IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Piel impresa

La calle Championnet se encuentra en el distrito XVIII de París, muy cerca de Sacré-Coeur. El pasado mes de marzo, el estudio de arquitectura Chartier-Corbasson finalizaba las obras de un nuevo inmueble en el número 85 de este lugar.

La calle fue construida en el siglo XIX en honor a Jean-Etienne Championnet, un general de división con un papel destacado durante la Revolución Francesa. Si algo invoca al ilustre personaje en la arquitectura de este sitio es, sin duda, el rigor marcial de las fachadas que la conforman. Una sucesión monótona y rigurosa de construcciones más o menos idénticas, unificadas por su aspecto pétreo y por unos elementos ornamentales homogéneos que ordenan la imagen de esta avenida.

A pesar de la complejidad del solar –una planta trapezoidal–, uno de los objetivos del proyecto es el de conseguir mantener esa percepción de continuidad en el alzado de la calle. «Como mínimo hasta donde el ojo puede ver», tal y como han afirmado Karine Chartier y Thomas Corbasson. La regulación normativa es muy estricta en este ámbito de la ciudad de París, sin embargo, pudieron aprovechar un resquicio del plan urbanístico para plantear una sección edificada de planta baja y siete plantas altas, gracias al retiro de los dos últimos niveles, ordenados a modo de dúplex y garantizando su “invisibilidad” respecto del nivel de calle. Gracias a este aumento de la edificación, los promotores aceptaron invertir en el desarrollo de una fachada más experimental.

El exterior se basa en la idea de que la textura es determinante para construir esa continuidad de los frentes edificados. Por este motivo, fotografiaron la fachada adyacente en alta resolución y, mediante un hardware informático, trasladaron la imagen obtenida primero a un patrón de sombras y después a una nube de puntos, que fue reproducida sobre los 1.000 paneles de aluminio que envuelven el frontal. Las juntas de la sillería, mochetas o alféizares, barandillas, carpinterías y detalles ornamentales quedan traducidos en una malla de puntos negros de cuatro diámetros diferentes. Una máquina fresadora conducida por control numérico ejecutará ese patrón de perforaciones sobre los paneles de composite anodizado de la casa Trespa. El anodizado, además de una protección total frente a la corrosión, otorga al aluminio un acabado mate con un color similar al de la arenisca original con el que se construían las fachadas de la rue Championnet. El edificio ofrece así una imagen reinterpretada del inmueble colindante que no puede ser descrita como nueva, pero tampoco ser calificada de copia.

Entre la realidad y la deformación. Con todos los paneles cerrados es, indudablemente en un primer vistazo, una fachada Haussmanniana. Pero poco a poco pueden descubrirse ciertos desajustes, imprecisiones como la no concordancia entre el despiece de los paneles y el despiece impreso. El aluminio impone su ley constructiva, por mucho que sobre él se haya tatuado el despiece que conlleva la sillería pétrea tradicional. Existe por tanto un juego en el que las lógicas constructivas de la materia se ven manipuladas, generando una dislocación con un efecto desorientador.

Cuando según el azar se van abriendo paneles para iluminar los interiores, bajo esa piel aparece un edificio con huecos contemporáneos. La planta del inmueble, sus huecos, no coinciden con la impresión gráfica de la fachada clásica contigua y de nuevo esta distorsión genera ese efecto que descoloca al espectador.

Esa sensación se amplifica además por la geometría de la nueva fachada. El edificio por así decirlo, se deforma y se hincha para ocupar el solar al máximo. En otras palabras, la fachada está desalineada, no es recta, lo que añade una distorsión a la rigurosa geometría ortogonal de la fachada Haussman, produciendo una imagen final que parece vibrar entre la realidad y la deformación. Una no coincidencia sobre la que resbala el ojo en un primer momento, pero sobre la que hay que volver para entender lo que ocurre. Un juego de complicidades y contradicciones que permite que la arquitectura contemporánea se vuelva contextual, aceptando las condiciones del pasado pero reinterpretándolas para mirar hacia el futuro.