Adolfo Muñoz «Txiki»
Secretario General de ELA
GAURKOA

Dar valor al sindicato

Ante una realidad cada vez más preocupante para la clase trabajadora, en la que los salarios suponen una parte menor que nunca en el reparto de la riqueza y tanto la patronal como los gobiernos propugnan un modelo de empresa en el que los sindicatos no tengan cabida, Muñoz llama a la organización de clase, a «dar valor al sindicato como expresión de identidad colectiva de contrapoder».

El poder económico tiene casi todo subordinado a sus intereses. Sin embargo quiere eliminar cualquier referencia alternativa. Un responsable de Confebask explica en su última revista para qué quieren la mesa de diálogo social: «El plus de legitimidad que todo poder público busca presentando sus propias políticas como compartidas con los agentes sociales queda muy minorado, no solo cuando el agente mayoritario (ELA) se excluye, sino cuando directamente lo ataca». «Presentar sus propias políticas como compartidas» es el objetivo. Los sindicatos debemos legitimar la política del gobierno. Patronal y gobiernos nos piden que desempeñemos un papel subordinado y de colaboración para que, también en fase de crecimiento, las desigualdades sociales aumenten, la contratación sea muy precaria y los salarios miserables. Nunca los salarios han representado un menor porcentaje en el reparto de la riqueza; sin embargo, para Gobiernos y patronal nunca toca hablar de reparto. Pues bien, el diálogo social es el instrumento que, pervertido, legitima a los gobiernos y la patronal en sus objetivos desmovilizando lo social.

José Ángel Corres, presidente de la Cámara de Comercio de Bilbao, afirma en una entrevista: «Hemos pasado de tener un país con terrorismo a tener uno con sindicalismo como hecho diferencial». Sin despeinarse. Van tan sobrados que dicen barbaridades. Exige «adaptación» a los sindicatos. «El empleo –dice– no será como el de antes… no podemos pedir empleos indefinidos… tendrán que ser empleos a tiempo parcial, empleos temporales, contratos de obra, etc…». Claro, si la reivindicación sindical es el empleo digno y con derechos, no nos adaptamos. La ciudadanía debe conocer que el Sr. Corres sí ha sabido adaptarse: es miembro del Consejo de Administración de Euskaltel. Una empresa creada con dinero público que personas como él han decidido que los beneficios vayan a parar a fondos especulativos. La dirección de la compañía se ha llevado por el pelotazo un pastizal. Una vergüenza. El Sr. Corres sabe que los gobiernos no le van a recriminar por esas manifestaciones. Los reproches de los gobiernos se reservan para nosotros.

El Departamento de Industria del Gobierno Vasco ha elaborado un documento en el que, básicamente, hace suyo el «nuevo modelo de empresa» de Adegi. En ese modelo, en la empresa hay individuos, nunca sindicatos; nunca nada colectivo que limite la unilateralidad empresarial. El diagnóstico proempresarial de ese documento afirma que los «niveles salariales no están ajustados al entorno económico actual». Traducción: hay que bajarlos. El documento plantea como estratégico «reivindicar la figura del empresario», afirmando, contra cualquier evidencia, que su aportación como pagador de las «cargas» sociales y del Impuesto de Sociedades supera las realizadas por otras empresas en el Estado y en Alemania. El Gobierno hace suyo un discurso empresarial que es falso. Las empresas en la CAPV, utilizando los instrumentos de elusión, acogiéndose a innumerables e injustificadas subvenciones, exenciones y bonificaciones, pagan menos impuestos que en el Estado. Eso sin hablar del fraude. En las empresas –continúa el Documento– hay que superar el «escenario de conflictividad». Al Gobierno le preocupa que se proteste contra las malas condiciones de trabajo. Lo que está de sobra no son las injusticias, sino el conflicto contra ellas.

La Consejera de industria invitó al Gobernador de Wisconsin a la CAPV. Es del ala derecha del Tea Party. Ese señor lidera en EEUU una cruzada antisindical. Llegó a decir: «Si hemos sido capaces de doblegar al sindicalismo en Wisconsin, ¿por qué no lo vamos a conseguir al otro lado del Atlántico? Esta es la inspiración ideológica de la Sra. Consejera. Adegi también busca su inspiración en lo más reaccionario. Para ello invitó a unas jornadas a un representante empresarial alemán, Mario Ohoven. Una persona que le escuchó nos dijo que el ponente «dejaba a Hitler a su izquierda».

El presidente del CRL decía hace pocos días que los acuerdos de eficacia limitada (los firmados con la minoría sindical) son una alternativa. Respetar las reglas democráticas también es un estorbo. Han trabajado para que una mayoría sindical, sin ELA, diera apoyo a la aplicación de la reforma sin matices. No les ha salido. Ahora quieren clonar el ANNC (Acuerdo Estatal de Negociación Colectiva firmado por CCOO, UGT y CEOE). Mientras, la patronal pide otra reforma laboral para «impedir que los jueces prevariquen anulando decisiones empresariales». Garamendi (CEOE) explicó el Acuerdo diciendo que se podían subir los salarios «desde menos infinito hasta un máximo del 1%».

José Luis Larrea, miembro del Círculo de Empresarios y quien fuera Consejero de Hacienda del Gobierno de Gasteiz, reclama «compartir valores» y «gobernar el modelo». Resalta para ello la importancia que tiene el sistema educativo: «¿Cómo trasformar los valores de los alumnos si los profesores no incorporan los valores adecuados?». Seguro que la Lomce le gusta.

Los datos –repetimos– afirman que los salarios nunca han tenido una participación más baja en el reparto de la riqueza que ahora. Gobiernos y patronal no quieren hablar de eso. Ellos falsean la realidad al afirmar que el crecimiento económico resuelve el aumento de las desigualdades. Es mentira. Debilitada la negociación colectiva como instrumento de reparto y renunciando los gobiernos a intervenir para procurar una justa redistribución mediante la fiscalidad y el gasto social, las desigualdades aumentan aún más. Detrás de la caída salarial siempre hay una sociedad globalmente más empobrecida.

Si pierdes te puedes levantar; si renuncias a tu posición no. El poder político no quiere nada colectivo entre él y el ciudadano individual, nada con capacidad de marcar referencias autónomas a las del poder. La patronal tampoco quiere nada colectivo entre el empresario y el trabajador o trabajadora individual. Decía un sindicalista americano que «el sindicalismo fuerte es la vía para evitar que el empresario se convierta en un tirano». ¿Todos son tiranos? No, por supuesto. Pero nos preocupa sobremanera que el dios mercado y el objetivo del máximo beneficio para el accionista en el menor tiempo posible lleve a toda la clase empresarial a imitar a quienes no tienen ningún escrúpulo. Y de esos cada vez conocemos más. Las empresas más grandes han puesto la proa en esa dirección.

El quehacer más importante que tiene el sindicalismo, en opinión de ELA, no estriba en convencer a patronal y gobiernos. El quehacer más importante consiste en apelar a la organización de clase, en dar valor al sindicato como expresión de identidad colectiva de contrapoder.