Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
EL GENOCIDIO ARMENIO

REENCONTRARSE CON EL PASADO

JUNIO DE 1915, HUSEYIN NESIMI VA A DIYARBAKIR. DEBE COMPARECER ANTE EL GOBERNADOR POR NO CUMPLIR LOS PRECEPTOS DE LOS JÓVENES TURCOS: LA DEPORTACIÓN MASIVA DE ARMENIOS. A MEDIO CAMINO, LE MATARON, DICEN QUE POR EXPRESA ORDEN DEL GOBERNADOR RESHID. LA HISTORIA DE NESIMI, EL GOBERNANTE DE LICE QUE SALVÓ LA VIDA DE 6.000 ARMENIOS, ES UNA MÁS DE LAS QUE TIENEN HEROICAS FIGURAS OTOMANAS Y KURDAS. LAS OTRAS HISTORIAS, COMO LA DE RESHID, SE RECUERDAN CADA 24 DE ABRIL, FECHA EN LA QUE SE CONMEMORA EL INICIO DE LO QUE LOS ARMENIOS LLAMAN ‹‹GENOCIDIO››.

Entre 300.000 y un millón y medio de muertos, según vengan los datos desde Ankara o Ereván. Los que superaron el hambre, enfermedades y ataques terminaron en Siria, en ciudades como Deir el-Zor. Otros fueron más lejos: a Líbano, al Estado francés, a Argentina y EEUU. La otrora importante comunidad armenia de Anatolia ha menguado de los dos millones a apenas 50.000.

En la parte turca hay orgullo nacionalista y temor por las compensaciones que el Estado podría pagar si reconociese la versión armenia. El desacuerdo estriba en la intención del Imperio otomano de eliminar a un grupo de personas por razones étnicas. Los armenios insisten en que las masacres fueron ideadas incluso antes de 1915. Los diferentes gobiernos turcos se escudan en el caos: la I Guerra Mundial y las revueltas armenias azuzadas por las potencias cristianas, especialmente Rusia.

En Anatolia, cien años después, la sociedad se debate entre la negación pública y académica y las pujantes voces intelectuales que reclaman reconocer el genocidio. Hasta 1980 era un tema tabú, con una única verdad: un error dentro de una guerra. La llegada al poder del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) supuso el primer cambio social con un tibio intento por reescribir la inmaculada concepción de la República de Turquía: los historiadores abandonaron el temor e intelectuales como Orhan Pamuk y Elif Shafak reconocieron (para luego ser juzgados) los eventos de 1915 como un genocidio. En diciembre de 2008, doscientos académicos reconocieron ‹‹la Gran Catástrofe›› que sufrieron los armenios.

Historia pintada de blanco

Estos pasos y la llegada de internet han servido para que algunos se cuestionen el supuesto error otomano. Cemre Özbek, de 23 años, afirma que ‹‹la historia de lo que sucedió en 1915 está pintada de blanco›› en los libros de texto. Estudia Historia en la Universidad de Ankara y siente frustración por el negacionismo instaurado en la enseñanza superior: ‹‹Aquí se habla de las revueltas armenias, de la batalla de Gallipoli, pero no de lo que sucedió en abril de 1915››.

¿Según lo que sabe, hubo un genocidio? ‹‹Creo que hubo genocidio, puede que incitado por los alemanes. Los Jóvenes Turcos debían de saber lo que ocurría en el este de Anatolia››, responde calmada, para luego recordar a los occidentales que ‹‹los turcos no lo hicieron, lo hizo el Estado turco››.

Las anteriores generaciones, sin acceso a la educación, aún niegan las masacres. Es el caso de Yilmaz Türk y Orhan Gazi Aydin, dos turcos cuya versión parece sacada de los libros escolares. Están sentados a la entrada de un taller para bicicletas. Türk (70 años) lleva medio siglo con su empresa. Aydin (63) es un ex artesano que mata el tiempo junto a su amigo. ‹‹Vivimos con todos como hermanos hasta que ellos empezaron a atacarnos; fueron los armenios los que cometieron el genocidio››, dice Türk. Aydin asiente.

Cemre les excusa: ‹‹En Turquía se lee poco y la gente solo sabe lo que enseña el Gobierno. No es su culpa, es del Estado››.

Gareth Jenkins, experto de la Universidad John Hopkins, resalta la ‹‹fuerte identidad colectiva turca y el orgullo por sus antepasados: si uno crece aquí es muy difícil aceptar el genocidio. Los turcos quieren verse como víctimas, no como autores, de todo lo negativo››.

Los irregulares kurdos

En una tienda de productos para el cabello nos recibe Reshid Özer, un kurdo de 40 años. Niega que los Jóvenes Turcos desconociesen lo que pasaba. Asevera que los eventos estaban programados: ‹‹El genocidio es tan real como que soy kurdo. Sabían lo que ocurría y lo que querían››.

Los armenios, buenos comerciantes y artesanos, lograron influencia en el Imperio tras el éxodo griego precipitado por los conflictos greco-otomanos del siglo XIX. Eran famosos por el oro que almacenaban.

Los irregulares kurdos, que se hicieron con parte de las tierras regentadas por los armenios, son los terceros en discordia. Efectuaron el grueso de las masacres. En 1913 algunos de ellos conformaban las unidades paramilitares Teskilat Mahsusa, creadas por Enver Pasha para controlar los disturbios en Anatolia. Los kurdos se han resguardado durante años en el engaño otomano y en la ignorancia pero, a diferencias de los turcos, definen lo ocurrido en 1915 como un genocidio. Özer repite con seguridad que ‹‹los kurdos hicimos la masacre. La gente lo hizo por puro beneficio››.

‹‹Estoy de acuerdo, los kurdos masacraron a los armenios. Sucedió hace mucho y estamos pagando un precio alto. Vivimos juntos en estas tierras y entre nosotros es obligatorio que haya confianza, compartir los hechos››, dice por e-mail Februniye Akyol, coalcaldesa asiria en Mardin por el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos.

Con el tiempo nuevas vidas se desarrollaron en las tierras que pertenecieron a los armenios. Las compensaciones morales y económicas –las penales son imposibles porque los responsables han fallecido– se han convertido en un asunto espinoso que, según Cemre, impide el reconocimiento: ‹‹La cuestión económica es importante; tendrían que pagar mucho dinero››.

Jenkins sabe que ‹‹será muy difícil devolver las propiedades tras cien años››, pero remarca que Ankara no hace lo suficiente: ‹‹Siempre rechazó pagar o devolver las propiedades. Es obvio que en ciertas áreas podría hacer mejores contribuciones: localizar los títulos de propiedad y pagar las compensaciones a sus descendientes››. Mientras turcos y kurdos tratan de digerir la historia negada, los armenios de Anatolia sufren una discriminación religiosa que, según Jenkins, podría ir a peor si la diáspora continúa con sus campañas. Este colectivo repartido por el mundo suma más del doble de los habitantes de Armenia y busca con ahínco el reconocimiento internacional del genocidio, más aún que la deprimida Ereván, ansiosa por el oxígeno económico que le daría reabrir la frontera.

La promesa de Obama

Alemania, Israel y EEUU aún niegan que el objetivo otomano fuese la aniquilación. Diferentes gobiernos norteamericanos han coqueteado con el término pero nunca se han atrevido a irritar a Ankara, esencial para sus intereses. Obama prometió en campaña que reconocería el genocidio. Pero como muchos otros líderes necesitados del apoyo del lobby armenio, no ha podido pronunciar la temida palabra G durante sus dos mandatos. Tampoco la pronunciará, según la diáspora, en el centenario, una decisión que garantizará a la Casa Blanca el uso de la base aérea de Incirlik y el tránsito de la logística bélica a Irak y Afganistán.

Como cada año, Ankara niega las masacres intencionadas y ataca a quienes le contradicen. Etyen Mahçupayan, consejero armenio del primer ministro Davutoglu, fue prejubilado por reconocer públicamente el genocidio. Los actores internacionales también han recibido los ya clásicos reproches turcos: Erdogan recordó al Papa que la Historia no es asunto de religiosos y menospreció al Parlamento Europeo cuando declaró que ‹‹lo que diga la UE sobre Armenia nos entrará por un oído y nos saldrá por el otro››.

El AKP serpentea con esta causa para obtener rédito para su visión neo-otomana. Jenkins encuadra los buenos gestos del Ejecutivo dentro ‹‹del desprecio del AKP por los Jóvenes Turcos. Ahora tendrían que expresar su tristeza por las matanzas armenias de Abdulhamit II, al que admiran››. Insiste en que la mejor estrategia ‹‹sería recordar a todas las víctimas étnico-religiosas del siglo XIX y XX››: ‹‹El Gobierno podría llamar la atención con las víctimas musulmanas en Europa y el Cáucaso››.

Ankara centra sus esfuerzos en silenciar en Anatolia los ecos del genocidio: piensa en las elecciones de junio. Ha hecho coincidir la conmemoración de la batalla de Gallipoli, que generalmente se celebra el 18 de marzo, con la del genocidio, un evidente intento por boicotear una fotografía en la que los armenios recordarán su trauma y los turcos revivirán su paranoia.

Jenkins cree que, desde el punto de vista psicológico, ‹‹esa irracionalidad y perseverancia en negar la realidad es insana. Espero que algún día los turcos puedan mirar su historia con calma y objetividad y ver lo negativo y lo positivo. Necesitarán varias generaciones››.