punto de gastarse dos millones de euros en mejorar su sistema de carril-bici. Amsterdam, por su parte, cuenta ya con una basta red de intercambiadores, con nodos de aparcamiento de bicicletas. La tendencia es global, y despierta los sueños y anhelos de muchos; el estudio del propio Norman Foster presentaba una propuesta al ayuntamiento de Londres, llamada Skycycle, que proponía utilizar el trazado de los trenes ingleses para construir carriles exclusivos para estos vehículos de dos ruedas.

Lo que en principio quedaba dentro del ámbito del urbanismo no tardaría en dar el salto a la escala de la arquitectura. De esa manera, empezamos a ver edificios adaptados a la bicicleta, en algunos casos de modo propagandístico, como el pabellón de Dinamarca para la Expo de Shanghái de 2010, obra del estudio BIG, que consistía en una espiral diseñada para ser subida en bici mientras se circundaba una réplica de la estatua de La Sirenita. En otros casos, la adaptación a la bicicleta se hacía como un modo de coherencia con el contenido, como en las oficinas generales de la marca de bicicletas Giant, en Taiwán. En otros lugares, era parte de una visión holística de lo que una vida saludable debía de ser, siendo paradigmático el caso de la sede de la mayor aseguradora de Australia, Medibank, en la ciudad de Dockland, donde los empleados pueden, literalmente, aparcar su bicicleta junto a su mesa de trabajo.

El componente simbólico es, como ya hemos visto, importante. Más que probablemente, las autoridades de la isla de Naoshima tendrían algo de esto en mente cuando volvieron a realizar un encargo a los dos arquitectos más famosos de Japón, Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, que ya habían diseñado una terminal para el ferry, para la creación de un simple cobertizo para bicicletas.

Los arquitectos de SANAA, que es el nombre del estudio de arquitectura y ganador del prestigioso premio Pritzker en 2010, proponen una forma dual, que juega con la modernidad y la tradición. El edificio está compuesto por un entramado de madera laminada, trabada de un modo y modulación muy cercano a la arquitectura tradicional japonesa, sobre el cual se coloca una estructura de módulos de plástico, más en concreto un polímero reforzado con fibras. Los módulos aparecen como grandes pompas que se apelotonan como la estructura del jabón, con un desorden bastante estudiado. El material, traslucido, cambia dependiendo de la luz exterior, y provoca un efecto provocador al verse junto a las aguas del mar.

La forma ya la habían probado los arquitectos de SANAA en otra ocasión, entonces mediante un revestimiento pulido, de efecto espejo. En este caso, la necesidad de iluminar el interior, lugar donde se aparcan las bicicletas, hizo que se eligiera un material que permitiera el paso de la luz.

El mensaje del edificio es perfecto para ilustrar cómo la bicicleta, en su aparente simplicidad, puede en opinión de muchos cambiar la faz de las ciudades del futuro; en la obra de SANAA, la tradición –en forma de arquitectura de madera– da la mano a la modernidad –con algo tan insólito en la arquitectura como el plástico–. También hace una lectura sobre una cierta “burbuja” o, como dicen los anglófonos, “hype”, sobre el papel de la bici.

Pese a parecer anecdótico, esta obra puede servirnos de motivación para, por ejemplo, exigir la redacción y puesta en funcionamiento de los Planes Sectoriales de Vías Ciclables, que a día de hoy solo han sido aprobados –que no implementados– en Gipuzkoa.