Iratxe FRESNEDA

Zirriborroak

NNo me gustaría oír que he tratado de asombrar, que pretendo dármelas de moralista, que soy demasiado autobiográfico, que he abierto nuevas vías. No me gustaría oír que es una película pesimista, desesperada, satírica ni grotesca. Y mucho menos que es demasiado larga. Para mí, 'La dolce vita' es una película, que te deja ilusionado, feliz, con ganas de plantearte nuevos propósitos». Ojalá todos los procesos creativos y vitales dieran como resultado el estado de ánimo que describía Federico Fellini en “La dulce visión”, uno de mis libros de cabecera de los últimos años.

Cada frase de esa pequeña recopilación de la mirada de Fellini, me lleva hacía algún espacio creativo del cine y de la vida, esos lugares que, a veces, se nos desdibujan, y que se convierte en un borrador. Precisamente los borradores, son lo que Koldo Almandoz nos muestra, a través de su peculiar mirar hacia la vida y el audiovisual, y que ha convertido en muestrario, de intenciones, de pedacitos de cine y de piezas que, sin querer, se han convertido en obras con el apellido de borrador, pero obras en sí mismas. El proceso creativo al desnudo, observarlo y adentrarse en él para que el espectador disfrute de esos instantes captados en medio de un proceso, en proceso. Seguir la obra puede ser una opción formal, pero también una tarea inteligente para un productor o distribuidor del siglo veintiuno, para reinventar así la figura del productor o productora que “mete mano” a la película, pero dándole otro significado, el de quererla, mimarla y conocerla desde su gestación para poder después moverla, tal y como ha hecho de forma brillante Miren Aperribay con “Loreak”. Los bocetos son importantes, tanto en la periferia como en la “industria” cinematográfica. Aprendamos del ejemplo y planteémonos nuevos propósitos.