Karlos ZURUTUZA
El Aaiún, Sahara Occidental ocupado
SÁHARA OCCIDENTAL: 40 AñOS DE OCUPACIÓN

LAS SAHARAUIS TOMAN LA CALLE

Diez mujeres discuten sobre cómo transmitir la cultura y tradición saharauis a las más jóvenes. Como siempre, se han reunido en secreto. No hay alternativa en la capital del Sahara Occidental.

Rabab Lamin fue la encargada de fijar lugar y fecha de este último encuentro del Foro para el Futuro de la Mujer Saharaui. Será una organización clandestina pero parece perfectamente vertebrada:

«Empezamos en 2009 y hoy contamos con 60 miembros activos, un comité ejecutivo y centenares de colaboradoras», explica Lamin, madre de un preso político. El objetivo es «la reivindicación los derechos fundamentales del pueblo saharaui a través de la lucha pacífica». «Nací con los españoles», recuerda esta mujer de 54 años, que asegura «no haber conocido más que brutalidad» a manos de Marruecos.

Precisamente este año se cumplen cuatro décadas desde que España abandonara Sahara Occidental, su última colonia, en manos de Marruecos y Mauritania. Si bien Rabat insiste en que este territorio del tamaño de Gran Bretaña no es sino su provincia más meridional, la ONU sigue considerándolo como un »territorio en proceso de descolonización inconclusa».

Desde el alto al fuego en 1991 entre Marruecos y el Frente Polisario –la autoridad que la ONU reconoce como representante legítimo del pueblo saharaui–, Rabat controla la casi totalidad del territorio, incluida la orilla que baña el Atlántico. Únicamente una exigua franja desértica, al otro lado del muro construido por Marruecos, permanece bajo control saharaui. Casi la totalidad del pueblo saharaui tuvo que exiliarse al desierto de Argelia. Los que se quedaron siguen sufriendo las consecuencias de su decisión:

»Nos golpean y detienen, entran en nuestras casas y se llevan a hombres, mujeres, e incluso a menores de 15 años… Aquí no conocerás a ningún saharaui que no haya sido maltratado por la policía, ni familia que no haya perdido a uno de los suyos», asegura Aza Amidan, hermana de un preso.. La misma fundadora y líder de la organización, Zukeine Ijdelu, pasó 12 años en la cárcel.

En un reciente informe, Amnistía Internacional califica la práctica de la tortura en Marruecos de «endémica» y los saharauisson el principal grupo de riesgo. Acusa al Gobierno marroquí de «proteger a los torturadores, y no a los torturados».

Precisamente, una de las labores principales del Foro de Mujeres Saharauis es la asistencia moral y económica a aquellas que han sufrido la cárcel, tanto en carne propia como en la de sus más cercanos. Amidan aporta más detalles: «Hacemos colectas entre la comunidad para ayudar a las afectadas porque la mujer es siempre la que más sufre, tanto si la detienen a ella como a sus familiares; ellas son las que han de sostener a la familia, con o sin sus maridos», señala.

A pesar de numerosas llamadas telefónicas y correos electrónicos, las autoridades marroquíes se negaron a responder a las preguntas de GARA sobre éstas y otras vulneraciones de derechos humanos presuntamente cometidas en Sahara Occidental.

Asimilación

A sus 62 años, Fátima Hamimid es una de las más veteranas del Foro. La tortura, dice, es algo que se puede llegar a superar. Hay otros agravios que son «irreparables». «Buscamos concienciar a las nuevas generaciones sobre la asimilación cultural de nuestro pueblo a manos de Rabat. Marruecos busca negar nuestra existencia borrando nuestra propia historia incluyéndola en la suya propia», denuncia Hamimid.

Puede que la ausencia en la educación y la administración del hasanía –la variante del árabe que hablan los saharauis– sea uno de los ejemplos más elocuentes de dichas políticas. Pero la activista habla también de otros más recientes, como la prohibición de levantar la tienda tradicional saharaui, el acoso a las mujeres por su vestimenta, fácilmente distinguible por su colorido, o el veto a nombres para los recién nacidos que se asocian a los de disidentes históricos saharauis. «Esta es otra de las razones que nos impulsa a organizar y tomar parte en manifestaciones», subraya Hamimid. Las protestas pacíficas, explica, son otro eje de actuación importante de este colectivo

Pero no está exento de riesgos. Human Rights Watch denuncia que en Sáhara las autoridades prohibieron «todas las reuniones públicas consideradas hostiles. La ONG con sede en Nueva York destaca la «gran cantidad de policías que bloquearon el acceso a los lugares de las manifestaciones» así como la dureza empleada para dispersarlas.

Circunstancias como ésta llevaron a Takbar Haddi a una huelga de hambre durante 36 días frente al Consulado de Marruecos en Gran Canaria, que culminó con su hospitalización en junio. Haddi sigue exigiendo que le entreguen el cadáver de su hijo, Mohamed Lamin Haidala, apuñalado en febrero en El Aaiún, y que se investiguen las circunstancias del crimen y la presunta negligencia de los médicos que le atendieron. Familiares cercanos aseguraron a GARA que habían rechazado una oferta económica de Rabat a cambio de su silencio. «Hay quien piensa que ser libre es, simplemente, no estar en la cárcel, o no ser torturado», explica Hamimid, apurando la última de las tres tazas de te que marca la tradición saharaui. »Nosotras, las mujeres saharauis, entendemos el concepto en su totalidad».