EDITORIALA
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Fijarse en las condiciones creadas, más allá de los modelos

Hace poco más de un año, Alex Salmond anunciaba su renuncia al cargo de primer ministro de Escocia. Asumía así la responsabilidad de no haber logrado su objetivo: el apoyo mayoritario a la independencia en las urnas. Tal y como explica hoy en la entrevista concedida a GARA, pensaba que además del valor político de asumir la responsabilidad ese movimiento les abría nuevas oportunidades.

Si bien el proceso escocés se expone, y con razón, como un ejemplo paradigmático de bilateralidad, básicamente porque los términos del referéndum fueron acordados entre las partes, este acto de Salmond es la definición de una acción política unilateral destinada a reforzar su proyecto político. Siendo, tal y como él subraya una y otra vez, un contexto totalmente distinto, este es un ejemplo de a lo que se refiere el concepto «unilateralidad» cuando se utiliza en el proceso vasco.

La renuncia de Salmond fue inesperada. Nadie la esperaba visto el resultado –mucho más ajustado de lo previsto–. Asimismo, la atmósfera general en Escocia era políticamente efervescente y la derrota de los independentistas era a ojos de muchos analistas una victoria política en toda regla. Nadie ponía en duda su liderazgo ni el modo audaz pero equilibrado en el que había gestionado el proceso desde su cargo… Pero tomó una decisión que reforzó la percepción general sobre su talla política y abrió nuevas espectativas tanto para su partido como para el movimiento independentista.

Tenía riesgos evidentes, pero el balance un año después no puede ser mas positivo: la credibilidad política de los independentistas ante la ciudadanía creció en la misma medida que descendía la de los unionistas, tanto laboristas como tories, la transición tranquila del liderazgo a manos de Nicola Sturgeon acrecentó esa credibilidad y el capital político acumulado durante el proceso se capitalizó en terminos sociales y electorales.

Las condiciones objetivas están cambiando

En aquella despedida, a la vez que celebraba todo lo logrado durante ese periodo en términos sociopolíticos –básicamente, una movilización democrática que elevó el nivel de la sociedad escocesa a unos estándares de salud política realmente utópicos para las democracias occidentales–, Salmond asumía que seguramente habría de pasar una generación para volver a tener otro referéndum. Es cierto que dejaba una pequeña puerta abierta: tenía que darse un «cambio en las condiciones materiales», lo que en términos marxistas tradicionales se suelen denominar «las condiciones objetivas».

Un año después, esas condiciones están dadas, y las subjetivas son mucho más potentes de lo que lo eran entonces. La revolución democrática que se vivió en torno al referéndum se ha instalado en la cotidianidad escocesa. Y la demanda de un nuevo referéndum marca la agenda. Políticamente, es un caso de estudio.

En este sentido, no hay duda de que el escocés es un modelo para todas aquellas naciones que buscan democráticamente su emancipación social y política. No hay duda, por ejemplo, de que los catalanes han estudiado los éxitos y los fracasos de la campaña del Yes. En todo caso, es cierto que Salmond no viene a dar lecciones. Pero que desde el respeto y la solidaridad él no quiera darlas no quiere decir que, desde esos mismos valores, otros no debamos intentar aprenderlas. Por mencionar solo una, el desequilibrio de recursos, poder y capacidades con la que los independentistas escoceses afrontaron el reto del referéndum y cómo rentabilizaron sus opciones es un buen ejemplo. Hay muchos otros.

Lo que si resulta ineludible es atender a esas condiciones materiales cambiantes. La prevalencia de una visión profunda sobre la democracia es, probablemente, la más significativa. Teniendo en cuenta Escocia, Catalunya y, aunque se den en otros terrenos, Grecia y el propio referéndum sobre Europa de Gran Bretaña, este es uno de los periodos donde, sin conflictos bélicos o descomposición de bloques de por medio, más referendos va a haber en el contexto Europeo en la historia reciente. Otro síntoma de esta tendencia puede ser, por ejemplo, que si bien históricamente los nacionalistas escoceses han preferido tácticamente destacar su especificidad, ahora incluyan su caso tan claramente en una tendencia y en el contexto general europeo, con catalanes, vascos e irlandeses como alianzas naturales.

Es decir, parece evidente que se pueden abrir el tipo de oportunidades que menciona Salmond, también para los vascos. Y si se hacen las cosas medianamente bien, esa oportunidad puede suponer un gran avance en el proceso de liberación nacional y social vasco.