Joseba SALBADOR
DONOSTIA
Elkarrizketa
ENRIQUE CASTELLÓ
CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA DE LA EMPRESA

«Las fundaciones bancarias deben preservar los principios de las cajas»

El catedrático Enrique Castelló trajo a Donostia un mensaje de apoyo a las cajas de ahorro y cooperativas de crédito porque, además de su función financiera, cumplen también «una función social y de cohesión territorial». A su juicio, resulta imprescindible que mantengan sus principios fundacionales y considera que la transformación en fundaciones bancarias no debería por qué impedirlo.

Enrique Castelló (Torrent, Valencia, 1944) es catedrático de Economía de la Empresa en la Universidad Complutense de Madrid y profundo conocedor de las cajas de ahorro y las cooperativas de crédito de Europa. Intervino el pasado sábado en Donostia en el congreso organizado por la asociación Ekoneus y la UPV-EHU para tratar de arrojar algo de luz sobre el complejo proceso de reestructuración del sistema financiero, que ha terminado provocando la bancarización de las cajas.

En el año 2005, elaboró un estudio sobre «liderazgo social de las cajas de ahorros» en el que ya adelantaba los riesgos que podían sobrevenir a estas entidades en cuanto a pérdida de sus señas de identidad, «fundamentalmente por las políticas de expansión y de inversiones, más propias de los bancos».

Usted ha estudiado en profundidad la situación de las cajas y cooperativas de crédito en Europa. ¿Cuál es la realidad de estas entidades en el contexto europeo?

En primer lugar, hay que decir que no existe un modelo único de cajas de ahorros en la Unión Europea. Hay países en los cuales las cajas son sociedades anónimas, en los que son sociedades públicas, y en los que son fundaciones. Pero con independencia de la naturaleza jurídica, son instituciones que mantienen sus tres funciones principales: la financiera, la social y la de cohesión territorial.

Y en lo que respecta al Estado español, ¿cuál es el panorama?

En el sistema crediticio español, tradicionalmente ha habido tres grandes grupos: los bancos, las cajas de ahorros y las cooperativas de crédito. Estos dos últimos grupos son los que configuran lo que podríamos llamar las entidades de crédito de la economía social, habida cuenta del importante papel que llevan a cabo en favor de la comunidad o en beneficio del interés general. Téngase en cuenta que en el Estado español las cajas de ahorros, en sus apellidos, se han identificado siempre con su zona geográfica de actuación. Y algo similar ocurre con las cooperativas de crédito.

Sí, pero con la reforma del sistema financiero, esto ha cambiado de arriba abajo.

Efectivamente, el nuevo mapa financiero español no tiene nada que ver con el de antes de la crisis. Ha habido movimientos corporativos importantes, como procesos de fusión, de absorción, nacionalizaciones... a lo que se ha añadido la bancarización de las cajas a causa de la Ley de Cajas y Fundaciones Bancarias. Antes de la crisis financiera había 45 cajas de ahorros y hoy, después de la reforma financiera, han quedado once grupos financieros. Y en cuanto a las cooperativas de crédito, antes había 80 y hoy son 65. Esto ha provocado una fuerte concentración sectorial, que contrasta con la atomización de Alemania y Austria.

Precisamente, ese proceso de bancarización que usted menciona, ¿no está dificultando el mantenimiento de la labor en favor de la comunidad?

Como decía antes, si salvamos la naturaleza jurídica de unas y otras, tanto las cajas de ahorro como las cooperativas de crédito, desde el punto de vista funcional, tienen factores comunes que los diferencian de la banca tradicional, sobre todo en lo que se refiere a la distribución de sus excedentes. El buen hacer se mide en la cuenta de resultados y, obviamente, lo primero es tener beneficios, en caso contrario no tendría sentido desde el punto de vista de empresa. Ahora bien, ese beneficio, ¿cómo se distribuye? Por un lado están las reservas, para fortalecer los recursos propios, y por otro lado está la obra social, que va en beneficio de la comunidad, y esto es lo que a mi entender demanda la sociedad del siglo XXI. Y por tanto, ese papel más que centenario de estas instituciones es lo que hay que preservar.

En vista de la deriva que han cogido las cajas vascas una vez transformadas en fundaciones bancarias privadas, ¿hay forma de revertir esta situación?

A veces, el nombre es lo de menos. A mi modo de ver, lo que hay que hacer, con independencia de la transformación impulsada por las circunstancias, es no perder los principios fundacionales de las cajas de ahorros. Por ejemplo, promover el ahorro popular, contribuir al desarrollo regional y local, dinamizar a los tiempos actuales el papel de la obra social, lo que llamamos el dividendo social frente al dividendo privado del banco. Siendo entidades con su origen en el siglo XIX, han demostrado sobradamente su habilidad para adaptarse a los cambios.

Las cuestiones que se están planteando en este congreso son qué sucede con la gobernanza de las cajas y qué va a pasar con la obra social.

Son unas interrogantes lógicas, ante las que debemos defender a ultranza ese papel de mejora de los órganos de gobierno, sobre todo desde el punto de vista de la profesionalidad y la gestión, en cualquier entidad. Y sobre todo, que no merme el impulso que las cajas han dado a la economía de sus respectivos territorios a través de la obra social. Por tanto, cuando una institución como una caja se mantiene fiel a sus principios, no existe merma de sus señas de identidad y son consecuentes con sus orígenes tradicionales y con sus raíces históricas, pues evidentemente la cultura de caja debe subsistir. De hecho, hay incluso instituciones bancarias que están emulando en su forma de hacer a una caja de ahorros.

¿Sí? ¿Dónde sucede eso?

En Europa y en el Estado español. Cada vez está más extendida la tesis de la diversidad. Es decir, para que un sistema financiero sea sólido y estable debe tener diversidad en cuanto a modelos de negocio bancario –banca mayorista, banca minorista...– así como complementariedad, no exclusividad. Que sea compatible el banco, desde el punto de vista de sus accionistas o «shareholders», con los grupos de interés de la entidad o «stakeholders», donde hay participación no solo de las entidades fundadoras, sino de otros agentes como los empleados. Porque es un modelo democrático y participativo, que es además bien valorado por la ciudadanía. Hoy, lo que más se reclama, son alternativas al modelo tradicional de banca.

El modelo de transformación de las cajas en fundaciones bancarias, ¿se ha dado también en otros estados europeos?

No en todos. La reforma del sistema financiero español está siguiendo el modelo italiano, donde las cajas tenían un gran arraigo, y se procedió también a separar el negocio estrictamente bancario de la obra social, allá por los años 90. Lo que sucedió es que el ministro italiano Giulio Amato, que dio nombre a la ley, posteriormente se arrepintió de haberse «cargado» las cajas de ahorros, ya que otra ley posterior obligó a las fundaciones a reducir su participación, lo que provocó que las cantidades destinadas a la obra social fuesen mermando.

¿No es eso lo que está ocurriendo precisamente en las cajas vascas, a las que se quiere obligar a reducir su participación en el banco por debajo del 50% para evitar la dotación de un fondo de reserva de más de 700 millones de euros?

En el fondo, lo que se quiere primar son los resultados. Lógicamente, si una institución se dedica a los servicios financieros, como su propio nombre indica, lo que prima es la calidad del servicio que dé al cliente. Pero si estamos hablando de un modelo de «stakeholders» o de grupos de interés, tiene que tener alguna participación como hasta ahora, al menos si queremos un modelo plural. En cualquier caso, todo eso va a depender de cómo se desarrolle el modelo de negocio bancario. Es decir, si siguen con el negocio tradicional adaptado a los nuevos tiempos bajo el prisma de la profesionalidad y de la diversidad, evitando exhuberancias irracionales y generando eficiencia y mejorando la rentabilidad, esto permitirá seguir manteniendo la importante labor social en beneficio de la comunidad vasca.

Volviendo a Europa, ¿existe otro modelo que pueda servir de referencia?

Está el caso francés, donde las cajas se transformaron en cooperativas de crédito. Ahora bien, había una razón de peso, y es que el Estado quería que las cajas de ahorro vinieran a cubrir necesidades concretas de la economía francesa, como desarrollar con más intensidad las prestaciones sociales. Por el contrario, en el modelo inglés, estas entidades se transformaron directamente en sociedades anónimas, con lo cual perdieron sus raíces.

Por lo tanto, queda claro que no era «obligatorio» transformar las cajas en fundaciones.

Hombre, si se hizo esa ley, estamos obligados a cumplirla. Otra cosa es que se hubiesen podido estudiar otras vías alternativas, incluso haber seguido siendo cajas.

«Las cooperativas de crédito han generado empleo en época de crisis»

En febrero de 2015, Enrique Castelló elaboró un dictamen para el Comité Económico y Social europeo sobre las cajas de ahorro y las cooperativas de crédito.

¿Se puede decir que las cooperativas de crédito gozan de buena salud?

Así es. Las cooperativas de crédito, que han sido siempre competidoras de las cajas de ahorros, han generado empleo en época de crisis. Ha habido algunos casos excepcionales en los que no han sido bien gestionadas, como en cualquier otra empresa, pero sí gozan de cierta popularidad porque dan opción, al ser cooperativas, de tener sus socios y por lo tanto de participar en las decisiones.

¿Cómo ve el modelo de Laboral Kutxa, surgida de la fusión con Ipar kutxa?

Sin duda alguna, dentro de lo que es el sistema de cooperativas de crédito, es un modelo referente, de ayer y de hoy. Es una institución democrática, plural y participativa. Lo que hay que hacer, como principio de empresa, es gestionarla eficientemente.

Como cajas de ahorros, estrictamente, solo quedan dos en todo el Estado.

Efectivamente, la valenciana Caixa Ontinyent y la mallorquina Caixa Pollença que, precisamente, eran las últimas en los ranking de importancia y tamaño. Y ello supone una prueba empírica de la importancia que tiene el carácter territorial de estas instituciones en su mercado. Es decir, aun siendo de reducido tamaño, satisfacen las necesidades de su zona de actuación y, por lo tanto subsisten. Sobre todo, porque no se han desviado de sus principios fundacionales. Y es que el riesgo que han tenido las cajas es que, debido a la crisis, se han obsesionado por el tamaño, y eso es peligroso. No por ser más grande se es más rentable. Yo suelo decir que prefiero una entidad fuerte que no grande. Y estos dos son los ejemplos de que entidades pequeñas pueden ocupar los primeros puestos del ranking del sistema bancario estatal.