Soledad Galiana
ELECCIONES EN GRAN BRETAñA

Conservadores y nacionalistas escoceses revolucionan el panorama político británico

Los resultados del Partido Nacionalista Escocés han definido los resultados de las elecciones británicas, forzando la crisis del partido laborista y eclipsando la mayoría conservadora en Londres.

El guion de estas elecciones británicas no le envidia nada en absoluto a un capítulo de la serie Juego de Tronos: no se cumple ninguna de las expectativas y acaba en un baño de sangre. Claro está que las expectativas en este caso se basaban en encuestas de opinión que una vez más han subestimado el voto conservador y sobreestimado el laborista, y no han podido imaginar la dirección que tomaría el voto indeciso. Por supuesto, las empresas encuestadoras se defienden apuntado a que los resultados definitivos se encontraban dentro de los márgenes de error (ese 3 %-4 % que cuando se produce en direcciones divergentes provocan resultados como los de la noche del pasado jueves en Gran Bretaña).

Claro está, las encuestas a pie de urna fueron mucho más acertadas en su previsión de los resultados. Y algunos de los políticos que inicialmente se habían apoyado en los resultados de las encuestas previas se apresuraron a rechazar unos resultados que perjudicaban a sus partidos.

De hecho, durante el programa de la BBC en la noche del viernes, Paddy Ashdown, de los Liberales Demócratas, afirmó que se comería su sombrero si se cumplían las previsiones a pie de urna… Esperemos que no se le atragante tanto como al líder de su partido, Nick Clegg, los resultados.

En cuanto al baño de sangre, este se inició durante el recuento, cuando pesos pesados de la política británica comenzaron a caer víctimas del nacionalismo escocés (como el líder laborista escocés Jim Murphy, el portavoz de Asuntos Exteriores laborista Douglas Alexander, el que fuera líder de los liberales Charles Kennedy o el secretario de estado del Ministerio de Finanzas, el liberal Danny Alexander) o de los conservadores (el secretario de Estado de Negocios, el liberal Vince Cable, o el portavoz de Finanzas, el laborista Ed Balls).

La masacre del voto liberal, que ha pagado con 48 escaños su coalición de gobierno con los conservadores para quedarse con tan solo ocho diputados, exigía el sacrificio del líder del partido.

Nick Clegg fue el segundo líder político en el orden de dimisión en la mañana del viernes. A este tan solo se le adelantó el líder del partido xenófobo UKIP.

El partido consiguió el 13% de los votos, pero tan solo un diputado (es lo que tiene un sistema electoral construido para favorecer el bipartidismo, donde el número de votos no es tan importante como la distribución), y Nigel Farage cumplió su promesa de dimitir tras fallar en su séptimo intento de resultar elegido al parlamento de Londres en el distrito de Thanet South. En su columna en el diario “The Guardian”, Stuart Heritage recogía nueve razones para sonreír tras las elecciones, y la primera es la derrota del UKIP en Thanet South: «Nigel Farage, el hombre que representa los peores excesos de la extrema derecha había enlazado su futuro político en ser elegido por este empobrecido pequeño rincón de Inglaterra. Pero al final, la bondad venció. Dios te bendiga. Dios os bendiga a casi cada uno de vosotros».

La última cabeza en caer fue la de Ed Milliband. El laborista, que se enfrentó a su hermano por el liderazgo del partido hace cinco años, señalaba en su encuentro ante los medios que su discurso no era el que había planeado.

Quizás si las encuestas de opinión hubieran sido más acertadas, y las expectativas de los laboristas menores, la caída no habría sido tan dura, a pesar de los cuarenta escaños laboristas que han desaparecido a manos de los nacionalistas escoceses. Y lo que hace más difícil la recuperación es que la eliminación del heredero natural al «trono», Ed Balls, complicará al recuperación laborista.

Los analistas y periodistas ya manejaban casi una docena de nombres para la posible sucesión, pero ninguno de ellos con el perfil público necesario para erigirse como favorito.

Y los conservadores, mientras tanto celebran. Entre otras cosas porque esta es la segunda vez en la historia reciente que un partido en el gobierno mejora su resultado electoral (Thatcher lo consiguió en los ochenta). Y muchos se preguntan cuál es el secreto de un partido que se ha dedicado cinco años a minar servicios públicos e implementar políticas de austeridad. Desde el punto de vista técnico –la campaña electoral– es un mensaje simple y sencillo: «la economía va bien» y «los laboristas dejaron el país en la ruina»; y la explotación del nacionalismo inglés al denunciar que una posible alianza informal entre laboristas y nacionalistas escoceses.

Precisamente ese ataque furioso contra el nacionalismo escocés en su intento de aplacar el posible empuje laborista podría pasarle factura al líder conservador y primer ministro británico, David Cameron. En su discurso hizo referencia a la unidad del Reino Unido, a la reconstrucción de lo destruido durante la campaña.

Y es precisamente en el norte donde se mantiene la esperanza. El mapa de Escocia se tiñe de amarillo, el color de los nacionalistas escoceses, con 56 escaños de 59, y Nicola Sturgeon se erigen como la esperanza de aquellos que añoran las políticas de izquierda del antiguo laborismo.

Tanto es así que los votantes del norte de Inglaterra preguntaban si podían votar por el SNP. Un incremento de 50 diputados, un 5 % del total de voto, y el que fuera primer ministro escocés, Alex Salmond, diputado en Londres.

Sturgeon se resiste a anunciar el fin del Reino Unido, prefiere esperar a las elecciones escocesas del año que viene, pero si los resultados de ayer se trasladan al parlamento escocés, tendremos otro referéndum de independencia a la vista en un contexto político distinto.

La victoria escocesa se enmarca en un discurso diferente, contra las políticas de austeridad, europeísta, frente a los discursos liberales, laboristas y del UKIP, que poco distaban de lo que ofrecían los conservadores. Milliband, Clegg y Farage se ofrecieron como distintas versiones de Cameron, y ante las versiones, los votantes han optado por el original.