Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA

Marihuana: auge industrial de un gran negocio en plena expansión

La llamada «Revolución Verde» de la marihuana se ha topado con la lógica de los grandes negocios y del comercio global. Todo una industria, aún en edad infantil, se va creando y ha transformado un negocio que era casi familiar y clandestino en uno de los nichos de negocio más jugoso para los grandes inversores.

Se dice que todos los emprendedores sueñan con descubrir mercados no explotados en los que puedan empezar con una baja inversión y construir un gran negocio. Se dice, asimismo, que la marihuana es bastante más que una planta; es cultura, es parte de la vida de muchas personas a las que no les importaría formar parte de la industria del cannabis. Particularmente en EEUU, esa industria está creciendo más rápido que la «maría» bajo el sol o los sistemas de iluminación. Y lo que históricamente ha sido una industria artesanal, clandestina e ilegal se está convirtiendo en una red global –aunque todavía no del todo legal– de marcas, productos y accesorios que puede convertirse en un nuevo titán de los grandes negocios, en un nuevo filón para los grandes inversionistas.

En efecto, los grandes fondos de inversión ya muestran su interés y su apetito. Las nuevas compañías del cannabis cotizan en bolsa, pagan impuestos, están aseguradas y muy bien financiadas. Definitivamente, la revolución verde de la «maría» se ha topado con la lógica del comercio global, con las técnicas de las grandes corporaciones que se han hecho de oro con otra planta, con otra droga legal: el tabaco. Las revistas especializadas en finanzas y negocios analizan este boom económico, valoran y cuantifican los riesgos y los beneficios, pero parecen coincidir en una misma conclusión: la marihuana es un nicho de negocio de enorme potencial, un negocio serio y lucrativo y, aunque pueda parecer exagerado, la próxima gran revolución comercial solo comparable al gran éxito que en su día tuvo Internet.

Y es que si alguien cree que los nuevos empresarios del cannabis son unos hippies con dreadlocks o churros, fans de Bob Marley, del reggae y de su «ganja revolution» se equivoca de plano. Jóvenes emprendedores con camisa blanca y corbata, poderosos y «respetados» inversionistas como Founders Fund, que entre otros financia Facebook o SpaceX, ejecutivos de grandes corporaciones farmacéuticas o del tabaco son ya parte del paisaje de uno de los sectores económicos más prometedores y con mayores expectativas.

Inevitable fin de la prohibición

Actualmente el uso medicinal de la marihuana es legal en 23 de los 50 estados de EEUU. El uso lúdico es legal en Alaska, Colorado, Oregon y Washington. La legalización salta de estado a estado y los analistas económicos ya han interiorizado que la completa legalización a nivel federal es una cuestión de tiempo. La presión en favor de la legalización ya no es solo una labor de un lobby ideológico, un potente lobby industrial se ha sumado a esa tarea. Ya huelen el enorme mercado que abrirá la legalización y las innumerables startups que se van creando ahora esperan ese momento para sacar ventaja y beneficios del aumento de la demanda.

Los costos para poner en marcha un negocio del cannabis son relativamente modestos en EEUU. Un tercio de los mayoristas invirtió menos de 50.000 dólares y solo uno de cada diez hizo inversiones que superaban el millón de dólares. Más de la mitad de los pequeños cultivadores, los que cultivan la planta en casa –conocidos en la industria del cannabis con el nombre de «caregivers», es decir, cuidadores– invirtieron menos de 10.000 dólares y la otra mitad entre 10.000 y 50.000 dólares.

Existe otra razón que hace apetecible en EEUU la apuesta por este sector: los consumidores se gastan mucho dinero. Según un análisis comparativo, mientras un norteamericano se gasta al año 1.500 dólares en su mascota, se calcula que un consumidor de marihuana se gasta 1.869 dólares en su hábito.

Desde un punto de vista del riesgo de la inversión, tampoco se pueden negar los obstáculos y los peligros. Se trata de un sector floreciente donde las normas legales pueden hacer cambiar todo el juego, donde los cambios normativos podrían hacer que el mercado se hunda o desaparezca. Pero hay confianza, e incluso euforia, en el sector. Está muy interiorizada la idea de que la normativa evolucionará y terminará por amoldarse al sentimiento de los consumidores.

Interés de los inversionistas

El interés y las cantidades de inversión que se están destinando por parte de «prestigiosas» compañías de capital riesgo de Silicon Valley es otro dato revelador de esta revolución industrial del cannabis. El gigante del cannabis Privateer, bajo cuyo paraguas operan las compañías Tilray –distribuidora online de marihuana medicinal con sede en Canadá–, Leafly –especializada en cepas–, y su última adquisición, Marley Natural –una startup fundada junto con la familia de Bob Marley que vende derivados del cannabis desde lociones a vaporizadores– ha recibido una multimillonaria inversión de Founders Fund, la misma firma que ha financiado por ejemplo Facebook. Aunque Privateer ha declinado hacer comentarios, según “Bussiness Insider”, esa inversión convertiría a Privateer en una compañía con un valor superior a los mil millones de dólares.

Estas grandes inversiones ofrecen el prestigio y la legitimidad, por así decirlo, de la gran industria de las finanzas a toda la industria del cannabis. Indican que han estudiado bien el sector y que si han decidido entrar a saco es que están convencidas de que se trata de un nicho a explotar a fondo.

La prohibición que todavía impera en más de la mitad de EEUU, los límites en las licencias y el número de establecimientos que pueden vender marihuana y las cargas impositivas que, al tratarse de una droga, supera el 60%, son obstáculos superables. Jugando con el tiempo a favor y con una política de lobby organizada a escala industrial, los inversores no ven mayor impedimento en ello.

Colorado nos deja otro buen ejemplo. Legalizado el uso medicinal y lúdico, solo el año pasado se crearon más de 500 empresas, incluyendo productores, dispensadores, empresas de energías renovables o tecnológicas que ofrecen software empresarial especializado para minoristas de la «maría».

Nuevos empleos

Los ingresos fiscales han sido «la estrategia de venta» de los diferentes gobiernos que han apostado por la legalización. Pero no puede obviarse el dato de la creación de empleo. Mantener la marihuana en el mercado negro significaba que los beneficios de su venta, y los datos de quienes trabajaban para ganarlos, nunca aparecían en las cuentas públicas, no había ningún tipo de escrutinio.

Legalizando su uso, su comercio y su industria, cada día es más posible hacer una fotografía real del sector, cuánto dinero mueve, cuánta gente trabaja, cuánto cobran los asalariados, en qué condiciones trabajan, etc. Los datos disponibles indican, por ejemplo, que el estado de Colorado ha recaudado en 2014 alrededor de 40 millones de dólares en ingresos fiscales y por licencias, y que la criminalidad en su capital, Denver, disminuyó durante 11 meses consecutivos. Y significativamente, que más de 10.000 puestos de trabajo se han creado, con una incidencia positiva y visible en las datos globales de empleo y en la economía en general.

Abrir enteramente una industria que ha operado hasta entonces en la sombra tiene grandes beneficios. Significa un gran influjo de oportunidades de empleo, en trabajos hasta entonces segregados en el mercado negro o solo disponibles para un selecto grupo de trabajadores cualificados.

Pero esa industria, aún en la infancia, en plena evolución, se está haciendo «normal» a pasos agigantados y nuevos empleos están disponibles para cada vez más personas. Unos lucrativos, otros no tan bien pagados.

Los nuevos empleos de la industria de la marihuana van desde los creadores de comestibles y bebidas (soda, harinas, productos horneados, caramelos, café...) hasta los nuevos artesanos del vidrio (pipas, bongs, vaporizadores...). De nuevos servicios de reparto y correo a servicios de seguridad. Tiendas al por menor, granjeros, recolectores de cosecha, «catadores», ayudantes de clientes para una «perfecta» elección, maquinaria agrícola, etc. Todos son empleos con posibilidades.

Tabaco y cannabis: dos plantas, ¿dos industrias que se imitan?

Phillip Morris, el mayor productor de cigarrillos del mundo, tras haber monitorizado y estudiado el mercado durante años, anunciaba hace tres meses la comercialización de cigarrillos de marihuana en los estados de Colorado y Washington. Invirtió más de 1.500 millones de dólares en publicidad y posicionamiento de marca de sus “M Marlboro”, unos cigarrillos con los que piensa va a revolucionar el mercado y obtener unos enormes beneficios corporativos.

Para quienes han hecho de la planta una parte de sus vidas y consideran la cultura que la rodea, en cierta medida, revolucionaria no salen de su asombro ante la evidencia: la industria del cannabis podría seguir la estela de las grandes corporaciones del tabaco. Creen que al ser ambas drogas legales, podrían seguir un mismo patrón a la hora de multiplicar los beneficios. Los gigantes del tabaco empiezan por identificar un producto con potencial adictivo, lo promocionan agresivamente ante una audiencia lo más larga posible, desarrollan innovaciones técnicas que permiten y promueven un mayor consumo y niegan o minimizan los costos potenciales para la salud pública. ¿Copiará la industria de la marihuana esta misma fórmula?

¿Modificarán artificialmente el porcentaje de tetrahidrocannabinol (THC), ese componente que induce euforia, para disparar el consumo y aumentar sus beneficios? ¿Contratarán a médicos en sus campañas publicitarias para dar, haya o no evidencias científicas, autoridad médica a su consumo? ¿Se organizará un potente lobby del cannabis para hacer levantar las restricciones al negocio? Es algo que no puede descartarse de antemano.M.Z.