Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Asesinos inocentes»

El extraño caso del suicida que no se dejaba matar

En las por suerte cada vez menos frecuentes ocasiones en que me encuentro como único espectador en una sala vacía de cine el día del estreno, por tratarse de una situación excepcional, suelo preguntarme qué ha podido fallar, máxime siendo “Asesinos inocentes” un producto con una considerable promoción. La primera conclusión a sacar es que no siempre un reparto con jóvenes rostros televisivos te asegura el rendimiento automático en la taquilla cinematográfica.

Y es que “Asesinos inocentes”, pese a la presencia estelar de Maxi Iglesias, Aura Garrido y demás intérpretes sacados de las series televisivas de moda, no es una película para adolescentes. Los teóricos secundarios maduros, a los que poca oportunidad de lucimiento se les suele dar entre tanto yogurín, aquí sí encuentran espacio para reivindicar su profesionalidad, empezando por el curtido actor argentino Miguel Ángel Sola. Podría haber sido del interés y del gusto del público más joven que llena hoy en día las multisalas de los centros comerciales, de haberse decantado con mayor decisión por la comedia negra, pero por alguna razón que se me escapa el debutante Gonzálo Bendala prefiere el thriller hecho en serio, con una iluminación sombría de tonos ocres, por no decir otoñales.

Sorprende mucho que dentro del contexto actual referido haya optado por un argumento avejentado, que en esencia ya estaba contenido en clásicos del género de suspense criminal como “La soga” (1948) de Alfred Hitchcock o “Impulso criminal” (1959) de Richard Fleischer. El giro particular que Bendala le da a ese tipo de historia la empeora, por una falta de definición en cuanto a sus objetivos finales. De acuerdo con que los estudiantes no sean profesionales del asesinato y la pifien, intento tras intento, pero lo que no cuadra es que el profesor de sicología no se deje matar, a pesar de sus tendencias suicidas.