Siempre he dicho que los números caen como losas en la información de hechos que pasan por las noticias igual que papeles que se lleva el viento y se deshacen en la desmemoria de realidades que se quieren esconder. Son datos que llenan los informes sobre problemas sociales y humanos, que se eternizan sin solución en folios oficiales, publicados al final de cada año o trimestre de manera inteligible para que nadie asuma la gravedad de la inhumanidad que muestran. El martes 400 migrantes desaparecieron en el Mediterráneo al hundirse el barco que les llevaba a Italia. Nada nuevo. Todos los días, en ese mar azul con el sol blanco del sur, muere o desaparece algún migrante y nadie se ocupa de contarlos.

El Alto Comisionado de las NU afirma que existen 5,5 millones de desplazados. Todos huyen de las guerras que como una partida de ajedrez manejan los intereses económicos de EEUU, Europa o Israel en Libia, Siria y en otros países de África. En Nigeria, en 2014, Boko Haram secuestró a más de 2.000 mujeres y niñas y, en Gaza, los 3.500 millones que prometió la comunidad internacional tras los ataques de Israel, nunca llegaron; 19.000 viviendas siguen destruidas y 100.000 palestinos continúan sin hogar. Estos datos constituyen solo una muestra de los infinitos números criminales del capitalismo, números crueles, desolados y trágicos.