.Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
Elkarrizketa
DIRECTOR DE LA QUINCENA MUSICAL

«Hacer una lectura política de los recortes de Bildu no sería algo sensato»

El madrileño Patrick Alfaya fue  nombrado director de la Quincena Musical donostiarra en 2009. Con unas ideas muy claras sobre lo que la música clásica puede aportar a la sociedad, le ha tocado sortear infinidad de obstáculos presupuestarios para intentar ponerlas en práctica.

Patrick Alfaya hace un balance positivo de la última edición de la Quincena Musical. Para él ha sido «la más equilibrada desde que asumí el puesto», hace ya siete años. El público ha respondido bien: la asistencia ha subido una media de un 3%, la recaudación por taquilla un 6,5%, y la impresión artística parece haber sido satisfactoria. Alfaya, sin embargo, se enfrenta a serios retos al frente de un festival que ha sufrido tremendos recortes presupuestarios en los últimos años. Debe propiciar que nuevo público fluya hasta el festival y no permitir que la falta de dinero precipite la programación en el conservadurismo.    

 

Cierto director de orquesta hablaba hace poco de la «Generación MTV», jóvenes que se han acostumbrado a escuchar la música a través del videoclip y ya no tienen capacidad para digerir una sinfonía de Beethoven. ¿Está en peligro la pervivencia de la música clásica?

Es cierto que se ha creado una generación de jóvenes con un poder de concentración de dos minutos, lo que dura un videoclip o un vídeo de Youtube. Eso afecta también a la creación artística, hay una tendencia a hacerlo todo más breve e intenso para que los jóvenes no pierdan el interés. También afecta a cómo se consume, por ejemplo el cine: cada vez más jóvenes prefieren verlo en casa, porque en un momento pueden parar la película y hacer otras cosa. No soy de los que piensen que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no me gusta demasiado cómo está avanzando el mundo en este sentido. Estamos asistiendo a una forma de progreso muy desequilibrada provocada, en parte, por la tecnología, que ha traído avances maravillosos pero también efectos muy negativos sobre la capacidad de trabajo y concentración de las personas. Y eso se puede vincular a cuestiones políticas. Una sociedad incapaz de concentrarse es difícil que asuma cierta información y por tanto será una sociedad manipulable. Cuanto menor sea nuestra capacidad para sentarnos, leer y reflexionar sobre lo que hemos leído (o escuchado), menos conscientes seremos para interpretar la realidad. 

Hay obras de música clásica que pueden durar 90 minutos. ¿Cómo afecta esa menor capacidad de concentración?

Es algo muy preocupante que nos toca directamente, pero no creo que debamos rendirnos. Nuestro reto es lograr que muchas personas, arrastradas por la rapidez del mundo actual, descubran que pueden imbuirse en un proceso mucho más prolongado a través de la música, o de un libro, disfrutarlo y crecer en lo personal gracias a ello. Yo no soy religioso, pero es interesante observar como muchas personas con inquietudes espirituales han cambiado las iglesias por los auditorios. El quedarse solo, en íntima comunión con algo que es exterior a uno mismo, y experimentarlo además en comunidad, es algo que mucha gente lo vive ahora a través de los conciertos de música clásica. El día que programamos la “Sinfonía nº7” de Bruckner, junto con una buena orquesta y un evento artístico de primera magnitud, le estábamos ofreciendo al público la oportunidad de quedarse a solas, durante 70 minutos, con una música profunda y los sentimientos que esta le despertaba.  

Siempre se insiste en atraer a los jóvenes a la música clásica. ¿Pero son los jóvenes quienes mejor pueden apreciar este arte? ¿No sería mejor buscar nuevo público entre personas de, por ejemplo, 50 años?

Yo he dicho más de una vez: es importante buscar a los jóvenes, pero que la sociedad es mucho más amplia. Nosotros, hace dos años, pusimos en marcha un plan para entender por qué la gente, joven o adulta, no viene a los conciertos de música clásica. Hemos invitado a pequeños grupos de gente que nunca ha había tenido la experiencia de un concierto, al terminar, en un ambiente relajado, tomando algo, les hemos preguntado sobre la experiencia. En nuestro intento de averiguar cómo llegar hasta aquellos que son nuestro público potencial, y una parte muy importante de ese pastel son los mayores de 45 años. A esa edad se vive con otras prioridades y otro ritmo, y muchos ya han descubierto la música clásica a través de la radio o los discos. Pero, por razones que estamos intentando averiguar, no vienen a los conciertos. Para mí esa gente es la que puede llenar el Kursaal. De hecho, a muchos entre las 200 personas que han participado en nuestra experiencia piloto les hemos visto regresar después.  

Ha hablado de sus objetivos al frente de Quincena. ¿Qué es lo que le impide hacerlos realidad?

Me frustra mucho vivir tan pegado a la crisis económica. Desde que llegué he tenido que gestionar un festival que ha recortado un 42% su presupuesto, a lo que hay que sumar la subida del IVA cultural. Y no tengo garantía de que no vaya a haber más recortes. Ninguna de las grandes instituciones culturales guipuzcoanas se ha llevado un palo tan grande como la Quincena, otros festivales de música, como los de Granada o Peralada, han bajado su presupuesto un 20% como máximo. Esto nos ha obligado a diseñar un festival más conservador en lo artístico, en un intento de maximizar los ingresos por taquilla. Pero debemos salir ya de esa dinámica de programación o no podremos hacerlo nunca. Tenemos que tener la posibilidad de arriesgarnos con propuestas novedosas, aunque eso nos suponga correr el riesgo de no llenar del todo el auditorio. De momento los presupuestos en cultura no parece que vayan a crecer, y si no recaudamos hasta el último euro posible por taquilla nos hundimos. Este año ya hemos tenido que tirar de nuestro fondo de reserva.

Algunas voces han achacado a un supuesto prejuicio de Bildu hacia la música clásica la responsabilidad de la situación de Quincena. ¿Está de acuerdo? Yo nunca he encontrado por parte de Bildu un rechazo frontal a las propuestas que presentábamos. Sí es verdad que hemos tenido más entendimiento con unas personas que con otras. Ikerne Badiola, por ejemplo, vino a nuestros conciertos incluso en ocasiones en que no le habíamos invitado expresamente. Lo mismo con Izagirre y su esposa. A Bildu le ha tocado gestionar una época de recortes y no creo que lo hayan hecho con gusto. Lo que sí es obvio es que la Quincena ha salido peor parada en esos ajustes que otras instituciones culturales de Gipuzkoa, pero hacer una lectura política de eso no sería sensato. Esa lectura sí correspondería al rechazo de Bildu a que el Ministerio de Cultura de Madrid entrase en el patronato de Quincena. Como gestor,  no me pareció bien.

 

Conservadora, pero probablemente la edición más redonda de Quincena en varios años 

Treinta días de festival sin un tema vertebrador podía haber resultado en una programación deslabazada. En lo que respecta al Kursaal así ha sido: allí hemos visto sucederse la “Sinfonía Júpiter” y la “Gran misa” de Mozart, las “Variaciones Enigma” de Elgar, “Romeo y Julieta” de Prokofiev, el “Stabat Mater” de Rossini, el “Réquiem alemán” de Brahms o la “Cuarta” de Tchaikovsky, obras hermosas pero que poco tienen en común más allá de su pertenencia a los 40 principales de la música clásica. Afortunadamente, el nivel interpretativo ha sido muy alto, lo que ha compensado con creces el conservadurismo de las propuestas. Todas las orquestas visitantes han rendido entre el notable y el sobresaliente, con alguna interpretación memorable -la Filarmónica de San Petersburgo tocando Prokofiev- y ninguna que haya bajado demasiado el listón de calidad. Mención especial merece la Orquesta de Euskadi, que ha sacado pecho frente a sus colegas extranjeras con un excelente rendimiento en las dos óperas de la edición: “Mendi-Mendiyan” de Usandizaga y “Tosca” de Puccini, esta última la mejor producción operística que ha visto la ciudad en la última década. La parte más redonda del festival, con todo, ha estado de nuevo en ese ciclo al que casi nadie va porque el propio festival lo vende tan mal: el de música contemporánea, con una planteamiento intelectual sin fisuras en torno a la dicotomía guerra/amor y con unas propuestas de verdadero impacto en manos artistas de referencia en Europa, como Sèverine Ballon o el Ensemble Recherche. En el Ciclo de Música Antigua destacó el espléndido recital de Al Ayre Español, y el de Jóvenes Intérpretes nos permitió descubrir a una futura estrella de la percusión, Gorka Catediano. Otro de los grandes aciertos del festival, pese a lo que opinan algunos aficionados donostiarras, es su progresiva ampliación de la Quincena Andante, que saca el festival de Donostia para llevarlo a diversas localidades de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba.M.C.