Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
GUILLERMO FERNÁNDEZ MUTILOA
GUITARRA Y COMPOSITOR DE WILHELM

«Es difícil llevar una banda con una jerarquía tan vertical y no volverte loco»

Alrededor de 2011 surgía en Iruñea Wilhelm and the Dancing Animals, con un debut sorprendente, «The war of the species» (2012), entre el pop, el indie y el folk. Tras una larga espera, este año se publica «How high Lily?», solo como Wilhelm, con menos folk más rock y una ruptura.

Wilhelm and the Dancing Animals fue uno de los proyectos de inicio de década más singulares de la escena vasca y estatal. Al punto de que «The war of the species” se publicó en cedé en Japón y en vinilo en el Estado francés.

Tras una incómoda espera por falta de noticias, hace unos meses llegaba«How high Lily?», que también será editado en Japón. Con todo, lo más extraño del caso es que Guille, en plena salida de este disco, decide romper ligaduras y tomar el camino de solista, aunque manteniendo el nombre de Wilhelm, al menos por ahora. Él lo creó desde el ordenador de su casa –con una intuición brutal– y él aprieta la tecla “delete” para afrontar un nuevo destino sin miedos y con fe en sus posibilidades.

“How high Lily?” es un disco, en grueso, más rockero que su predecesor; crepuscular en matices como “Heila” o “Katie”. Mantiene un excelente gusto por la mezcla de armonías vocales atrevidas, más fases rítmicas muy expresivas. Aparenta ser un álbum descubierto en una primera escucha, pero es más sesudo y complicado que la dinámica de una primera impresión; en especial por las texturas rítmicas, el cruce vocal repleto de lianas, las teclas reversibles, los ritmos desquiciados, a veces extraños, y las guitarras con más empuje.

La mayoría de las canciones se han despojado de los elementos más acústicos del disco anterior, por lo que el lado folk o se ha perdido o ha quedado en detalles. Con todo, las composiciones de Guille son el eje sobre el que giran los dos discos, pieza por donde se unen con acusada personalidad y a pesar de los cambios de estilo. Hay vida.

El disco suena internacional, y no es de extrañar que en Japón deseen editarlo, como el anterior. “Erin’s song” sería un hit en la escena pop internacional y solo el parco destino, el lugar de salida, lo cercena. Hay más canciones disparadas: “Heila”, “Wings of hate”, “Sin” o “Whilhelm’s kingdom”, delicado y original corte que cierra disco y lo une, en cierta medida, con el disco debut.

¿La decisión de ruptura en plena promoción del disco supone un arrebato o un tipo hartazgo acumulado en silencio?

Por un lado fue una mezcla de arrebato y hartazgo tal como lo defines, y, de otro, la decisión más cuerda que he tomado en mi vida. Llegué a la conclusión de que no estaba siendo fiel a mí mismo. Wilhelm&TDA era un proyecto que yo manejaba casi en su totalidad: composición, grabación, comunicación, producción, etc, etc, etc. Me absorbió por completo y empecé a obsesionarme con el querer llegar a más, ser mejor, y tener éxito. Todo eso tiene un precio y lo pagó la música, ocupando el lugar más bajo en la lista de tareas. En ese momento fue cuando me di cuenta de que eso no es lo que quiero hacer con mi pasión. De hecho, el concepto del disco tiene mucho que ver con esto: habla de a qué altura estás realmente (“How High Lily?”), por lo que la separación es la respuesta a la pregunta. Wilhelm&TDA está muerto, pero feliz y orgulloso de haber creado lo mejor que he hecho hasta la fecha. No tengo que demostrar nada a nadie por eso desaparezco.

El disco ya llegaba con solo el nombre de Wilhelm.

El disco tiene mi firma en la música y la de Helen en las letras (más o menos). Su composición la empecé hace un par de años y poco a poco fui grabando ideas en mi estudio. Fue un largo trabajo, me tiré un año entero invirtiendo todas las tardes en su composición y otros tantos meses en su grabación. El resto de la banda son colaboradores porque realmente yo compuse cada una de las notas y golpes del disco, excepto algún arreglo. Parece que lo digo con orgullo y puede sonar un poco narcisista, pero no es así, es precisamente esto parte de la causa que hizo que Wilhelm&TDA desapareciera. Es muy difícil llevar una banda con una jerarquía tan vertical y no volverte loco. Ahora mismo pienso que para hacer cosas conjuntamente con otras personas, sólo las puedes hacer si reina el mismo espíritu, y en mi caso, pasión. Si no lo hay, prefiero hacerlo solo..

Usted era batería –Dead Means Nothing, Qwar y Antigua y Barbuda, ¿sintió otra necesidad expresiva?

Sí, y de hecho me vino muy bien para apreciar la música como medio de expresión. Los baterías solemos centrarnos únicamente en ritmo, técnica, precisión... Eso para mí no es música, es habilidad. Ahora que sé más o menos lo que es componer y lo que se siente al hacer una canción, al intentar expresar una idea, es imposible que me desprenda de ello. Seguiré componiendo porque es lo que más me hace feliz en la vida. Seguir con esta manera de enfocar tu trabajo artístico, sin necesidad de tener la aceptación mediática ni la dependencia del feedback social, te hace ser más libre y más sincero con la música.

¿Tiene sus prontos, su necesidad de ruptura?

Seguro que tiene un origen en mi infancia... El concepto de éxito de mi padre ha tenido que influir en mi conducta. Pero como no me he sicoanalizado diré que a día de hoy, creo que consumo los grupos. Lo que se podría hacer en un periodo de cinco años yo lo intento en uno con los contras que eso conlleva. La vida de un grupo tiene cartuchos, si los gastas al principio.... Además no soy capaz de hacer dos veces lo mismo, no me motiva, y hacer música va de eso, de motivarse. Lo que me emociona es sentir la sensación de plenitud que me da cuando compongo algo y me lo llevo a casa para escucharlo 30 veces seguidas mientras hago la cena. Para eso tengo que tener retos ambiciosos, cambios y sentirme vivo, por eso tanto cambio

¿Y cómo prevé su carrera en solitario?

Algo que sea muy visual, con luces, y con muchos instrumentos que voy tocando, grabando y sampleando, pero no tengo prisa. Quiero que sea algo conceptual, una sensación más que un directo al uso. Una performance donde suceden cosas musicales pero no un show de canciones, puesto que estando solo, no me gustaría ni a mí.