Yahvé M. DE LA CAVADA

JAZZJohn Zorn, el sonido de la sorpresa

Su actuación en Jazzaldia del 2013 con el mastodóntico Masada Marathon se recuerda como uno de los puntos álgidos de la historia del festival en sus últimos años. En esta última edición, a falta de un representante claro —más allá del oficial, Jamie Cullum— de un evento como el cincuenta aniversario del festival, Zorn se antoja como el portador de esa antorcha a nivel artístico. Jazzaldia se ha saldado con un gran éxito de público, lo que es una gran noticia, pero un festival que siempre ha mostrado un compromiso y variedad que ya querrían para sí la mayoría de festivales del Estado, este año se nos ha quedado un poco flojo en el aspecto musical. Ha habido grandes experiencias, como los conciertos de Jamie Saft con Steve Swallow y Bobby Previte, el supergrupo The Cookers o la programación al abrigo del festival Punkt, por ejemplo, pero ha faltado un poco del riesgo y excelencia a los que nos tienen acostumbrados, a pesar del broche de oro del aniversario con John Zorn.

Zorn es más que un músico: es una marca. Uno de esos artistas a los que «hay que ver», venga como venga, y el domingo venía con un proyecto muy diferente a lo que se escuchó en el Kursaal en 2013. En una entrevista publicada en el verano de 2006, el excepcional baterista cubano Dave Lombardo, figura histórica del metal por su papel en la banda decana del Thrash Slayer, fue preguntado por su mejor y más enriquecedora experiencia en directo, y él citó sin titubear un concierto que ofreció en París en el año 2000 junto al entonces recién estrenado proyecto BladeRunner de John Zorn. En aquellas primeras apariciones el grupo incluía al genial guitarrista Fred Frith pero, cuando Zorn resucitó el proyecto a finales de 2013, fue solo con Lombardo y Bill Laswell, bajista polifácetico y productor legendario que ha colaborado con el saxofonista en decenas de proyectos. Lombardo y Laswell ya coincidieron en 1999 en el sugerente álbum de Zorn Taboo & Exile y BladeRunner parecía una buena forma de reinventar Painkiller, el trío del saxofonista con Laswell y Mick Harris (baterista de Napalm Death), pero el proyecto quedó congelado. Así, en Donostia fuimos testigos de la recuperación de un proyecto que está aún en desarrollo y que podría ser grabado próximamente, lo cual es un punto. En su música confluyen la brutalidad instrumental, las serpenteantes melodías de Zorn en los momentos más recogidos y las obsesivas líneas de bajo de Laswell, que caminan impertérritas mientras Zorn y Lombardo sacuden su instrumento con fuerza. Típico de la marca Zorn: una gran personalidad y un muy sano sentido de la sorpresa. En conjunto, el corto recital (aproximadamente una hora, dos bises incluidos) fue excelente, aunque por debajo de las expectativas que genera —justificadamente— Zorn. Un nombre, eso sí, a la altura del aniversario y del Jazzaldia, auténtico protagonista de su propio cincuentenario. El festival, uno de los más antiguos y respetados de Europa, nos deja con más ganas que nunca de que llegue la siguiente edición.