Gloria LATASA
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Arco de rueda

En un curioso ejercicio circense de “Más difícil todavía”, son varias las circunstancias que tienen que converger en el cielo para que éste sea capaz de ofrecernos un maravilloso espectáculo. Se trata del llamado Arco de rueda o Rueda de arco, un fenómeno óptico que no parece nada fácil de encontrar.

El primer requisito que se tiene que dar es que haya un arco iris en el cielo. Y para que esto ocurra, el sol tiene que encontrarse a un lado de la atmósfera –foco que ilumina la escena– y al otro lado tiene que haber una cortina de lluvia –pantalla sobre la que se refleja el arco–. El fenómeno en cuestión puede aparecer por sorpresa ante nuestros ojos o podemos «ir a buscarlo». Para ello, sólo tendríamos que ponernos de espaldas al sol y mirar hacia la zona en la que se está produciendo la precipitación.

Una segunda condición, necesaria para que se forme el espectáculo completo, es que se sitúe alguna nube entre el sol y la lluvia. De esa manera, queda impedida la iluminación total del arco iris y se producen zonas de sombra sobre el mismo. Así que, en vez de ver un arco completo, lo que se puede observar es una línea discontinua de colores y de sombras.

En tercer lugar, las sombras producidas por la ocultación de los rayos que desfiguran el arco tienen que proyectarse hacia el interior del mismo, convergiendo en su centro, en un lugar conocido como punto antisolar. Estas sombras retroproyectadas (se llaman así porque son vistas desde atrás, desde el lado en el que está situado el espectador) producen un efecto que nos haría pensar en los «radios» de una rueda, que es lo que parece estar dibujado sobre el cielo.

Para rizar un poco más el rizo, si las nubes que proyectan las sombras se movieran con rapidez por el cielo, podríamos tener la sensación de que las sombras también lo hacen y todo el fenómeno parecería ser una rueda de color en movimiento. Un regalo para la vista que explicaría con claridad el nombre por el que se conoce a este fenómeno óptico tan curioso como complejo.