Ainara Lertxundi
Periodista
IKUSMIRA

«Condenados a vivir» pese al dolor y la pérdida

La familia de Jack Fuchs fue exterminada en Auschwitz. Allí vio por última vez a sus padres y hermanos antes de ser trasladado al campo de Dachau. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, emigró a Estados Unidos y, finalmente, se trasladó a Argentina.

Elsa Sánchez de Oesterheld también vivió en carne propia el dolor de la pérdida. Sus cuatro hijas, de entre 18 y 23 años, y su marido, un reconocido escritor, fueron secuestrados y desaparecidos. Dos de ellas estaban embarazadas. De su numerosa familia solo le quedaron sus nietos Martín, de tres años, que le fue entregado por uno de los militares que había secuestrado a su madre, y Fernando, localizado por sus abuelos paternos.

Los caminos de ambos supervivientes se cruzaron en una charla sobre derechos humanos, y quedaron inmortalizados en el documental “El árbol de la Muralla”, que en palabras de Fuchs, «muestra la verdadera gran tragedia humana: la intolerancia del ser humano hacia el prójimo, la violencia del ser humano hacía sí mismo». El pasado junio, Elsa murió sin conocer el paradero de sus nietos nacidos en cautiverio, pero con el orgullo de haber visto «renacer» a su familia a través de sus otros nietos y su biznieto.

«Solía decirle que ella y yo fuimos condenados a vivir y los otros a morir. Un día me dijo: ‘Hay veces que siento que la gente no entiende cómo hago para seguir viviendo y en algunos momentos me da vergüenza estar viva’. No era muy diferente de lo que yo sentía. Historias muy distintas y a la vez muy parecidas», escribió Fuchs en homenaje a esta valiente abuela.