Raimundo Fitero
DE REOJO

Tribulaciones

A mi dron interior lo he bautizado como Tribulete, por sus buenas rimas y porque seguramente es una manera de señalar al reportero de las tribulaciones. Y es que cuando van por delante los números romanos que señalan la antigüedad de un evento o acontecimiento, entro en crisis dubitativa, en la fase de máxima alteración del raciocinio horizontal para subir a la cima del pendulismo irracional. No encuentro certeza ni siquiera en el vino de la bodega de mi primo. Y eso es un ataque de relativismo que me puede llevar al negacionismo más radical. O al absentismo teologal.

Sí, no creo, ni me creo nada. Nada. En las inspecciones de mi nano-dron, no han hallado en ningún pasadizo secreto de mi cerebro un vestigio de análisis político o filosófico que explique medianamente las razones por las que el tertuliano de las anchoas, señor Revilla, vuelve a ser el presidente electo de Cantabria.

No quisiera recordar su pasado, sino mirar su presente. ¿Es esto serio? Y de nuevo la voz ronca del escepticismo me interpela, «claro que es serio, ¿o acaso te parece una broma?». Cierto es, esto es muy serio.

Quisiera hablar de Grecia, pero tengo mi propia ley mordaza: no dar cuartos al pregonero. ¿Algo de lo que se nos ofrece veinticuatro horas al día desde la cuna de la civilización occidental tiene visos de ser información y no manipulación? Y puestos a desembuchar mis secretos modelos de apostasía política y televisiva, digo, las imágenes y vídeos que nos ponen en primer plano de la fiesta del orgullo gay, ¿son seleccionadas por los participantes y organizadores o justo por aquellos que son contrarios a este avance social?

No se pueden usar más tópicos y estéticas más horteras. ¿A quién interesa que sobresalga de manera tan señalada esta superficie farsesca? Mis tribulaciones.