Floren Aoiz
@elomendia
JO PUNTUA

Soberanías y muros en la hipócrita Europa

Hasta la coronilla estamos de escuchar que la soberanía es un sueño nostálgico, que queremos construir muros, separar, dividir. Estamos hartas y hartos de que nos digan que es la hora de la hermandad universal, el cosmopolitismo y la multiculturalidad, de que con una mano nos señalen como monstruos empeñados en volver al pasado mientras con la otra construyen muros gigantes, deportan, dividen familias, cierran fronteras, apilan a miles de personas como fardos en penosos campamentos y han convertido el Mediterráneo en un cementerio descomunal. De un lado, la arrogancia de eso que llaman civilización occidental; del otro, la negativa a ofrecer cobijo a los desplazados por conflictos directamente ligados a las ansias de rapiña de esa misma «civilización occidental».

Europa abandera la hipocresía, la injusticia y la desigualdad creciente. Europa se ha pensado como un espacio cerrado, conectado con los otros enclaves del primer mundo pero separado del resto del planeta. Para todo lo que queda fuera de esta inmensa sala VIP, la función es clara: proveer materias primas, aportar mano de obra barata y consumir excedentes.

Pero este primer mundo es a la vez un espacio de exclusión para quienes a pesar de todo logran llegar, pero también para quienes nacieron en la familia equivocada, en el barrio equivocado, con el color de piel equivocado. Europa no solo se rodea de muros, los construye por todos los lados dentro de sus fronteras, esas que en teoría ya no existen pero donde se frustran a golpe limpio las ilusiones de tanta gente.

La soberanía tan pasada de moda se esgrime para cerrar fronteras y hasta para que estados de la Unión se nieguen a participar en la resolución de los problemas, expulsando o impidiendo la entrada a miles de personas.

No sé si a estas alturas alguien siente o ve Europa como una ilusión. Para muchas y muchos es sobre todo una vergüenza infame.