Arantxa MANTEROLA
Periodista

Baiona, sin poder quitarse el sambenito

Por este año, se acabaron las fiestas más conocidas de Ipar Euskal Herria y, si me apuran, también del Estado francés. A más tardar mañana, las autoridades darán a conocer el número aproximado de visitantes y los datos sobre los ingresos hospitalarios, detenciones, robos, peleas, controles sanitarios y administrativos, incidentes varios y agresiones.

En este último capítulo entrarán las de tipo sexual si se han denunciado o han sido patentes y las que no, al igual que la mayoría de las agresiones sexistas, quedarán en el limbo de las estadísticas populares al no haber modo de contabilizarlas por el momento.

Serán estas, o sea, las relacionadas con el sexo, el género o la tendencia sexual, las que, seguramente, tendrán más eco, a no ser que ocurra algo (ojalá que no) que deje como resultante heridos muy graves o víctimas mortales. Y es que el trabajo de concienciación, prevención, denuncia y sanción efectuado en los últimos años en este ámbito desde los organismos y asociaciones implicadas y también desde las instituciones ha puesto en primera línea la necesaria lucha contra esta lacra social.

No sé si habrá habido más violaciones o intentos de forzar a personas en el plano sexual que otros años. Pero es casi seguro que, una vez más, serán las de Baiona las fiestas que peor reputación seguirán teniendo a pesar de que es sabido (aunque no reconocido) que estas aberraciones también ocurren en otras ciudades vascas, sobre todo en aquellas que, como la capital labortana, reciben a miles de visitantes con todo lo que eso comporta. Otras agresiones, excesos o prácticas inicuas se quedarán en un segundo o tercer plano, casi como si no existieran aunque forman parte de la letanía de sobradas a las que la propia atmósfera festiva y masificada incita.

Sin embargo, es de justicia reconocer que las fiestas de Baiona han mejorado notablemente en casi todos los aspectos respecto a aquellos años en los que ir a la capital labortana esos días y, sobre todo esas noches, era casi una proeza o una insensatez. Harán falta muchos años para lograr un ambiente «civilizado» pero todavía muchos más para que se quite el sambenito que pende sobre ellas.