Raimundo Fitero
DE REOJO

Emoción

Es difícil que tras tantos años mirando al electrodoméstico esencial con ojos escudriñadores, uno se emocione por algo de lo que escupe esa pantalla plana. Pues me ha sucedido, y ha sido al ver una resolución en un parlamento, y me han caído goterones salinos porque por fin se reconoce la existencia de cuarenta y tres muertos y cuarenta y siete heridos provocados por un accidente del metro en Valencia, que los despiadados miembros de la banda del PP intentaron tapar, ahogar con mentiras, aniquilar cualquier investigación, convertirlo en una casualidad o una mala práctica del maquinista, muerto en el mismo, claro está, sin admitir ni una duda investigadora.

Me ha emocionado, no tanto la ovación parlamentaria, como escuchar y ver en un lugar de Valencia, exactamente encima de la curva que ocasionó esa tragedia, como unos jóvenes músicos tocaban, “El cant dels ocells” la pieza más acogedora de carácter fúnebre que pone los pelos de punta, un discurso de uno de los afectados, auténticamente emotivo, agradeciendo algo tan sencillo como es que se pueda indagar sobre las responsabilidades técnicas de origen político, principalmente. Sobre el tratamiento despreciativo sufrido por los afectados, sobre la reparación moral. Ocultos, perseguidos, puteados, abucheados, hostigados por los filofascistas de la gaviota precisamente hasta que Jordi Évole apareció por allí y les dio visibilidad hace unos años.

Con el cambio político llega la normalidad, la democracia, los gestos humanitarios, la búsqueda de la verdad. Eso emociona. O a mí me ha pillado flojo, pero en medio de tanta mierda, tanta reiteración de conceptos caducos, de esperanzas rotas, de manipulación exhaustiva, uno reconoce en ello una suerte de reconciliación emocionante. Y ahora a buscar responsabilidades.