La semana pasada el cuerpo de Policía de Ridgefield (Connecticut, Estados Unidos) rendía un sentido homenaje a Zeus, un pastor alemán que sufría un trastorno degenerativo en su cadera. A sus 11 años de edad y tras más de 250 detenciones, sus compañeros y los ciudadanos realizaron una enorme procesión con patrullas policiales por las calles de la localidad como agradecimiento a su labor.

No pretendo menospreciar al animal, pero no es la primera vez que en EEUU hacen un acto de este estilo. Y tampoco me sorprenden estos eventos yanquis después de que todos conozcamos cómo les gusta la parafernalia y la demostración de poder. Parece cosa de película, pero por experiencia os puedo asegurar que tienen otra mentalidad. Hace justo poco más tres años, los Giants de Nueva York ganaron la Super Bowl, el mayor espectáculo deportivo del mundo, en el que se gastan un dineral en publicidad. A los pocos días de llevarse el trofeo, el equipo entero se paseó por las calles de la Gran Manzana hasta llegar al Ayuntamiento. Después de estar en el meollo de la fiesta, dos amigos y yo nos fuimos, como no podía ser de otra manera, a un Burger King a comer. Pues fijaos que en el interior todo el mundo estaba más pendiente de la televisión con las declaraciones de los jugadores cual discurso del presidente que de engullir su amado «fast food».

Solo es un pequeñísimo ejemplo del patriotismo de un país como EEUU, donde se creen los reyes y los más avanzados del mundo mientras aún hoy en día temas como racismo y brutalidad policial están a la orden del día.