Iñaki Zaratiegi
EL CRONISTA DE LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS

«La lucha minera ha sido cíclica. Se han pasado la vida en pie, de derrota en derrota»

El 5 de octubre de 1934 se convocó una huelga revolucionaria contra las tendencias derechistas y represivas de la II República española. El llamamiento fracasó en la mayor parte del Estado y fue sofocado en Catalunya, pero prendió en la cuenca minera asturiana, donde la unión UGT-CNT propició un levantamiento armado que tomó la capital Oviedo y resistió hasta el día 19. La represión, dirigida por Franco, diezmó a los mineros, acabó con experiencias como la proclamada República Socialista Asturiana, el autodenominado Ejército Rojo Asturiano y otras formas de auto organización obrera y fue un ensayo para el golpe fascista de 1936. El dibujante astur Alfonso Zapico Fernández (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, 1981), reconocido autor de “La guerra del profesor Bertenev”, “Dublinés”, “La ruta Joyce”, “Budapest” o “El otro mar”, se ha embarcado en la triple obra “La balada del norte” (Astiberri) que finalizará este otoño, y que reivindica las gentes, luchas y lugares de la minería, hoy en peligro de desaparición. Zapico desvela además a 7K que su nuevo proyecto es un cómic sobre Euskal Herria, con un encuentro entre Fermin Muguruza y Eduardo Madina como hilo conductor.

Estudió ilustración y diseño en la Escuela de Arte de Oviedo. ¿Nació allí su interés por el cómic?

Siempre dibujé. Era de los que hacían el periódico del instituto aportando caricaturas, dibujos, cómics... En la escuela fue casi cuando menos dibujé, era muy teórica. Pensé que me metería en alguna agencia de publicidad o de seguros y he hecho de todo, hasta publicidad. Lo del cómic ha sido siempre como muy libre.

¿Qué autores le empezaron a dejar huella?

Soy de cómic europeo y leí siempre el cómic francés típico: Tintin, Spirou, Blueberry... No mucho cómic americano; en ese tipo de obra o en el manga si no entras de joven es difícil que te atrape. Cuando ya dibujaba me influyó mucho el colectivo L’Association y la nouvelle bande dessiné que reinventó el cómic francés. Me sitúo en el campo del cómic histórico y social y me he fijado mucho en Jacques Tardi para “La balada del norte”, por sus personajes más realistas, el trazo no muy perfeccionado y con mucha libertad, los grises... Al final, lo más realista es casi la propia historia que se cuenta y no tanto el estilo del dibujo y la forma de contar; no importa tanto el dibujo sino saber lo que quiero contar y saberlo contar bien.

¿De qué fuentes nace su trazo detallista, «realista», en blanco y negro, alejado del colorismo de la ciencia ficción.

El primer libro [“La guerra del profesor Bertenev”] lo hice en Francia, en color y con un estilo muy franco-belga, más de línea clara. Me gustan los detalles pequeños, aunque luego no se vean, y soy más libre con lo anatómico, las perspectivas... Pero hay un cambio con los años y el dibujo de “La balada del norte” no se parece al de “Café Budapest” o “Dublinés”, que no necesitaron color; igual que “La balada del norte”, con una atmósfera gris y de negro carbón. Núñez de Balboa y los paisajes de “El otro mar” sí pedían color: reflejar las geografías vegetales y marinas del Océano Pacífico.

Tras dibujar paisajes lejanos, ¿necesitaba volver a sus raíces?

Era justo eso porque el primer libro hablaba de la Rusia del XIX y el segundo se situaba en Palestina. Eran obras que realizaba desde mi poblado minero, entorno que me quedaba pequeño y del que necesitaba salir a horizontes lejanos y exóticos. Dibujé “Dublinés” cuando vivía ya en Angoulême, y han pasado ocho años. Tras ganar el Premio Nacional en 2013 con ese libro, tuve la necesidad de volver a casa para esta novela gráfica que regresa a la Asturias de los años 30, pero que en el fondo es la sociedad y escenario de hoy, contexto en el que crecí. Fue una necesidad de reflexionar sobre un tiempo y un lugar que hoy están perdiendo su razón de ser con la muerte de la industria del carbón. Necesitaba tener algo donde agarrarme: una identidad y una memoria. Porque se ha hablado poco del 34; en mi casa siempre ha habido silencio. Ha sido un trabajo de hurgar más en mi memoria que en las de los demás.

Hay una acumulación de novela gráfica sobre el periodo de la Guerra Civil.

Hay incluso una teoría que dice que, igual que literatos y novelistas trabajaron antes el tema, ahora llegamos los autores de cómic. Sigue habiendo la necesidad de no enterrar la historia sin hablar antes de ese pasado. En nuestro caso, en cómic, una forma más visual de leerla.

Esta trilogía ¿se centra en los hechos de la Revolución de Octubre o es más una historia humana, una ficción con personajes inventados sobre ese trasfondo histórico?

El fondo es la Revolución, pero necesitaba hablar de los mineros, los movimientos obreros, esa sociedad asturiana clave en las luchas por la justicia social, con fecha álgida de 1934, algo que no intuí tan claramente cuando viví allí. Porque es una sociedad que se muere: las minas cierran, la gente es mayor, desaparece y las generaciones posteriores emigran. Me pareció que debía recuperar la identidad de las cuencas como punta de lanza de reivindicaciones obreras y populares. Además, ese momento revolucionario se conoce poco o se entiende mal, incluso en Asturias. Hay gente que lo juzga negativamente y creí que debía revisarlo.

Se ha documentado mucho.

Hay mucha documentación porque es una novela de ficción con fondo histórico. Hay personajes reales, pero no he querido ser historiador. Hay hechos cambiados y lugares inventados pero, si entras en la historia, ves que las personas y las minas son reales. En el primer libro se muestra el escenario, la época, los personajes... Siempre hay que explicar el porqué de las cosas y el problema de esta Revolución, sobre todo en Asturias, es que no se ha hecho. Se habla de la dinamita, del enfrentamiento, pero sin entrar al porqué. Y en este segundo tomo todo es ya acción y hay que explicar lo que sucedió en esos diez días de levantamiento.

Parece que tiene cerrado el tercer y último tomo. ¿Un epílogo del fracaso y las consecuencias trágicas del conflicto?

Sí, la conclusión y el desenlace. No hacemos spoiler porque la gente ya conoce cómo acabó aquella Revolución: fracasó y la represión fue dura. Pero el lector no sabe cómo acaban los protagonistas imaginarios de la historia y ahí vamos a mezclar un poco todo.

La huelga fue una insurrección contra la República. La masa obrera murió y mató contra el ejército republicano, dirigido por Franco, pero dos años después volvió a morir y matar defendiendo la República contra una parte de ese ejército liderado de nuevo por Franco.

Es muy paradójico, sí. Hay versiones enfrentadas, incluso quien ve en la Revolución minera la justificación al golpe de Estado del 36 y la Guerra Civil. Pero los golpes de Estado vienen siempre de arriba y el levantamiento minero venía de abajo. La paradoja es también que los mineros, tras su derrota del 34, volvieron a marchar con su dinamita sobre Oviedo tras el alzamiento del 36, a cercar la ciudad, fracasar y a ser reprimidos de nuevo. Todavía hay gente que puede contar aquello y explicar que la lucha minera ha sido cíclica, una gente que se ha pasado la vida en pie, de derrota en derrota. El balance fue desigual: unos 1.500 insurrectos muertos contra unos 300 de las diferentes fuerzas represivas. Los mineros pusieron los muertos a los que añadir los que sufrió la población general tras sofocar la rebelión; aún quedan fosas por ahí. La propia República hizo boletines, películas y otras formas de propaganda dando su versión, que ahora se sabe que no fue la real, sobre la destrucción de Oviedo y otros sucesos. Aún hoy, si visitas los restos del levantamiento en la catedral quienes la gestionan dan una versión que no tiene nada que ver con la realidad. Como no soy historiador y no puedo entrar en el ámbito académico, lo que quería hacer con estos libros es ponerme en los zapatos de aquella gente.

¿Ha intentado hacer un relato no maniqueo, neutral, equidistante?

Neutral no, me posiciono claramente de la parte de aquella sociedad. Y equidistante tampoco: no se trata tanto de justificar sino de darle al lector información y datos e intentar recrear aquella sociedad, sus personajes y sus hechos. Tampoco he querido pecar de maniqueísmo: era una sociedad salvaje en constante conflicto, con cada uno defendiendo sus intereses. Se ve bien en el primer libro, donde no cuento nada de la gran historia, pero las páginas dobles del periódico “La Noticia” (un reflejo de “Avance”, el diario del sindicato minero) dan cuatro titulares que reflejan el ambiente general; era insostenible, estaba claro que iba a pasar algo. Doy la información a través de los personajes y mucha es real.

Entre aquellos rudos sindicalistas no había mujeres, estaban por detrás. No se ven en Asturias las milicianas urbanas de CNT o POUM de las grandes urbes.

Todo está cambiando mucho, pero la sociedad minera, a diferencia del anarquismo en Cataluña y otros movimientos dentro de la Guerra Civil, ha sido siempre muy de testosterona, de macho alfa. Aunque la mujer ha tenido un papel fundamental en la lucha minera; recuerdo que iban a tirar maíz a los esquiroles. Pero siempre por detrás del cliché del minero a pecho descubierto con la dinamita. Incluso mucho después, en las huelgas antifranquistas de los años 70.

En el cómic, dos milicianos reflexionan sobre la división.

Es otra paradoja, porque solo aquí se dio la unidad UGT-CNT, incluidos los comunistas, y la revolución obrera triunfó, aunque efímeramente. En la Guerra Civil, la división interna de la República llevó el país al desastre. Lo puse porque lo quería también extrapolar a la actualidad: sigue vigente la sensación de que cada uno tiene in mente su propia revolución y no acaba de entenderse y coordinarse con el de al lado. Otro drama que se repite a lo largo de la Historia.

Cita a literatos rusos, pero el movimiento obrero no era muy letrado.

Tenía un libro de poemas rusos que me encantan y, aunque parezca que no pega meter un poeta ruso en el mundo minero, tiene mucho sentido porque hablan de cosas universales que encajan perfectamente con el mundo que yo dibujo. Quería dar universalidad a lo que contaba en los dibujos.

¿No hay entonces un guiño al Octubre soviético, que cumple ahora un siglo y que fue influencia crucial para ese tipo de luchas?

No directamente, pero es cierto que en las cuencas mineras quisieron emular a la Revolución rusa. Empezaban a surgir elementos comunistas y su tarjeta de presentación era la revolución soviética, casi como una franquicia exitosa que importar.

Buscó primero documentación directa entre los obreros y después presentó el libro en Casas del Pueblo o bares, con los sindicatos y organizaciones de mujeres por la igualdad.

Vengo de familia minera y hablé con mineros viejos y más jóvenes que me ayudaran a saber cómo funcionaba una mina, a conocer su particular vocabulario, la manera de relacionarse, anécdotas... Hemos hecho muchas presentaciones y la más emocionante fue la que hicimos con el sindicato. No es un ámbito en el que se presenten libros y menos cómics, y fue como una asamblea minera, que es su modo de funcionar. Les tocó la fibra porque están lejos de la solidaridad que tuvieron cuando la marcha a Madrid de 2012; son un gremio muy particular que desaparece y hay una sensación de ser olvidados. Fue como una introspección vital mía a través de otros que me emocionó porque mi generación debe mucho a quienes trabajaron en la mina durante siglo y medio y se levantaban en huelga para darnos una vida mejor. He intentado ayudar a preservar la identidad de tanta gente que ha perdido sus referentes con el cambio de modelo industrial.

En medio de esa decadencia industrial y social, la imagen del dirigente de SOMA-UGT Fernández Villa acumulando dinero corrupto es desoladora.

Era como un semidios que llevaba mil años en el sindicato y su caso ha acabado de humillarnos. Lo que les quedaba a los movimientos mineros era casi la dignidad y esto ha sido como acabar de machacarlos. Cuando algo así salta en tu casa es demasiado, la gente en Asturias no tiene palabras para explicarlo. Tengo la esperanza de que acabe en la cárcel.

Dice que no tenía un compromiso expreso al hacer el libro sino que era una reflexión más sobre la historia, aunque con hechos cercanos a su vida. Pero sus historias siguen siendo concienciadoras, militantes.

Un compromiso quizás no, pero utilizo el cómic como lenguaje para explicar mi visión del mundo. En este caso, una reflexión sobre mi propia sociedad que va perdiendo economía e identidad. Una reflexión que va surgiendo, porque cuando empiezo el libro no se a dónde me va a llevar y si seré capaz de expresar lo que tengo en la cabeza. Mis libros son siempre humanos, sinceros, parten de algo muy personal. La movilización social se basa en la conciencia individual asumiendo un rol colectivo donde tengan espacio los viejos valores.

Cuando remate la saga asturiana, ¿piensa meterse con otro libro grande? Ha dicho que quizás un diario de viajes.

Al acabar una obra así siempre tengo la esperanza de decirme: «Ahora toca un libro de aventuras, en color». Es la espinita que tengo clavada. Pero acabo metido en nuevos follones que no tenía en la cabeza. Así que tras acabar con “La balada” tengo ya en proyecto un libro sobre Euskadi.

¿Cómo se le ha ocurrido?

Tengo dos amigos vascos, Fermin Muguruza y Eduardo Madina, que vienen de mundos diferentes. A Fermin le conocí en un festival de cómic en Argelia; presentaba “Black Is Beltza” y comprobé la de fans que tiene por todos los sitios. Le hablé de Madina y al revés: bombardeé a Edu con Fermin: que nos teníamos que juntar, que sería una experiencia... Muguruza dijo que sí ipso facto y se prestó a echarme una mano en un tema tan complejo y descarnado. Así que, cuando Madina le entrevistó para la revista “Jot Down” el pasado enero, nos juntamos los tres a comer unas alubias en el Morodo de Irun. Me apetecía mucho juntar esos dos mundos, me llevé el cuaderno de dibujar y salió muy bien.

¿El cómic narrará el encuentro?

A través de esos dos personajes, con trayectorias tan diferentes, quiero reflejar la historia de Euskadi desde la Guerra civil. Este nuevo Euskadi de hoy no tiene mucho que ver con el de hace unos años y la idea tiene un sentido pensando más en los hijos de ambos y en las nuevas generaciones que disfrutan de esta situación. El nuevo proyecto es un libro que hable del dolor del pasado en Euskadi, pero también de lo positivo y del futuro. Entro en un terreno virgen y laberíntico, pero es lo que me gusta e intentaré reflejar en viñetas esa complejidad.