Carlos Aznárez
2015/3/24

La distancia que separa a Pablo Gorostiaga de Baltasar Garzón

(...) Ahora que [Pablo Gorostiaga] ha recuperado su libertad nuevamente, y que ha podido disfrutar de abrazos (...). Ahora que con lágrimas en los ojos muchos de los presentes en la plaza del pueblo contemplaron como los nietos de Pablo le ofrecieron un “aurresku” (danza ceremonial vasca) de bienvenida. Ahora que miles de gargantas vivaron a los presos y presas, exigiendo su libertad y que en el pensamiento de muchos, ese puño levantado de Pablo, sonriente, humilde, entregado como siempre a las mejores causas, significa que hay que seguir luchando por la Independencia y el Socialismo. Ahora, a pesar de todos los pesares, le queda otra vez muy claro que vale la pena hacer de la militancia una práctica cotidiana. Que la vida de Pablo, su trayectoria de lucha, ha vencido a la doctrina de la muerte española que durante años tuvo en jueces como Garzón sus abanderados serviciales. 

La distancia que separa a Gorostiaga de Garzón es tan inmensa como la diferencia entre la libertad plena y la opresión autoritaria. Por más que el ex juez quiera disfrazarse de “defensor de los derechos humanos”, miles de Pablos están de pie, sin quebrarse, para poner las cosas en su sitio.