EDITORIALA
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Recobrar la memoria que quieren enterrada

La sima de Legarrea, en el municipio navarro de Gaztelu, fue escenario ayer de un acto de homenaje a la familia Sagardia Goñi. En concreto, a Juana Josefa Goñi y a seis de sus hijos, arrojados a un agujero hace 79 años. Precisamente ayer, el mismo día en que familiares y vecinos, junto a agentes memorialistas y representantes institucionales&bs; recordaron la memoria de una de las muchas víctimas que el negro periodo de la guerra del 36 y el franquismo hicieron desaparecer –aunque también se han dado hechos espeluznantes de esta guisa tras la llamada transición–, se celebró el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas declarado por la ONU.

El de la familia Sagardia Goñi, todavía lleno de sombras y preguntas, es un episodio truculento que recuerda otros producidos en la ruleta de desapariciones, torturas y muerte de las últimas décadas. Para quienes han vivido esta atrocidad ha prevalecido un doloroso silencio. Un sufrimiento que se ha visto acrecentado, si cabe, por la impunidad existente en torno a este tipo de crímenes, cada uno con su casuística pero todos con el elemento común de la falta de reparación y justicia. En Euskal Herria se calcula que son más de 12.000 las personas desaparecidas en los últimos 75 años. Pasa el tiempo, trasncurren las décadas, y en nuestra geografía persisten las fosas con restos por desenterrar mientras no hay apenas inquietud institucional para sacar a la luz lo ocurrido y depurar responsabilidades. Verdad, justicia y reparación son principios aun por descubrir para la mayoría de nuestros mandatarios.

Frente a ello existe una labor voluntaria de asociaciones que aúnan esfuerzos por esclarecer este capítulo de la historia. Sacar esos nombres del olvido es una forma de hacer justicia con todas esas víctimas. Falta por conseguir otra no menos importante, para lo que es imprescindible que instituciones y estamentos judiciales dejen de permanecer impasibles. Un futuro sin heridas requiere recuperar la memoria de todos ellos, parte esencial de nuestra memoria colectiva, esa que quieren mantener enterrada.