G. MARLETTA - Romeo GACAD
Langsa (Indonesia)

INDESEABLES EN BUENA PARTE DE ASIA, PERO BIENVENIDOS EN LA ISLÁMICA ACEH

Se ganan la vida en el mar y dan todo lo que pueden. A diferencia de los gobiernos del Sudeste Asiático, los habitantes de la provincia indonesia de Aceh reciben con los brazos abiertos a cientos de inmigrantes, musulmanes como ellos, que llegan a sus costas.

Muchtar Ali rompió a llorar cuando divisó, en la costa de Indonesia donde habitualmente lanza sus redes, una embarcación con cientos de refugiados que había estado a la deriva durante muchos días y se había convertido en emblema de la crisis de los migrantes en el Sudeste Asiático.

«Me quedé sin palabras», declaró el pescador a AFP, al recordar el momento en el que vio el barco sobrecargado con 400 personas a bordo. Muchos de ellos, de la minoría musulmana rohinyá de Myanmar, considerada por la ONU una de las más perseguidas del mundo. «Al verles, mis amigos y yo nos echamos a llorar, parecían tan hambrientos, estaban tan flacos», añadió este pescador de Aceh, en el norte de la isla de Sumatra.

La falta de noticias sobre esta embarcación, con la que se perdió el contacto el pasado 14 cuando fue vista a la deriva cerca de la costa tailandesa, aumentó la angustia sobre su suerte. El barco, abandonado en el mar por los traficantes, centró la atención internacional al aparecer en unas imágenes difundidas por AFP que mostraban un helicóptero de la Marina tailandesa lanzando comida a sus hambrientos y sedientos pasajeros, que se arrojaban al mar para coger los víveres, antes de ser alejado de sus costas.

«Debemos ayudar a nuestros hermanos musulmanes. ¿Cómo podemos no ayudar a gente en tal situación de indigencia? Sería un gran pecado», aseguró Ali.

Los inmigrantes gritaron pidiendo ayuda y aunque no pudo saber de su odisea en el mar al no hablar su idioma, bastaron las palabras «musulmanes, islam» para tranquilizar a los rohinyás que huyen de la discriminación y la persecución en Myanmar.

Los rohinyás que viajaban a bordo, entre ellos 140 mujeres y niños, llegaron en un «estado de agotamiento total», explicó Chris Lewa, de la organización Arakan Project, que intenta censar a los que llegan en los barcos.

Según el testimonio de dos pasajeros, la embarcación fue perseguida en aguas tailandesas y malayas, antes de conseguir acabar su odisea en Indonesia. «La segunda vez, los malasios vinieron armados y dijeron que dispararían si volvían», señalaron, sin precisar si se trató de la Marina.

Por su parte, las autoridades tailandesas se limitaron a lanzar víveres e insistieron en que los migrantes querían ir a Malasia.

Este nuevo grupo rescatado el miércoles por pescadores de Aceh se sumó a los más de 1.300 que ya se habían refugiado en esta provincia islámica de Indonesia, la única del archipiélago donde se aplica la sharia (ley islámica). Allí, la mayoría de sus habitantes, consternada por la política de su Gobierno en esta materia, abre sus brazos a quienes consiguen llegar a sus costas.

«Necesitan nuestra ayuda»

«Necesitan nuestra ayuda. Estaban en un estado deplorable, indigente, tenían hambre y sed», sostiene Cut Gaya, una estudiante de 18 años. «Como seres humanos, tenemos que ayudarles, sobre todo porque se trata de nuestros hermanos musulmanes», añade.

Sus habitantes tienen empatía con quienes sufren, tras haber padecido en tres décadas un conflicto armado separatista que se acabó en 2004 y ese mismo año un fuerte terremoto que provocó un devastador tsunami que causó cerca de 170.000 muertos en la provincia. Pero su simpatía se manifiesta, sobre todo, con la minoría rohinyá.

Sorprendidas por la llegada de los exhaustos refugiados, las autoridades se esfuerzan por darles comida y refugio, pero sus recursos son insuficientes. Cuentan, eso sí, con la ayuda de los habitantes de la provincia, donde la pobreza es mayor que en el resto de Indonesia. Desde el comienzo de esta crisis, la gente de Langsa, un pequeño pueblo de pescadores, aporta regularmente mercancías en los refugios, mientras los voluntarios hacen lo imposible por recoger huevos, fideos, ropa y productos de higiene. En los campos cercanos, los lugareños juegan al fútbol con los niños de los centros de acogida, proporcionándoles momentos de respiro.

Muchos refugiados experimentan su solidaridad antes incluso de poner un pie en Aceh, cuando son rescatados por los pescadores que desoyen las órdenes del Gobierno de Indonesia de no hacerlo.

«Nosotros les ofrecemos una primera ayuda, les damos comida y bebida y un lugar cómodo para quedarse», dice Sadikin, funcionario de los servicios de emergencia.

Una vez en tierra, los migrantes se enfrentan a una larga espera, a veces de meses, para que su solicitud de asilo sea atendida.

«Cuando se produjo el tsunami de Aceh, gente de todo el mundo vino a ayudarnos, sin tener en cuenta raza, etnia o religión», señaló Muhammad Hamza, uno de los organizadores de la ayuda. «Ahora es el momento de mostrar humanidad, ayudando a los rohinyás», agregó.

La organización musulmana más grande de Indonesia, Nahdlatul Ulama, condena la decisión del Gobierno de prohibir el acceso a sus costas de los barcos con migrantes y refugiados. «Si dejamos que mueran en el mar, ¿dónde está nuestra humanidad?», se preguntó Teungku Faisal Ali, presidente de su filial en Aceh.

Para Steve Hamilton, jefe adjunto de la misión de la Organización Internacional para las Migraciones en Indonesia, la reacción de los vecinos de Aceh es, cuando menos, «fantástica», pero afirma que no es extraño a la vista de los sufrimientos padecidos. «Ellos vivieron las mismas tragedias y saben lo que significa perderlo todo», subraya.