Jesús Valencia
Educador Social
KOLABORAZIOA

En defensa de Ama Lur

Desde hace años, una nueva amenaza planea sobre Euskal Herria: el fracking. Obsesión por arrancarle a la tierra los gases combustibles no convencionales que guarda. Aunque, para conseguirlo, haya que penetrarla con profundos taladros y reventar sus milenarias cavidades inyectando en ellas sustancias altamente contaminantes. Bastaba conocer nuestra idiosincrasia para intuir que tan descabellado propósito provocaría un nuevo zafarrancho. No nos hemos equivocado.

Nuestro pueblo –como todos los pueblos originarios– mantiene un vínculo ancestral con la tierra en la que se asienta y a la que se debe. Ama Lur, como su nombre lo indica, es «la madre» que nos ha ido alimentando al ritmo pausado y cíclico de equinocios y solsticios. En ella hemos encontrado las materias que necesitábamos para subsistir pero nuestro nexo umbilical con ella es más profundo. Es la matriz en la que se han ido gestando nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra toponimia, nuestra lengua. «Un país, decía la mapuche Moira Millán, nace del útero de la tierra».

Nada tiene de extraño que nuestro pueblo haya hecho de la defensa de Ama Lur uno de sus objetivos prioritarios. Lejos quedan aquellas remotas insurgencias autóctonas para ahuyentar a potenciales usurpadores foráneos; cualquier desfiladero era terreno propicio para emboscadas disuasorias y contundentes. Con parecidas preocupaciones amaneció el siglo XX, plagado de conflictos comunaleros; lo que era de todos no podía quedar en manos de adinerados que intentaban apropiarse de los terrenos comunales. En estos últimos sesenta años, el capitalismo ha intensificado sus dentelladas y los conflictos en defensa del medio también se han multiplicado. Episodios muchas veces cruentos y dolorosos han quedado incorporados a nuestra historia reciente: el rechazo a las cuatro centrales nucleares proyectadas en Euskal Herria, el agresivo trazado inicial de la autovía de Leizarán, la lucha tenaz contra Garoña y contra el demoledor TAV, el corte de blondines en Itoiz, el repudio al superpuerto de Pasaia y a la incineradora… Los impulsores del capitalismo tildan a quienes defienden la tierra como gentes obstruccionistas, contrarias al progreso y cerriles. ¡Ignorantes, ellos sí que son cavernarios! Su obsesión mercantilista los convierte en embrutecidos depredadores. Quienes se oponen a sus destrozos irreparables, son patriotas que anteponen la defensa del comunal a los egoistas intereses financieros.

En el actual movimiento anti fracking aprecio el espíritu de parecidas experiencias anteriores. Como aquellas, está contribuyendo a elevar el nivel de conciencia y movilización ciudadana; en cualquier farola, pared o taberna se puede encontrar el “Fracking ez” que alguna mano anónima y sensible se ha encargado de colocar. Incrementa el nivel de organización; desde que en diciembre de 2011 naciera la plataforma Fracking Ez Araba, se ha tejido una red de organismos similares que promueven la misma reivindicación en sus respectivos territorios. Ha creado cauces imaginativos de participación popular; en enero de 2013 la plataforma registró una Iniciativa Legislativa Popular que le comprometía a recoger 30.000 firmas; las firmas recogidas y festivamente entregas veinte meses más tarde sumaban 103.000.

Con criterio confluyente, la campaña ha trasladado el debate tanto a la calle como a las instituciones. Muchas de ellas han plantado cara al extractivismo salvaje; en febrero de 2013 se oyeron voces críticas en Bizkaia; en octubre del mismo año el fracking fue repudiado por el Parlamento navarro; posteriormente, las Juntas Generales de Gipuzkoa y de Alava también se mojaron. A nivel local, son numerosos los ayuntamientos que rechazan la «fracturación»: Sopela, la Ribera navarra, la Llanada y la Rioja Alavesa, el Valle de Aiara –por citar algunos– se han declarado libres de fracking. Algunos de ellos han decidido incluir el membrete anti extractivo en los impresos municipales.

La campaña está dejando al descubierto dos realidades destacables. La primera (lo mismo que ocurriera en los conflictos corraliceros), la ambiguedad de algunos políticos que dicen defender la tierra pero evidencian su servidumbre al capital. El jelkide Urtaran tuvo que dar un tirón de orejas a su formación: «El PNV debe mostrar su rechazo. El fracking es incompatible con la conservación del medio ambiente». La otra evidencia es nuestra condición de pueblo sometido. Las decisiones que adoptan nuestras legítimas instituciones en contra de la fracturación valen un puñetero carajo ya que la Metrópoli se encarga de invalidarlas. Pese a todo, la creciente presión popular está forzando la blandenguería de algunos políticos y consolida la defensa de nuestro subsuelo. En la defensa de Ama Lur y, al menos por el momento, Euskal Herria va ganando.

Uno de los rasgos más destacables del ecologismo vasco ha sido y sigue siendo su dimensión internacionalista; siempre ha establecido vínculos solidarios con gentes de otras latitudes que se veían envueltas en parecidos desafíos. Hasta los comunaleros de hace cien años hicieron buenas migas con jornaleros de Aragón y de la Rioja que soportaban iguales penurias e inquietudes. La actual campaña “Fracking Ez” no es una excepción. Muchas de sus iniciativas han confluido con activistas de otras nacionalidades. Todo hace suponer que las jornadas del 13 al 19 de julio van a compaginar ambos ingredientes: defensa apasionada de nuestra tierra y acogida amistosa a quienes, a lo largo del mundo, también se oponen al fracking.