Juanma Costoya
LA CIUDAD DEL FUTURO

La ecosostenible Hammarby Sjöstad

Hammarby Sjöstad, en el límite sur de la ciudad de Estocolmo, es un distrito en el que se combinan las más innovadoras técnicas medioambientales junto a diseños urbanísticos de última generación. Ecosostenible es el adjetivo que más se repite cuando se habla de este vecindario sueco que comenzó a ver la luz como proyecto hace un decenio con un destino distinto al actual.

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Hace una década, las orillas del canal Hammarby eran poco más que un páramo sobre el que se alzaban los esqueletos herrumbrosos de las grúas y los armazones parduscos de las factorías abandonadas. La deslocalización industrial había desertizado un entorno que durante decenios había bullido de actividad portuaria y fabril y que también albergaba numerosos bloques de oficinas. Al igual que antes en Barcelona y más tarde en Atenas, el vertedero sombrío en el que se había convertido Hammarby comenzó a transformarse con motivo de un clásico en las transformaciones urbanas de los últimos decenios: la apuesta olímpica.

Estocolmo perdió su candidatura frente a Londres pero el primer plan urbano de transformación para la zona ya estaba en marcha. Lo que, sobre el papel, estaba destinado a residencia olímpica mutó al poco tiempo en espacio residencial en el que la ecología y el diseño formaban las puntas de lanza de un novedoso concepto urbano. La primera gran prioridad del proyecto fueron las comunicaciones. Gracias a los carriles bici y de peatones, al tranvía y al autobús, las conexiones de este distrito con el norte de Estocolmo son continuas. Existe también un paseo peatonal que comunica Hammarby Sjöstad con la cercana y populosa isla de Södermalm. Ya dentro del distrito un transbordador conecta las dos orillas del canal y el lago con llegadas y salidas cada quince minutos. Muchos de los usuarios entran en la pequeña nave con sus bicicletas y sus carritos de niño. Un estudio municipal certifica que, a día de hoy, el ochenta por ciento de los residentes del barrio se desplaza sin tener que coger el coche. La eficiencia energética fue, desde el primer momento, uno de los objetivos más importantes del proyecto.

Se calcula que cuando el proyecto global se complete, a finales de 2020, más de 30.000 vecinos de Estocolmo llamarán a Hammarby Sjöstad su hogar.

Innovación y transformación. Los primeros residentes llegaron al barrio hace ocho años. Al poco se puso en marcha una iniciativa: HS2020. El apelativo es una referencia a las iniciales del distrito y a un horizonte temporal en el que se espera que Hammarby funcione a pleno rendimiento. La iniciativa fue encabezada por uno de sus primeros vecinos, Allan Larsson, antiguo ministro de finanzas sueco y periodista retirado. Larsson, que vivía en el centro de Estocolmo, se trasladó hasta aquí atraído por el reto de convertir una antigua zona degradada en un experimento urbanístico. HS2020 acuñó un lema que definía su espíritu: «Renovando una ciudad nueva». La idea no era construir una ciudad residencial al uso. El motor del proyecto era actualizar constantemente su urbanismo, su diseño. Y no solo en el sentido arquitectónico o urbanístico. Entre los proyectos auspiciados por HS2020 estaba la creación de una fundación para impulsar el uso del coche eléctrico. El mismo proyecto financió la conversión de una colina cercana en una estación de esquí de uso polivalente con lo que los vecinos pueden usarla durante todo el año.

Dentro de las herramientas de transformación del distrito se ha privilegiado a la cultura como una de las más importantes. Entre estas iniciativas figura la Sjöstadoperan, que ha permitido que representaciones de la Metropolitan Opera House de Nueva York fueran retransmitidas en una antigua y reconvertida fábrica del barrio. Ese mismo edificio industrial alberga también los Delight Studios, una academia especializada en publicidad, fotografía y cine. Se ha favorecido que estas disciplinas tengan conexión con la realidad empresarial y económica circundante. En estos estudios, por ejemplo, se han realizado campañas publicitarias de la multinacional sueca H&M y han servido también como decorados para la película de David Fincher “La chica del dragón tatuado”, entre otras producciones. Con gran parte de las grandes empresas suecas al otro lado del canal (Tetra Pak, Ericsson, Volvo, Ikea, Atlas Copco) no parece demasiado compleja la búsqueda de encargos que rentabilicen las inversiones.

Parecida función desarrolla Helios 13, una organización sin ánimo de lucro que aboga por la transformación de algunos edificios industriales en bibliotecas y centros culturales. Ellos fueron los responsables de la transformación de una antigua fábrica de bombillas, a orillas del canal, en una biblioteca de varios pisos que acoge en su entresuelo guarderías y ludotecas.

El «modelo Hammarby». María Ignatieva es profesora de Arquitectura del Paisaje en la Universidad de Suecia. En un extenso artículo bajo el título de “Muchas voces, ciudades más verdes, mejores ciudades”, Ignatieva disecciona las interioridades y características del vecindario. Los bloques de viviendas en Hammarby Sjöstad alcanzan los cuatro o cinco pisos de altura y están conectados entre sí con patios espaciosos y verdes. La moderada altura y la orientación de los pisos buscan crear refugios frente al viento y, a la vez, permitir la entrada de luz solar. Aprovechando las condiciones favorables en algunos de estos patios se han puesto en marcha cultivos a pequeña escala, semilleros o invernaderos. También se han establecido “tejados verdes” con la finalidad de recoger y filtrar el agua de lluvia. Todo el barrio está conectado mediante zonas ajardinadas y arboladas, lagos y canales. En sus riberas, diseminados, algunos embarcaderos alinean kayaks, canoas y pequeñas embarcaciones. Paseos de madera conectan las orillas y son el paseo matinal o vespertino de muchos vecinos. Juncos y carrizos los flanquean sirviendo como refugio a aves acuáticas y migratorias. Un sistema de anillos concéntricos sirve de acceso a los coches, que circulan por el barrio de tal forma que la circulación es más densa en la periferia y casi simbólica según se acerca el visitante a la zona de lagos y canales.

El modelo Hammarby incluye medidas de conservación energética en el que el objetivo es la reducción de su consumo en hasta un 50% respecto del gasto medio sueco. La red eléctrica se nutre, en parte, de la energía solar y de una incineradora local de basuras adaptada a la producción de calor y energía. Las aguas residuales son tratadas y la retirada de basuras forma parte de un laberinto tecnológico que comienza en los puntos locales de succión y continúa hacia subestaciones en la periferia del distrito, lo que hace innecesario que los camiones de basura entren en Hammarby. La basura es clasificada y reciclada. Una parte se quema para producir energía y otra se utiliza como compost y abono. El llamado “modelo Hammarby” no es solo un modelo que se estudia en las universidades sino que ha sido imitado en otros proyectos de ciudad de las llamadas ecosostenibles a lo largo del mundo como el Caofeidian Ecocity de China (una isla de sesenta kilómetros cuadrados a 200 km de Beijing) o en el Symbiocity de Brasil.

Las carencias. En su estudio la profesora Ignatieva señala que la implantación del modelo Hammarby no ha estado exenta de problemas y adaptaciones desde sus inicios. En un primer momento sus residentes fueron casi mayoritariamente parejas jóvenes sin hijos o con un solo vástago. Esto se tradujo en una ausencia de tiendas orientadas hacia las familias con hijos así como en una práctica carencia de escuelas y guarderías. En algunos puntos se echaban en falta infraestructuras culturales concretas: cines, teatros, escenarios musicales, etc. Los precios de los apartamentos son altos y se necesita un impulso a los pisos de alquiler. Otro punto débil señalado en diversos estudios es la uniformidad sociológica de sus residentes entendida como una baja diversidad cultural, lo que, unido a una cierta segregación por rentas hace que algunos estudiosos recomienden fortalecer la cohesión social a fin de evitar la cristalización de zonas residenciales excluyentes.

A día de hoy el visitante ocasional que pasea por el barrio puede tener la sensación de que muchas de las anteriores recomendaciones, pese a ser recientes, han sido superadas. Ludotecas, guarderías y colegios son perfectamente visibles y hasta audibles en sus cercanías por su algarabía. La familia-tipo de sus orígenes formada por parejas jóvenes sin hijos parece, a juzgar por las colas de madres jovencísimas a cargo de sus carritos en la cola del transbordador, haber sido sustituida por parejas con al menos uno o dos hijos a su cargo. Save the Children ha situado a Suecia como el tercer mejor lugar del mundo para ser madre, tras Noruega e Islandia. No parece por tanto que falten estímulos para fundar una familia en Hammarby, un vecindario que ofrece una red más efectiva y sostenible de vida que la media sueca.

Los adolescentes del vecindario tienen predilección por los espacios ribereños, especialmente por los apartados miradores al aire libre frente al lago. Los días cubiertos la gente se congrega en los cafés, un ojo puesto en la pantalla del portátil o del móvil y el otro en las cristaleras panorámicas que dan al exterior. En los días luminosos hay unanimidad. Público de todas las edades se congrega en las zonas verdes, algunos de ellos con los ojos entrecerrados y el cuello bien estirado tratando de absorber hasta el último rayo del esquivo sol nórdico.

A diferencia de otros barrios de la capital de Suecia en éste apenas hay presencia de inmigrantes. Su influencia se percibe en algunos restaurantes de comida étnica, espaciosos y exageradamente pulcros, con sus sillas de mimbre y su correspondiente mantita en el exterior. Para los habitantes del paraíso urbano, la vida transcurre plácida en apariencia y extrañamente silenciosa para el visitante. Tiendas de antigüedades, de objetos reciclados y de segunda mano comparten calle con cafés y restaurantes donde los vecinos observan la liturgia del fika, el descanso del café acompañado de pasteles mantequillosos. Todo dentro de un ambiente lagom que inunda el barrio como las aguas del canal y que puede ser traducido como lo razonable, juicioso, con sentido común y sin estridencias.

Aquí hasta los carritos de los niños son idénticos, ruedas anchas, color negro, diseño sueco. También lo son los atuendos de sus madres, enfundadas en ajustada ropa deportiva de color negro.

Los fines de semana la corriente del canal Hammarby lleva, desde el norte de Estocolmo hasta las riberas de este vecindario, plásticos y botellas vacías de vodka y otros destilados que quedan incongruentemente varadas junto a los juncos, cañas y nenúfares de la ribera. Ecos de otras partes de la ciudad, vestigios de otra forma de entender no solo el urbanismo sino también la convivencia, tan lejanos y tan cercanos a la vez a Hammarby Sjöstad.