Itziar Ziga
Activista feminista
JO PUNTUA

Nosotras, vosotras, ellas

La violencia machista es sistémica, pero no homogénea. No todas las mujeres que conviven en un mismo entorno tendrán las mismas experiencias, los mismos desamparos ni las mismas superaciones respecto a esa violencia que trata de apuntalar nuestra subalternidad histórica. Tampoco todos los hombres la ejercerán, validarán o rechazarán de la misma manera. De hecho, cada vez tenemos más aliados, gracias precisamente a nuestra perseverancia y capacidad de tejer redes contra el patriarcado. Hoy más que nunca, vivimos en una encrucijada: algunas gozamos de una libertad inusitada en la memoria de nuestro género, ganada a pulso, mientras otras son maltratadas y asesinadas por machos como parece haber sucedido siempre. Entre todas nosotras hay sublevaciones heroicas, sea cual sea nuestra suerte. Hablo de aquí y ahora: Euskal Herria 2015. El feminismo es el factor de cambio.

En la vida de una mujer pueden darse todos los episodios. Mi aita era un maltratador, desde pequeña presencié como le daba a mi amatxo palizas de muerte. Me han asaltado y me han violado. En una ocasión fue mi exnovia. He mantenido relaciones en las que fui dañada sibilinamente. He sacado a tíos a hostias de los bares porque me estaban molestando. He recibido terapia de recuperación emocional para aprender a vivir fuera de esa violencia que no venía de mí, sino contra mí. He mantenido y mantengo vínculos hermosos. No he renunciado ni a follar ni a salir de fiesta ni a disfrutar.

La única manera en que podemos ayudar a las mujeres que viven aterrorizadas para que se conciban a sí mismas seguras y felices es mostrarles que es posible una vida libre de violencia y seguir trabajando en esa dirección. Desde el feminismo que denuncia pero que también construye, que no hiperboliza el peligro ni se manifiesta en términos bélicos. El feminismo que me salvó a mí y a tantas otras, ese que siempre ha sabido dialogar, incluso discutir consigo mismo. Y del que no nos andamos expulsando melodramáticamente unas a otras como en el patio del recreo.

Celebro que se haya abierto el debate. Amo y necesito el feminismo, nunca me hubiera perdonado no decir nada. Y ya no tengo edad para que cualquiera me haga daño por el simple hecho de que se lo proponga.