IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Mundos

En el arte contemporáneo, en ocasiones, la creación objetual soporta la carga conceptual de una propuesta, revelándose como punto de entrada a un relato que se desarrolla por el pacto tácito entre las partes que lo componen y que lo leen. Sin este compromiso no existe entonces el espacio común de lo poético. Por tanto, enfrentarse a una exposición requiere de una predisposición que nos permita imbuirnos de un universo que hacemos nuestro, pues es la experiencia de la vivencia lo que atraviesa a fin de cuentas, el sentido del acto creativo.

La fundación BilbaoArte presenta hasta el 20 de este mes “La inteligencia en otro idioma” a cargo del artista Pablo Capitán (Granada, 1982), en lo que supone una de las citas más interesantes de 2017. Y es que el trabajo realizado por el creador granadino, fiel a la talentosa trayectoria que lo precede, se sitúa en un espectro del pensamiento capaz de enfrentarnos a sensaciones ocultas que suceden desde el primer vistazo, con una disposición casi escenográfica que nos acoge (o nos reclama) como personajes principales.

El objeto artístico asume aquí una función narrativa inapelable, siendo al mismo tiempo motor y nexo de la muestra. Iniciando un recorrido compuesto por dos estancias separadas, encontramos una serie de trampas de equilibrio que sirven para dar caza a seres de diferentes tamaños. Cuando la alimaña entra a por el cebo, el propio peso hace volcar la tapa bloqueando la salida. Dispositivos precarios que, sin embargo, permiten, a modo de prólogo, quedar atrapados de por vida, pues entre los tamaños encontramos incluso medidas que bien soportarían nuestra envergadura. En la siguiente sala, una línea de horizonte pintada con fango marca una superficie bajo la cual quedamos automáticamente sumergidos.

Dentro de este mundo compartimos vida con seres de extraña presencia que juegan con el efecto reflejo del agua cuyo trampantojo permite observarlos en todo detalle. La quietud que produce la acertada iluminación de las piezas, nos hace aún más partícipes del espacio expositivo. Este hábitat es entonces un lugar intermedio formado por el desempeño escultórico de Capitán, el estudio de las conductas animal y humana y nuestra mirada que termina por dar forma a lo que acontece. Finalmente, caemos en la trampa y accedemos a un mundo en el que las carpas, los peces gato y las serpientes se convierten en nuestros semejantes, pues junto con ellos, somos parte de las profundidades más oscuras porque a fin de cuentas, puede que no seamos tan diferentes.

La sala Kubo-Kutxa de Donostia alberga hasta el 24 de este mes un generoso elenco de trabajos de Rafael Ruiz Balerdi (Donostia, 1934 - Alicante, 1992). Bajo un título de evidente referencia biográfica “Balerdi 1934-1992” un centenar de obras hacen justicia a una de las trayectorias más ricas de nuestro contexto. Mediante un montaje fiel a la cronología de su creación, damos buena cuenta de las diferentes fases de su producción, obteniendo así una visión general de la prolífica carrera del pintor. Como añadido a esta cita ineludible encontramos la película “Homenaje a Tarzán. Capítulo I: La cazadora inconsciente”, datada en 1969 y dibujada en tinta china sobre celuloide sin emulsionar.