Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
SARA IñIGUEZ
VOZ Y TECLADOS EN RUBIA

«Casi todo el mundo está emocionalmente enfermo, y vive en el miedo»

Pocos músicos se han curtido tanto en la vida como la getxoztarra Sara Iñiguez. Una viajera espacial quien con sus canciones, su guitarra y ahora su teclado se ha implicado en numerosas aventuras con la música como sendero de vida. Su carrera es admirable, desde los cuatro años que ya escuchaba pop hasta el presente, con «Barman», cedé y elepé, que muestra el sobrio talento de esta notable compositora.

«Yo soy de Romo, Las Arenas. La segunda de dos hijas. Mi hermana mayor nació un año y medio antes que yo, y crecimos casi como gemelas. Fuimos al colegio público Pedro Aristegui donde todos éramos hijos de padres trabajadores. Gente humilde pero con muy buenos principios. La música ha sido siempre parte de nuestra familia. Mis dos padres adoran la música, pero de ellos no hemos mamado el rocknroll, ellos pertenecían a una generación anterior, nacidos durante la guerra, y más preocupados por temas de supervivencia y trabajo que por profundizar en el rock. Mi hermana y yo, no se sabe por qué, comenzamos a salir con chicos que tenían pintas 60´s y que escuchaban grupos como los Kinks o los Pretty Things, cuando éramos jóvenes, unos 15 años, año 88. Recuerdo que nos llamaban la atención por la calle, e intuíamos que ellos sabían algo que nosotras no. Ya sabes cómo suceden las cosas cuando tienes 15 años. A partir de ahí, me di cuenta, que esto no era nuevo para mí, que era una música que “siempre” había conocido, de que desde pequeña siempre me había interesado la música clásica; es decir, el rock, jazz, soul... pop, pero del principio, de cuando todo se hacía de manera más primitiva, sin referentes anteriores. Y ahí comienza todo. Empezamos a crear nosotros nuestra propia movida, saliendo a la calle exclusivamente a escuchar música, llevábamos cintas a los bares porque no podíamos estar un segundo sin escuchar nuestras canciones. Era una verdadera obsesión», relata Sara Iñiguez condensando una intensa infancia aún más relacionada con la música y con la actitud. Pasión, constancia y entereza que han guiado lo mucho que Sara ha vivido en el entorno musical, que curiosamente se formó en su época juvenil escuchando preferentemente música anterior a lo que le tocaría por edad. La colorista Sara, casi siempre con ropa muy jipi, se empapó con nombres de bandas reluciendo por el 68 y 69, Desde Love o Greateful Dead pasando por Jefferson Airplane, CSN o los Byrds, que fueron un gran descubrimiento para ella junto a los Beach Boys.

Todo ese bullicio musical en su mente debía materializarse, no quedarse solo en el campo de una fan y surge su primera banda seria, The Magic Teapot, de excelente recuerdo y una de las primeras formaciones vascas en sonar sicodélicos. «Yo no tenía planeado ser música, aunque la música fuera mi lenguaje natural. Todo esto ocurrió en el año 95, tras volver de Manchester donde pasé un año haciendo Erasmus. Volví, y comencé a cantar con The Magic Teapot, grupo donde me metió Lázaro Anasagasti, el batería del grupo. Lo que pasaba era que siempre estaba por el medio cuando tocaba alguien, y a veces salía y cantaba un poco, y me vio Lázaro y me dijo, ¿por qué no te metes en mi grupo? Y allí que fui. Por aquellos días estaba muy flipada con la música, con la vida, apuntándome a todo, viendo un montón de cosas nuevas, la vida me sugería diversión y aun no sabía mucho de nada, muy impulsiva, más inconsciente. Ahora sigo siendo igual, en el sentido de que me gusta mucho estar viva y experimentar, pero ya no soy tan descabezada, ahora pienso un poco más antes de hacer las cosas. Ahora sé mucho más a cerca de mí. Antes era superimpulsiva. El horizonte, al igual que ahora, se me antojaba lleno de regalos por delante. No he caído en la negatividad de la edad, la verdad.

Sara crece en Getxo, hasta que comienza a despertar en soles diferentes. Murcia fue uno de ellos, como pareja de Carlos Tarque, vocal de M-Clan, la banda que bordó, si no mejoró, el “Serenade” de la Steve Miller Band. De Murcia a Alicante y de aquí, en 2007, tras un periodo de luces y sombras personales, de desubicacón, a Madrid, una ciudad donde Sara tiene amigos y que le parece divertida y con posibilidades.

«La vida en Madrid fue una maravilla. Lo pase muy bien. Fui pincha en el Freeway, pero también edité y saqué allí un ep, el disco 2036, dejé grabado Barman, el disco que estoy presentando ahora, y realicé dos volúmenes de “Recetas del Rocknroll”, uno salió y el otro no, porque pilló por medio todo el tinglado de SGAE y el segundo no salió. Fui dos veces a Chile a tocar. Monte un club sicodélico con mi amigo Miguel Portela, se llamaba The Love In. Toqué mucho con mi amigo Josu García en un dúo que se llamaba Summer Hits, canté también en One Hit Wonders junto a Xoel López, Leiva y Juan de Dios, y con Hot Legs, junto a Jokin Salaverria, Josu García, Rubén Pozo, Leiva y Carlos Tarque. Grabé coros para algunos discos. Pinché en la sala Sol, fui a clases de tarot, viví en la ciudad y en la sierra, conocí a mucha gente y aprendí yoga y meditación y muchas cosas sobre mí. La estancia en Madrid fue cojonuda y muy enriquecedora».

La cultura del ciudadano

O las bofetadas que te da la vida cuando crees en tu futuro, en que existe un camino donde el ciudadano es capaz de superar la mediocridad y no dejarse influir por la chabacanería.

«Soy bastante individual. Vivo en el mundo, pero no pertenezco a la cultura general del ciudadano, como tú dices. Me gusta tener pensamiento original, y preguntarme todo el rato qué pienso o siento a cerca de las cosas. Soy bastante rebelde en mi aproximación a la vida, pero no me decepciono porque nunca espero nada. No es un sentimiento de nihilismo, o de cinismo. Es un sentimiento de neutralidad. Claro que si al principio, cuando eres más joven y más inexperta, quieres “jugar” con todos, como los niños, y quieres que te dejen jugar, pronto aprendes que la gente vive en el miedo y que esto es un “sálvese quien pueda”, que los grupos y los músicos en su mayoría pelean por la supervivencia. Luego está la industria, y su visión del dinero… Y, bueno, pronto aprendí, que mi camino era mío, y que lo había de realizar sola y con la gente que sintiera como yo. Con las canciones y el mensaje en lo más alto, y dejando que lo demás venga por sí solo, sin pelear ni coger berrinches. Si hubo alguna “bofetada” no fue porque alguien me hiciera algo, sino porque mi visión de las cosas no estaba actualizada, no estaba preparada, o porque yo misma me había situado en un callejón sin salida. Nadie te hace nada a ti. La gente hace cosas por miedo, y tú estás ahí y te lo comes, pero no tengo ningún rencor, al contrario, creo que todo lo que pido se me da».

“Barman” es su tercer álbum (cedé y elepé) como Rubia, un proyecto que inició en 2004 y que se ha ido acomodando a las épocas. Ahora es diferente al disco, ya que Rubia se ha transformado es un dúo, con ella a los teclados y voz y Mariana “Sonic trash” a la batería. Se inicia con “Maria”, una luminosa canción con esos detalles a lo Brian Wilson, que continúan presnetes en otras armonías, y, después, cierto tono Carole King. “Maria” es un tema dedicado a su hermana, dentro de unas letras cuidadas y muy personales.

«Mi hermana y yo siempre hemos estado muy unidas. Comenzamos con el rock, y ambas hemos ido profundizando y entrando en el mundo de la magia (que, por cierto, siempre ha estado muy unida a la música, menos ahora, que hablas de tarot o de meditación en los círculos del rock y te miran como si fueras un extraterrestre. Ella tiene una tienda de Tarot en el Casco Viejo que se llama El espejo Mágico. Yo imparto clases de yoga y meditación en Getxo. Me parece básico y vital una educación y un conocimiento interior si no quieres enfermar o volverte un ser con la misma sensibilidad que un ladrillo. Casi todo el mundo está emocionalmente enfermo, y vive en el miedo. Cuando me voy a tocar por ahí más de dos días seguidos, lo que necesito es volver al silencio y centrarme. El mundo del rock de la noche y de la farándula es muy externo, muy exterior, es superficie, y hay que anclar en lo profundo en cuanto se acaba de currar. Si solo estás en lo externo, la vida es muy sicótica, y de paso, un coñazo».

El disco es una de las mejores propuestas del año. Un tipo de música que no es frecuente, clásica en el fondo y novedosa por alejarse de la mayoría de los patrones que lideran las tendencias. Sara sigue su intuición, cree en lo que canta, sigue sus biorritmos y continúa viajando, como hoy, que está por tierras gallegas, el 12 en la playa de Ereaga a las 19.00, en uno de los txiringuitos, para partir después a Valencia.

Sara cuenta con una preciosa voz, es brillante componiendo y toca el piano cada vez mejor, está estudiándolo, por lo que sigue creciendo como música y como persona. Admirable.