MIKEL ARIZALETA
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GUTUNAK

Uli Hoeness – Luis Bárcenas

Quizá algunos recuerden aquel gran jugador del Bayern de Munich, llamado Uli Hoeness, que siendo presidente del club alemán más laureado, fue condenado en 2014 a tres años y seis meses de cárcel por evadir a los paraísos fiscales, en Suiza 27’5 millones de euros al fisco alemán.

La fiscalía denunció el fraude en julio de 2013, el juicio se celebró en marzo de 2014, se le condena, Uli Hoeness reconoce el fraude, no apela, paga de inmediato 10 millones de euros y el 2 de junio de 2014 entra en prisión.

Este otrora excelente y famoso jugador de fútbol, ayer defraudador, en 2015 es lo que se llama un Freigänger, un preso en régimen abierto. Se dice que ha adquirido la condición de Freigänger porque antes ha saldado su deuda con Hacienda, que entre lo defraudado, los intereses, multas y recargos ha podido ascender a 40 millones de euros.

Hoy, de conformidad con la justicia alemana, trabaja como jefe del departamento de nuevas promesas de fútbol en su querido club, el Bayern de Munich.

Luis Bárcenas, que desde hace años es acusado, investigado, al que se le han detectado en torno a 48 millones de euros en Suiza y se le buscan cuentas en otros paraísos fiscales, ha salido de la cárcel sin pagar ni un euro al fisco español y disfruta esquiando en su casa de Baqueira, con el permiso del Gobierno, de los jueces y de los fiscales.

Dos personas y dos situaciones que indican el proceder de dos sociedades ante un mismo hecho: el fraude a la hacienda estatal. En uno, detecta la fiscalía el todavía supuesto fraude a lo largo de 2013, y en 2014 está juzgado y sentenciado. Y en 2015, para salir de la cárcel, ha tenido que pagar lo defraudado con sus respectivos intereses, cargos y multas, vaya, que una deuda cifrada en 27’5 millones de euros le ha supuesto a Uli Hoeness 40 millones de euros.

Queda claro, en el Estado español a un defraudador le sonríen el Gobierno, Hacienda, el juez, el fiscal y la nieve. Y, si te descuidas, le hacen empresario del año y cofrade del Cristo del Buen Yantar.

El Estado español y sus instituciones son lo más parecido al sonrojo humano. Igual que su presidente, un esperpento.