Jaime IGLESIAS
MADRID
Elkarrizketa
JORGE DENTI
DIRECTOR DE «LA HUELLA DEL DOCTOR ERNESTO GUEVARA»

«La percepción de su función social como médico determinó el compromiso del Che»

Argentino de nacimiento y mexicano de adopción, Jorge Denti (Buenos Aires, 1943) se considera ciudadano del mundo sin renunciar a su identidad latinoamericana, algo que queda patente en su vasta trayectoria como cineasta. Miembro de una generación que creció alimentada por el legado del Che, a él ha dedicado su último documental.

En “La huella del doctor Ernesto Guevara”, que acaba de estrenarse, el veterano director se sirve de un exhaustivo trabajo de documentación audiovisual para mostrar las experiencias que llevaron a un joven médico argentino a convertirse en un icono revolucionario.

¿Es cierto que este documental parte del deseo que le expresó a usted Ernesto Guevara Lynch, padre del Che, de que alguien realizase una película sobre su hijo anteponiendo el hombre al mito?

Más que un deseo fue una sugerencia, pues hace ya algunas décadas me comentó: «A Ernesto seguro le hubiera gustado que le retratasen tal cual fue y no como un ser legendario». Con aquello se refería a dar a conocer al joven aventurero, al mochilero, a aquel que deambuló por el continente anteponiendo la función social de su formación como médico a su desempeño profesional.

Según usted hay dos Ernesto Guevara. ¿Qué momento marcaría el punto de inflexión entre uno y otro?

Para mí esto ocurre durante su estancia en Guatemala, coincidiendo con el golpe de Estado que, auspiciado por EEUU, derrocó las políticas reformistas de Jacobo Arbenz. Es en ese momento cuando en él aflora un compromiso claro, coincidente en el tiempo con la redacción de “El médico latinoamericano”, libro donde pretendía establecer las prioridades para el ejercicio de la medicina a partir de la realidad social del continente. Y ese libro lo comienza a escribir en Guatemala. Antes de su estancia en Guatemala Ernesto no era marxista. En Perú había conocido la obra de José Carlos Mariátegui, es cierto, como también lo es que su posicionamiento estaba muy condicionado por la militancia comunista de su íntima amiga Tita Infante, pero él no tenía un pensamiento marxista desarrollado. Su posición era más la de un humanista que conocía y admiraba a los poetas españoles exiliados, a gente como Machado o Miguel Hernández, a los que llega gracias a su tío que fue corresponsal durante la Guerra Civil. Pero en Guatemala, de la personalidad del doctor Guevara emerge el Che.

En Guatemala también aflora su conciencia internacionalista según recoge usted en el documental.

Sí, porque es la primera vez que toma un arma para luchar y lo hace para defender la legitimidad de un gobierno extranjero. Eso le llevará a profundizar en esa idea de internacionalismo que está en la base del pensamiento marxista pero también lo conduce a la entrega, a la lucha armada. Lo curioso es que ese punto de inflexión viene dado a la hora de defender no una revolución sino un gobierno progresista como era el de Arbenz, pero tras dos años viajando por todo Latinoamérica tenía perfectamente tomada la temperatura al continente y había hecho del antiimperialismo la base de su pensamiento.

¿Entonces ese punto de inflexión vendría dado por la convicción de tomar las armas?

Sí, pero en ese aspecto Ernesto siempre fue transparente. Fíjate que ya en Guatemala él se desempeña como burócrata para el servicio de salud pública durante diez días y, sintiendo que aquel no era su lugar, renuncia, como después renunciaría en Cuba a sus responsabilidades de gobierno para ser parte activa de las células guerrilleras que habrían de internacionalizar la revolución.

Con todo, su aproximación al personaje no deja de ser curiosa. Desechando su aura mítica tampoco pretende incidir sobre el retrato íntimo de él. ¿Fue laborioso encontrar el enfoque que dotara de interés su figura a partir de una perspectiva nueva?

A mí lo que me interesaba era poner el foco en su compromiso, en cómo este se fue forjando. Sobre esta premisa encontré el hilo narrativo en la correspondencia que Ernesto mantuvo con su amiga de juventud Tita Infante. Ambos mantuvieron una relación de sinceridad máxima no ocultándose nada el uno al otro, por lo que, de entre todos los personajes que tuvieron o dicen haber tenido un vínculo estrecho con el Che, Tita es uno de los que más crédito me merece a la hora de intentar desentrañar la personalidad y el compromiso de Ernesto. Vertebrando el relato sobre la omnipresencia de Tita también quise apuntalarlo, como he dicho antes, sobre la propia percepción que Ernesto tenía de su propia función social como médico, creo que esta resulta decisiva en la forja de su compromiso político que él siempre ilustró con una frase de José Martí: «Yo quiero unir mi destino al de los pobres del mundo».

También llama la atención la gran cantidad de material gráfico y fílmico que atesora el filme. ¿Cómo fue su proceso de producción?

Me llevó tres años hacer la película y lo más complejo no fue conseguir el material, mucho del cual procede de otros documentales que yo mismo había rodado con anterioridad y otro me fue facilitado por la propia familia o por el Centro de Estudios del Che. Lo más difícil fue poner todo ese material en orden y seleccionar qué testimonios me servían de verdad en tanto correspondían a aquellos que, de verdad, estuvieron al lado de Ernesto en aquellos años. Porque, desde su muerte, son muchos los que han salido a la luz diciendo haberle conocido o haber coincidido con él, pero en la mayoría de los casos se trata de personajes periféricos. Frente a eso yo traté de acudir a las fuentes primigenias.

Ese panamericanismo que definió la lucha de Ernesto Guevara cabe encontrarlo también en su propia trayectoria como cineasta.

Por supuesto, para los de mi generación el Che fue un referente. Yo apenas tenía 14 años cuando supe de él a través de un diario donde me encontré con una noticia que decía que un tal Doctor Ernesto Guevara, compatriota, había tomado La Habana. A partir de ahí hubo un interés creciente por mi parte, primero hacia el personaje, luego hacia la persona y finalmente hacia su legado político. Esa identidad latinoamericana, que nutrió la lucha de Ernesto, en mi caso se despertó en Europa, porque yo, en tanto exiliado, comencé a rodar documentales acá, hasta que percibí una necesidad urgente por acudir a mis raíces latinoamericanas, de ahí que empezase a filmar películas sobre la Revolución del 52 en Bolivia o acompañase con mi cámara a las tropas sandinistas cuando tomaron Managua.

Es decir, que como el propio Che, usted también se asume latinoamericano e internacionalista.

Esa es una herencia del pensamiento guevarista pero también del mayo francés y sí, mi posición es esa. Tanto es así que una vez Jorge Luis Borges, sabiendo que yo había residido en París, me preguntó qué es lo que más me interesó de la ciudad y yo le contesté: «África». Él igual pensó que yo era un tipo extravagante pero se lo argumenté: «Mira, la cantidad de arte y cultura africana que uno encuentra en París rara vez la encontrarás en ningún otro lugar». Con esto ¿qué quiero decir? Pues que cualquier conflicto humano, incluso aquellos con un marcado acento local, trascienden las fronteras del propio territorio y se manifiestan universales. Y eso es algo que creo haber conseguido reflejar modestamente en mis películas.