Natxo MATXIN
PROCESIÓN DE SAN FERMÍN

EL ALCALDE QUE SUBIÓ UNA MONTAñA Y BAJÓ UNA COLINA

AL REVÉS DE LO QUE OCURRÍA EN LA PELÍCULA DE CHRISTOPHER MONGER, LA RÁPIDA INTEGRACIÓN CIUDADANA DE JOSEBA ASIRON CONVIRTIÓ LA ESCARPADA MONTAñA DE CURIA EN UNA LLEVADERA COLINA.

Puestos a utilizar terminología ciclista ahora que el Tour acaba de comenzar, la calle Curia se había convertido para anteriores alcaldes de Iruñea en todo un Tourmalet el día 7 de julio, coincidiendo con la Procesión de San Fermín. La ciudadanía, harta de tanto despotismo desilustrado de quienes mandaban y pisaban las alfombras del edificio consistorial, manifestaban su disgusto año tras año, algo que quedaba en un episodio de desahogo popular que no llevaba a ningún efecto práctico, dada la tradicional sordera de los anteriores responsables municipales a las demandas populares.

Asiron, que en apenas unas semanas ha tenido varios gestos que le han hecho infinitamente más cercano a los vecinos, transformó ese angosto purgatorio en un baño de multitudes, vitoreando su nombre y encarnando la esperanza de lo que va a ser una gestión diametralmente opuesta a la que se ha realizado en los últimos años.

En esta oportunidad, la expectación se multiplicó en la cuesta camino de la Catedral. Nadie quiso perderse el histórico momento y la comitiva tuvo que ponerse en fila de a uno ante el gentío concentrado, eso sí, con un dispositivo policial bastante más relajado que en anteriores ocasiones. Chistera en mano, el nuevo primer edil correspondía a diestro y siniestro a las muestras de cariño que se producían desde ambas aceras.

Claro que no a todo el mundo –como es lógico, por otra parte– le sentó bien haber cedido la vara de mando. Lo curioso es que aquellos mismos que en el pasado equiparaban la protesta con lo más marginal de la sociedad, ayer no dudaron en elevar el tono de voz hasta el grito, poner cara de enfado e incluso llegar al insulto. Un último extremo soez que protagonizó un personaje reconocido de la política navarra.

Jiménez, «on fire»

Quien fuese líder del PSN y aliado de Barcina durante un año, Roberto Jiménez, dejó constancia en un balcón de la calle Zapatería de lo mal que le ha sentado que el antiguo régimen se haya quedado apartado de la gran mayoría de las instituciones. Detenida la comitiva justo debajo de dicha terraza, el ahora responsable de inmigración del PSOE no pudo sujetar su incontinente verborrea.

Primero tratando de ocultar los improperios con la mano, a la par que una compañera de balcón le conminaba a frenar sus impulsos, finalmente sus labios le delataron. Lógicamente, entre el griterío y la música, su insulto no se dejó oir, pero su gesticulación bucal trasladó una ofensa grave hacia la madre del primer edil iruindarra.

No fue el único que, teniendo en su momento responsabilidades políticas, expresó su malestar por ver a Asiron llevando el peso de la Corporación. Un exedil del CDN le espetó un «¡Vete por ahí!» bastante más suave, dentro de lo que cabe, junto a más de un pito de representantes de UPN y PP. Curioso ver al otro lado de la bancada a los que no hace tanto tiempo criticaban la protesta en fiestas.

Y luego, casos paradójicos, como el del típico señor mayor chiflando al alcalde y vestido con una camiseta de la CAN, esa fallecida entidad bancaria que anteriores gestores públicos se encargaron de desvalijar. O el de un padre con una txiki en brazos increpando al alcalde y este sosteniéndole la mirada para asegurar a posteriori que «no le estaba dando un buen ejemplo de educación a su hija».

Sin embargo, estos casos, que los hubo porque para eso la ciudadanía es libre de expresar sus preferencias o antipatías respecto a quienes les gobiernan, máxime en San Fermín, fueron eclipsados por las muestras de cariño que recibió la recién estrenada Alcaldía. Besos, selfies, lanzamiento de flores, canciones... a todo correspondió un paciente Asiron, demostrando una cercanía impropia respecto a los que hasta hace bien poco han ostentado el cargo.

Intenso calor

La Procesión, por otra parte, estuvo marcada por el intenso calor, incrementado por la tradicional aglomeración de público y las más de cinco horas que dura el acto, además de por los muchos balcones del trayecto engalanados con banderas de Nafarroa, ikurriñas, republicanas y arcoiris. Como ya anunciase en su momento, Asiron y los concejales de Bildu no acudieron a la misa en la capilla San Fermín, muestra de los nuevos tiempos y de que los rectores de la ciudad deben gobernar para una sociedad declarada laica.

La jota “Al Glorioso San Fermín” en la Plaza del Consejo, el “Agur Jaunak” del Pocico de San Cernin o el baile de los Gigantes en la Catedral volvieron a ser algunos de los denominados «momenticos» que a cada iruindarra, dependiendo de sus gustos, le llega al alma durante estas fiestas.

«He visto a muchísima gente contenta y a otra que estaba algo enfadada, pero esto hay que tomárselo desde la deportividad. Creo que se están viviendo unas fiestas dentro de la normalidad y ha sido una Procesión cálida y calurosa, muy cercana», valoró un alcalde cansado en lo físico por el esfuerzo realizado, pero con las pilas cargadas por los ánimos recibidos.