Raimundo Fitero
DE REOJO

Pólvora

Es misión imposible establecer un orden de prioridades cuando ha sido uno bombardeado desde todos los canales televisivos o radiofónicos con toda suerte de armamento de destrucción masiva de la realidad o de la estructura social y política. La campaña no es otra cosa que una alteración de las relaciones establecidas en el desordenado equilibrio entre las fuerzas políticas como argamasa de una sociedad que se resquebraja. Las encuestas son balas trazadoras de efecto retardado que van construyendo unos deseos que en ocasiones se convierten en realidad pactada.

Es difícil para un ciudadano no adicto aceptar la prepotencia televisiva de la marquesa de los ricos Esperanza Aguirre. Pero su presencia es constante durante las veinticuatro horas del día y en todas las cadenas y canales. Logra estar ahí para mentir, para reconducir su mundo corrupto en una acta de virtualidad democrática. La otra noche defendía a la vez la vida y la propiedad. Sí, la propiedad privada, se entiende. ¿Alguien da más? Colocar en el mismo plano el derecho a la vida y el derecho a la propiedad es algo tajante. Allá cada cual con su voto.

Pablo Iglesias, cuando todavía era un proyecto, un asesor, un profesor universitario con programa de televisión en internet de poca repercusión, dijo una frase que hago mía: «La televisión es a la política, lo que la pólvora a la guerra». Lo que sucede es que también hay pólvora mojada.

Y desde la pólvora a las ojivas nucleares han pasado millones de muertos, cientos de episodios de destrucción. En los programas televisivos hay diferencias entre los que usan pólvora, trilita o productos químicos. Los medios de comunicación de masas son bombas de racimo cargadas por los intereses económicos al servicio de los que defienden la propiedad como bien supremo.