Joseba SALBADOR

LA ORGANIZACIÓN DE LOS GANADEROS, CLAVE ANTE EL FIN DE LAS CUOTAS LÁCTEAS

La desaparición de las cuotas lácteas ha dejado indefensos a los ganaderos ante el poder de la gran industria. En Euskal Herria, su alto nivel de organización a través de las cooperativas y la existencia de una industria propia han permitido esquivar esta situación, aunque el futuro preocupa, y mucho, a los baserritarras.

El sistema de cuotas lácteas, instaurado hace 30 años para limitar los excedentes de producción, levantó en su día las suspicacias de los baserritarras, aunque ahora reconocen que tuvo sus efectos positivos, sobre todo, por el pequeño tamaño de las explotaciones vascas.

Pese a ello, el número de productores ha registrado en la última década un descenso del 57%. Si en 2005 eran 2.131 los ganaderos que se dedicaban al vacuno de leche en Hego Euskal Herria, el pasado año solo quedaban 913, un panorama que puede seguir empeorando en los próximos años.

A juicio de Garikoitz Nazabal, presidente de EHNE-Gipuzkoa, la desaparición de las cuotas ha sido «la puntilla» de todo un proceso de desregulación del mercado que se ha venido impulsando desde Europa, «ya que quieren centrar la política agraria en las ayudas directas y subsidios, en lugar de establecer normas y límites al mercado».

De la misma opinión se manifiesta Jon Agirre, vicepresidente de la cooperativa Kaiku, quien considera que las cuotas ejercían un papel de «contención», algo que ahora ha desaparecido y que ha dejado al mercado sin ningún tipo de regulación. «Ahora son las grandes industrias las que marcan los precios y la recogida, de tal forma que el productor se encuentra sin ninguna defensa», señala Agirre, que también es ganadero.

Pese a que la desaparición de las cuotas lácteas se produjo hace escasamente seis meses, el presidente de EHNE-Gipuzkoa aprecia ya sus efectos y explica que el ganadero ha pasado en poco tiempo a estar mucho más indefenso. «El mercado se ha alterado profundamente –afirma–, ya que ha abierto las puertas a las industrias que quieren jugar sucio y chantajear a los productores, valiéndose de la indefensión en la que se encuentran al tratarse de una materia prima que caduca en 24 o 48 horas», denuncia.

En cualquier caso, el sector vasco de producción de leche de vacuno se encuentra en una posición de cierta ventaja gracias al alto nivel de organización de los ganaderos a través de las cooperativas, lo cual ha posibilitado «un equilibrio en el sector, ya que permite al productor tener mayor incidencia en toda la cadena», en palabras de Nazabal.

Aunque todavía hay productores que venden su leche a las grandes multinacionales como Lactalis o Danone, cada vez son más los que se lanzan a procesar y comercializar tanto la leche como sus derivados bajo su propia marca comercial, al tiempo que otros productores han creado cooperativas para gestionar en mejores condiciones la venta de su producción.

Los ejemplos son diversos, sobre todo en Nafarroa y Bizkaia, pero la cooperativa que más socios agrupa (cerca de medio millar) sigue siendo Kaiku, surgida en la década de los 90 de la fusión de Gurelesa, Copeleche y Beyena, y que produce cerca de 200 millones de litros al año. Además –y este es uno de los elementos que caracteriza el sector vasco– la propia cooperativa Kaiku tiene el 40% del accionariado de Iparlat, cuya planta de Urnieta procesa la leche de todos sus socios, lo que supone casi el 80% de la producción total de Hego Euskal Herria. Esta leche se comercializa bajo las marcas comerciales Gurelesa o Kaiku, y el resto es adquirido desde hace años por un conocido grupo de distribución con sede en Valencia.

El vicepresidente de Kaiku destaca que el hecho de ser parte de Iparlat les permite actuar «con más sensibilidad que la gran industria», siempre teniendo en cuenta que actúan en el mismo mercado, con las limitaciones que ello supone. Pone como ejemplo el hecho de que Kaiku «no hace diferencias» entre grandes y pequeños productores. «En los casos de Gipuzkoa y Araba, por ejemplo, recogemos el 100% de la producción, lo que significa que acudimos a todos los caseríos, por muy pequeños que sean y por muy alejados que estén», algo que también sucede en la zona norte de Nafarroa.

Cubrir costes

En cuanto a los precios que se abonan por litro de leche, los responsables de Kaiku consideran que se está pagando a un precio «digno», lo que les permite, de momento, cubrir costes y, en definitiva, mantener las explotaciones en funcionamiento. Según datos recabados por este diario, muchos de los productores que venden a la gran industria reciben entre 0,15 y 0,20 euros el litro, mientras a los socios de Kaiku se les paga en torno a los 0,35 euros.

Pero si no se toman medidas y los precios siguen a la baja, los ganaderos temen que el sector vasco termine viéndose afectado también por esta situación. «Si en nuestro entorno los precios caen por los suelos, ello creará un efecto dominó que terminará arrastrando también a los que no estaban en una situación tan mala», explica Nazabal.

La desaparición de las cuotas lácteas, además de provocar una caída de los precios, ha hecho que algunas industrias hayan modificado sus rutas de recogida y, de una semana a otra, hayan dejado de comprar la leche a varios grupos de productores de Nafarroa y Araba. Así, el vicepresidente de Kaiku señala que cada vez son más los ganaderos que están acudiendo a Iparlat para que les recoja su producción.

En cuanto a las soluciones que plantean para revertir esta situación, Jon Agirre señala que es necesario volver a una regulación del sector mediante la instauración de un sistema de cuotas o similar, con el fin de regular toda la cadena, tanto la producción como la industria procesadora y la distribución. A su juicio, eso será lo que posibilite mantener un precio mínimo que cubra los costes de producción.

Sobre esta cuestión, Garikoitz Nazabal cree que existen posibilidades «para implantar políticas proteccionistas o poner encima de la mesa elementos de defensa para el productor. Al igual que a cualquier ciudadano –indica–, a la gran industria y a la distribución tampoco se les puede dejar que hagan lo que quieran y que no muestren ningún respeto hacia el productor».

Respecto a las medidas anunciadas esta semana por el Gobierno español, ambos coinciden en que se trata de «limosnas» y «parches». «Las ayudas directas pueden suponer un respiro para las familias que peor lo están pasando, pero no dejan de ser una medida coyuntural y, además, no conocemos su letra pequeña», subraya Nazabal.

En su opinión, «el objetivo debe ser garantizar unos sueldos y unas condiciones de vida dignas, para poder asegurar el relevo generacional». En este sentido, se muestra convencido de que «tenemos que aprovechar esta situación para sacar una lección y perfeccionar el sistema, con el fin de que el ciclo de la leche se cierre en el propio país». Eso posibilitará, según sus palabras, la transparencia del mercado, es decir, «que el consumidor final tenga no solo la garantía de un producto de calidad, sino que ha sido producido en los caseríos del entorno».

 

«Hemen ez daukagu garirik, ez fruta arbolarik, hemen belarra besterik ez»

Hamabi urte besterik ez zituen Ramon Astizek aziendekin lanean hasi zenean. Lekunberri ondoko Arruitzeko jaiotetxean hamabost-hogei bat behi zituzten eta haiekin ateratzen zuten bizimodua, duela hogei bat urte arte.

Ordutik hona asko aldatu dira gauzak. Merkatuko dinamikak bultzatuta, behi gehiago jarri –denak frisiarrak– eta instalazio handiagoak prestatu behar izan ditu Ramonek, esnetik bizitzen jarraituko badu. Arrakasta izan du eta pozik ikusi du –duela bi urte hartu zuen erretiroa– semeek segida hartu diotela aziendekin.

Dena ez da poza, ordea. Esnearen prezioak eta kuotak gorabeheratsuak izaten dira, eta Europar Batasunak kuotak kendu dituenetik, beldur da Ramon. «Merkatu librean geratu gara. Ia ez du inporta esnea kalitatezkoa den edo ez; esne guztiak dira zuriak eta prezioak bakarrik izango du garrantzia. Eta guk gerra horretan ez daukagu defentsarik».

Egoera ekoizle guztientzat okertu da, baina denei ez die berdin eragiten, Ramonek azaldu digun bezala: «Badira baserritar batzuk inbertsio handitan sartuta daudenak eta oraindik ordaindu gabe dituztenak. Horientzako da egoera arriskutsuena. Beste batzuk kredituak itzulita dituzte eta horiek hobeto eutsi dezakete. Esnea zeini ematen diozun ere garrantzitsua da. Guk Kaiku kooperatibari saltzen diogu hamarretik zortzi, nahiko prezio egokian. Beste zati bat gaztandegiei saltzen diegu, baina geratzen dena ahal dugun moduan eta ahal dugun prezioan kendu behar izaten dugu, askotan oso-oso merke; irabazteko ez, ahalik eta gutxien galtzeko baizik».

Izan ere, behiak egunero gobernatu beharra eta egunero jetzi beharra dago. Ez dira makinak, izaki biziak baizik. Eta ematen duten produktua ere, esnea, ez da lantoki batek ekoizten duen pieza hori bezalakoa, biltegian gorde daitekeena erosle egokia aurkitu arte. Esnea egunero kendu beharra dago, ez da stockik egiten.

Deslokalizazioak gertatzen ari ote den ere beldur da Ramon. Andaluzian gero eta esne gehiago ekoizten ari omen dira, eskulanaren prezioa merkeagoa delako eta ingurumen kontuetan ere exijentzia txikiagoa delako.

Beste kontu batek ere penatzen du Ramon. Arruitzen hamabost familia bizi ziren baserritik, eta gaur egun hiru besterik ez dira. Hiru hauek lehen baino askoz ere behi gehiago dituzte, baina besteak bidean geratu dira, baserriko lanetik bizimodua atera ezinda. Landa turismoak indarra hartu du, baina hor ere ez da dena arrosa kolorekoa: bezeroek paisaia politak maite dituzte, baina behien simaurra zapaltzea ez, usaina ere ez. Baserritarren lanik gabe ez dago, ordea, ez barruti berderik, ez behirik larrean.

«Hemen, Kantauri itsasertzean, ez daukagu garirik, ez fruta arbolarik. Hemen belarra daukagu, besterik ez. Erriberan beste aukera batzuk badituzte, baina guk belarra eta behiak bakarrik, eta horrek ez badigu bizitzeko adina ematen, akabo», diosku Ramonek.Gotzon ARANBURU