Janina Pérez Arias
Elkarrizketa
Ruben Östlund

«Estamos tan pendientes de nosotros mismos que no tenemos la capacidad de ver lo que está sucediendo a nuestro alrededor»

Con paso ágil se acerca Ruben Östlund (Styrsö, Suecia, 1974) al punto de encuentro en una de las terrazas del Hotel María Cristina de Donostia. Alrededor se sienten la agitación del tráfico, de los viandantes y del Festival de Cine. Es lo que hay. Al aire libre, casi a la intemperie, no parecía el mejor sitio para conversar durante la pasada edición de Zinemaldia con uno de los directores escandinavos más importantes de la actualidad. Quizás “importante” no sea el adjetivo idóneo para Östlund. Hasta se puede sospechar que él mismo lo tacharía. Cierto es que este osado e inteligente realizador, quien se alzó con “The Square” como el ganador de la Palma de Oro en la 70 edición del Festival de Cannes, y alabado por Pedro Almodóvar entre tantos otros nombres de peso en la industria cinematográfica, representa la nueva brisa fresca del cine europeo.

“The Square”, que viene a ser su quinto largometraje, engrosa la filmografía breve pero intensa de Östlund, donde figuran “The Guitar Mongoloid” (2004), “Involuntario” (2008), “Play” (2011) y “Fuerza mayor” (2014), además de varios aclamados cortos. Se cuenta que creció en un ambiente religioso en Styrsö, una isla cercana a Gotemburgo, y que empezó sus andanzas audiovisuales haciendo filmes de esquí, para luego formalizar su educación en la Universidad de Fotografía y Cine de Gotemburgo. Quien por lo general escribe, dirige, edita y produce (a través de su compañía productora Plattform) sus trabajos cinematográficos, está considerado como un exponente (y ejecutante) del cine de autor. Y por añadidura, notable es el hecho de que Östlund es todo un experto en la disección de la sociedad.

En su empeño de llevar a cabo incisivos análisis sociales, Ruben Öslund fue un paso más allá con “The Square”, una comedia sobre el mundo del arte contemporáneo donde combina sátira y comedia con drama social y político, y donde participan, además de excelentes actores escandinavos, algunas caras conocidas como Elisabeth Moss (“Mad Men”, “El cuento de la criada”) y Dominic West (“The Wire”).

Christian (Claes Bang) director de un museo de arte contemporáneo, se encuentra en medio de la preparación de la inauguración de una nueva y potencialmente polémica instalación artística llamada “The Square”, que será una zona casi sagrada, donde todas las personas compartirán responsabilidades. Christian, divorciado, padre de dos niñas, conduce un Tesla y aboga por grandes causas humanitarias, pero su “perfección” está inmersa en cierta disfuncionalidad. El robo de su teléfono móvil coincide con una desafortunada campaña publicitaria para la promoción de la nueva exposición. Y con la caída de Christian, también se caen ciertas máscaras, como las que vemos cada día, por todas partes y a todas horas.

Cuando Ruben Östlund comienza a hablar, de repente el jolgorio circundante disminuye su volumen. Ya no importan el cielo abierto, los caprichos de la brisa, ni mucho menos el móvil del entrevistado que suena a mitad de la entrevista. «Disculpa», silencia el artilugio para continuar justo en la coma que había dejado en pausa.

¿De dónde surgió la idea de «The Square» como una instalación artística?

La instalación (similar a la que se ve en la película) empezó en 2011, había rodado “Play” (2011), que estaba basada en un hecho real acaecido en Gotemburgo, la ciudad donde vivo, sobre jóvenes que roban a otros jóvenes. Fueron hechos delictivos que sucedieron durante tres años en un centro comercial inmenso en el corazón de la ciudad. Leí las actas de esos robos presentadas en los tribunales, y me di cuenta de que era muy raro que algún adulto interviniera, aun siendo testigo de esos hechos y estando a escasos metros de distancia, pero tampoco las víctimas pedían ayuda. Lo que sucedió fue que se produjo el llamado “efecto espectador” que se genera en espacios públicos ante hechos delictivos o situaciones de emergencia, pero que no se llega a decidir sobre quién toma responsabilidades en el asunto. Hablé con mi padre sobre esos robos, y me comentó que sus padres lo mandaban al centro de Estocolmo para jugar cuando apenas él tenía 6 años de edad. Me quedé impactado, y me di cuenta que en nuestra sociedad se ha producido un cambio de actitud significativo. En los años 50, por ejemplo, un adulto estaba dispuesto a ayudar a un niño en problemas; es más, los adultos se responsabilizaban de los menores de muchas maneras, mientras que hoy en día las personas mayores tienden a mirar hacia otro lado, a menos que se trate de sus propios hijos, y eso sucede en sociedades que se han convertido en mucho más peligrosas. En ese contexto surgió la idea de crear un lugar simbólico que nos recordara nuestro rol en los espacios públicos. Y ese espacio también puede ser el centro comercial donde ocurrieron aquellos robos.

¿Cómo funcionaba la instalación?

Las reglas eran simples: si alguien se ponía dentro del cuadrado, había que preguntarle qué tipo de ayuda necesitaba. O si alguien iba cargado y estaba cansado, podía dejar las cosas dentro de “The Square”, porque una vez allí, nadie podría robarlas. Montamos esos espacios en cuatro ciudades: dos en Suecia y dos en Noruega.

¿En qué momento surgió la idea de convertirla en película?

Cuando estábamos montando la instalación en Värnamo, comencé a escribir el guion de la película. La intención de este filme era llamar la atención hacia la idea planteada en la instalación. No quiero considerarla como “artística”, ya que eso implica que no tienes por qué prestarle atención necesariamente. Pero si hablas sobre un paso de cebra o las señales de tráfico. entonces sí que necesitas prestarles atención, y quería que la instalación tuviera ese nivel de atención. En nuestras sociedades estamos tan pendientes de nosotros mismos que no tenemos la capacidad de ver lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Nos estamos volviendo más individualistas y lo estamos aceptando. La idea de una comunidad se ha vuelto más remota o le hemos perdido la confianza de muchas maneras. Existe más confianza en lo individual, menos fe en el Estado y en la idea de un proyecto en común.

Para dar con el tono exacto de la película, ¿tuvo que indagar mucho en el mundo del arte?

Realmente no. La razón para centrar la acción en ese campo radicó en que nos brindaba la oportunidad para discutir sobre la idea de “The Square” en una forma más natural. Seguro que en algo me inspiré cuando hicimos la exhibición en un museo en Värnamo (se sonríe), que fue donde la montamos por primera vez. Sin embargo, lo quería usar como telón de fondo, porque para mí la galería de arte no es tan importante, pero cuando estuve haciendo mis investigaciones para la película, constaté en qué medida el arte puede ser provocativo y en qué medida puede herir los sentimientos. Asimismo, es cierto que quienes pertenecen a esa área siempre se están defendiendo, como también hacen parecer que son progresistas, pero eso es una gilipollez (se ríe). Es como el cuento de Hans Christian Andersen, “El traje del rey”, con el rey desnudo.

El esnobismo alcanza rango de enfermedad no solamente en el mundo del arte, sino también en el cine. ¿Qué cree usted que se puede hacer para combatirlo?

Una buena muestra es cuando Dominic West (quien tiene el papel de un reconocido artista plástico) está siendo entrevistado en un escenario y, entre el público, se encuentra una persona con síndrome de Toarette que constantemente interrumpe su intervención con palabrotas. Para esa escena, me inspiré en un video que se llama “Cab driver”, que capta el caso de cuando la BBC hizo por error una entrevista en vivo a una persona pensando que se trataba de un experto en aspectos legales de internet: al entrevistado no le quedó más remedio que interpretar el rol que le habían asignado. Ese es un buen ejemplo para llegar a la conclusión de que somos unos especialistas en asumir roles, y algunos son tan buenos en eso que los escuchamos a sabiendas de que lo que están diciendo son puras estupideces y que, además, para seguir las convenciones sociales, se repiten una y otra vez. Lo que tenemos que hacer es mantener las distancias y, por supuesto, ser autocríticos cuando tenemos ante nosotros algo así.

¿Cómo es el proceso de creación de sus películas? ¿Sigue una forma de trabajo específica?

El proceso de “The Square” fue diferente al empleado en mis otros filmes. En “Fuerza mayor”(2014) fue muy sencillo, ya que primero se introducía la situación con una familia que está en la terraza de un restaurante en las montañas: se produce un accidente, el padre huye dejando a su familia, pero tiene que volver a enfrentarse a la imagen que se tiene de él y que él mismo produjo. Fue verdaderamente fácil escribir esa historia; de hecho, en una semana ya la tenía lista. Pero en “The Square” había muchas capas; lo primero que tuve en mis manos fue el tema, luego tomé la decisión de desarrollarlo en un museo de arte moderno, y hasta consideré que el personaje principal sería el artista. Entonces pensé que el más interesante podría ser alguien en una posición de la que dependieran diferentes aspectos. Para enriquecer la historia me dediqué a recoger ciertas situaciones como la de la mendiga y la ciabatta de pollo... Eso me lo contó mi ex esposa, y es que le pasó que un día no tenía dinero para dárselo a una mendiga y le dijo que le compraría algo para comer, a lo que la señora le respondió «pero que sea una ciabatta de pollo». También es real lo de meter una carta de “devuélveme mis pertenencias” en todos los buzones de un edificio. Eso lo hizo, en realidad, una de mis productoras con su madre (risas). Son historias que me llegaron a través de diferentes personas y son situaciones que tratan de reflejar la forma en la que nos comportamos en una sociedad, así como el nivel de confianza que tenemos entre nosotros como ciudadanos. Entonces, con todo ese material me senté a escribir y a tratar de darle una estructura al guion. Finalmente, como punto de partida me quedé con la historia del director del museo y de la agencia de publicidad que lleva a cabo una campaña bastante cínica para llamar la atención sobre la nueva instalación artística, la cual se supone que es bastante humanística.

¿Se le ocurren antes las imágenes y luego la historia?

Algunas veces primero tengo una imagen, otras es al contrario. Por ejemplo, quería presentar “The Square” en el Festival de Cannes, porque uno de mis objetivos era que aquella audiencia en esmoquin y trajes de noche contemplara en la pantalla al público que asiste a una cena de gala y que “sufre” el performance del hombre-mono. Quería que los espectadores del Grand Théâtre Lumière de Cannes se vieran reflejados en esta escena en concreto.

Pensar en la audiencia. «Respira Ruben, respira», es una de las últimas frases que se escucha en un video colgado en Youtube titulado “Swedish director freaks out when he misses out on Oscar nomination” (algo así como: Director sueco se pone como loco al enterarse que no está nominado al Oscar).

“Fuerza mayor”, la apuesta sueca para la edición de los Oscar en 2015, no entró en la llamada short list para optar por la codiciada estatuilla en el apartado de Mejor Película de Habla no Inglesa. En el video en cuestión, supuestamente hecho al mismo tiempo que se daban a conocer las nominaciones, Ruben Östlund mostraba más desolación, una inmensa decepción.

Aún no se sabe si aquel video es (o no) una broma. Cierto es que el realizador sueco tiene una nueva oportunidad con “The Square” para optar al Oscar. Sus expectativas al respecto se pueden resumir en estas declaraciones a un rotativo alemán: «Ya me vieron en una oportunidad cuando estaba completamente destrozado, ahora les puedo brindar (a los miembros de la Academia) la sensación de formar parte del cuento de la Cenicienta».

¿Por qué es tan importante para usted y para su trabajo conservar la rebeldía, la irreverencia?

Mi rol como director está inspirado en gran medida en realizadores como Luis Buñuel, quien siempre fue lo bastante políticamente incorrecto y que nunca cumplió las expectativas de la gente. Recuerdo una de sus anécdotas cuando fue a EEUU con “El encanto de la burguesía”. Como estaba nominado al Oscar, le preguntaron si creía que iba a ganarlo y, con desparpajo dijo que sí, que su productor lo había «comprado». Y de hecho ganó (se sonríe). Buñuel ejerció su completa libertad en el rol de director, manteniendo la posición de no aceptar las convenciones, y para mí es un buen ejemplo de una persona que no está dispuesta a seguir las reglas. He escuchado muchas historias de Luis Buñuel, ya que uno de mis primeros productores se inició en los años 70 y desde siempre fue un fan del director aragonés. En mi caso, la irreverencia que dices tal vez sea parte de mi naturaleza, porque quiero que pasen cosas, y por eso provoco que algo suceda; además, no me quiero quedar quieto, sino estar en constate movimiento.

El tiempo que ha transcurrido desde el Festival de Cannes le ha dado tiempo a digerir muchas cosas, pero ¿qué piensa de las reacciones tanto positivas como negativas hacia «The Square»?

No es que las haya leído todas y cada una de ellas (se ríe). En la edición del DVD de mi primera película, “The Guitar Mongoloid” (2004), figuran en la carátula y contracarátula los mejores comentarios extraídos de las críticas, pero cuando lo abres te encuentras con frases del estilo de «es el peor filme del año». Es una manera de provocar un poco, porque hay gente que odia y otra a las que le gusta lo que hago. Soy consciente de que con mis películas pasa eso, pero también lo soy de la calidad de mi trabajo y, como espectador, hay que encontrar el punto intermedio. Pero como te digo, no es que me dedique a leer las malas críticas de mis películas.

¿Escucha lo que le dice el público de su trabajo?

¡Por supuesto! Pienso mucho en la audiencia y creo que muchos directores lo hacen. A la hora de echar a andar un proyecto, puedes tener al público en mente de diferentes maneras y para mí es fundamental plantearme sobre qué quiero que reflexionen. Por otra parte, cuando estoy editando una película considero importante sentarme a verlo con un público a modo de visionado previo, para poder determinar el ritmo y la dinámica de la película. En una sala con setenta personas ves lo que pasa, lo cual te da una sensación completamente diferente a cuando estás inmerso en la edición. Tengo que aclarar que no me importa lo que piensa el público de la cinta, no les pregunto si la captaron o no, si les gustó o no; más bien esa proyección la uso para darme cuenta de si una escena es muy larga o muy corta, para volver a editarla.

Después de ganar la Palma de Oro en Cannes, ¿cree que pueda volver a ese festival, tal vez con un proyecto aún más grande?

Es maravilloso ganar la Palma de Oro (se ríe). Implica mucho trabajo ganarla, pero es un privilegio. Estoy dispuesto a aceptar el reto en mi próxima película y, efectivamente, sí que me ronda una idea. Se llamará “El triángulo de la tristeza”, que se refiere a la arruga que se forma entre las cejas, lo cual indica que has pasado por muchas dificultades en tu vida.

De hecho, usted lo tiene…

¡Sí, lo sé! Será por culpa de cada película que he intentado hacer. Pero eso se puede arreglar con botox. La película que tengo en mente se desarrolla en el mundo de la industria de la moda. Mi mujer (Sina Görtz) es fotógrafa de moda y me ha contado muchas historias. La belleza se puede convertir en un valor económico, porque, aunque no provengas de una familia con dinero o no tengas estudios, constituye un aspecto que puede ayudarte a escalar jerarquías. Ahora me toca investigar sobre cómo la belleza es capitalizada, cómo llega a convertirse en un valor de tipo económico. Cuando me topo con un tema que me interesa, lo que hago es rodearlo, investigar sus implicaciones, hallar los aspectos menos obvios y, por ende, abordarlo de una manera diferente, antes que plantear una historia plana sin más.

“The Square” se estrena en las salas comerciales el 10 de este mes.