Tras las elecciones de mayo, poco a poco se van conformando las diferentes instituciones municipales y forales vascas. Resulta especialmente llamativo que la primera decisión de algunos alcaldes haya sido la de bajarse el sueldo, mientras otros no han atendido las peticiones de reducirlo o, directamente, se lo han subido.

No es cuestión de empezar aquí a poner en los altares a unos, ni a poner a parir a los otros. Todos conocemos sus nombres y no hay mucho más que decir. Pero sí me gustaría comentar dos cosas.

La primera, que un regidor que en esta situación de crisis económica y de recortes decida bajarse su propio sueldo un 16% me transmite desde el minuto uno la confianza de que, en cuatro años de legislatura, no va a despilfarrar el dinero en chanchullos, tratos de favor a constructoras o derroches en actos oficiales, cosa que, lamentablemente, no puedo decir lo mismo de quien se sube el sueldo un 44% antes incluso de empezar a gobernar.

Y la segunda, que todos aquellos ciudadanos de a pie que dicen estar hasta las narices de lo ladrones que son los políticos, de que todos quieren chupar del bote, de que si Bárcenas, de que si Rajoy, de que si tal y tal, pero que luego no son capaces de dar su voto a quien garantiza una transparencia absoluta en la gestión pública y van a votar como corderitos a esos que se suben los sueldos de forma tan descarada, que por favor, se estén calladitos. Que no miren tanto para abajo del Ebro y que se fijen en lo que tienen en casa. Y que, a la siguiente, obren en consecuencia.