Mertxe AIZPURUA
CAUSAS DE LA TARDÍA INDEPENDENCIA FAMILIAR

LA VIVIENDA, MISIÓN IMPOSIBLE PARA LA JUVENTUD QUE DESEA EMANCIPARSE

LA INSEGURIDAD ECONÓMICA GOLPEA ESPECIALMENTE A LA JUVENTUD VASCA, SECTOR EN EL QUE LA CRISIS HA INCIDIDO CON MÁS DUREZA SI ATENDEMOS A LOS DATOS ESTADÍSTICOS. EL DESEMPLEO Y LOS CONTRATOS PRECARIOS SON EL ORIGEN DE UNA CADENA A LA QUE SE UNE, COMO ESLABÓN DURO DE ROMPER, LA MISIÓN IMPOSIBLE DE ACCEDER A UNA VIVIENDA.

El fenómeno general del retraso en la edad de emancipación del nido familiar se agudiza en el caso de Hego Euskal Herria, donde el precio de venta de las viviendas se dispara tanto como el de los alquileres que, además, en el fragor de la crisis ha iniciado una remontada.

No es de extrañar, por tanto, que la emancipación de los jóvenes se produzca a edades más tardías en comparación con los países que nos rodean. Los últimos datos del Observatorio Vasco de la Juventud respecto a Bizkaia, Araba y Gipuzkoa fijan la edad de emancipación a los 30 años, seis más tarde de la que los propios jóvenes considerarían adecuada, y cuatro años más tarde que la media de la Unión Europea, situada en los 26, aunque en países con potentes políticas de empleo esta edad se reduce. Es el caso de Dinamarca, donde los jóvenes se van de casa a los 21. En los últimos años, la juventud del sur también se decanta por el alquiler y esta opción se ha impuesto por primera vez a la vivienda en propiedad, lo que apunta un cambio de concepto en consonancia con la realidad europea.

Lo que no va en tanta consonancia es la cuota que de los ingresos económicos debe destinarse al alquiler o hipoteca de la vivienda. Según los estudios económicos, esta no debería superar el 30% del sueldo, pero en Hego Euskal Herria el porcentaje se eleva al 72%.

El informe publicado por el Observatorio de la Emancipación alertaba ya hace dos años del cambio que suponía la dificultad para dar el paso de salir de la casa familiar e indicaba que, hoy en día, la juventud casi ni se plantea independizarse.

alquiler inasumible

Con un precio medio del alquiler en 732 euros en la CAV y en 490 euros en Nafarroa, es obvio que estas cuantías resultan totalmente desorbitadas si las comparamos con los sueldos de la población que accede a su primer trabajo. Por si fuera poco, el precio del alquiler en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ha subido en el primer trimestre de 2015 un 6% respecto al año anterior, situándose un 44% por encima de la media de precios que registra el Estado.

La opción de comprar una vivienda es todavía peor. Y, a pesar de la crisis y los cambios que se han derivado de la misma, el precio de venta sigue en cifras insuperables. Los datos recabados por el Observatorio Vasco para el Desarrollo Gaindegia en el primer trimestre del año en curso establecen un precio medio de 2.015 euros por metro cuadrado en Hego Euskal Herria. No hay datos para calcular la media en el norte del país, pero en muchos municipios de la costa labortana el metro cuadrado supera los 3.000 euros.

Sucede en Biarritz, el municipio con viviendas más caras de Euskal Herria, donde el metro cuadrado se sitúa en los 4.324 euros. Su área de influencia atrapa a toda la conurbación BAB (Baiona-Angelu-Biarritz), lo que hace que esta sea la zona más cara en nuestro territorio.

En el sur destaca Donostia, con sus casi 3.000 euros por metro cuadrado, y Getxo, donde el precio del metro cuadrado está a 2.663 euros, y supera a Bilbo. La cercanía a la capital vizcaína explica también el llamativo dato del alto precio que presentan las viviendas en Ezkerraldea, una zona en la que el declive económico ha sido patente: en Santurtzi el metro cuadrado se vende a 2.256 euros, y en Portugalete, a 2.036 euros. El interior oferta precios algo más asequibles. Un ejemplo de ello es Gasteiz, donde el precio de venta se sitúa en 1.909 euros.

Constata el informe de Gaindegia que estos no son los precios más altos que ha alcanzado la vivienda en Euskal Herria. El descenso ha sido notable desde el año 2008, cuando empezaron a notarse los efectos de la crisis. En Nafarroa Garaia es donde se ha producido la bajada más acusada y los precios se han reducido en un cuarto de media. Gipuzkoa, sin embargo, es el herrialde donde menos han bajado los pisos, con un 13%.

Un fenómeno complejo

Alfonso Pérez-Agote, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, advierte sobre la complejidad del fenómeno de la tardía emancipación juvenil, ya que, además de la dificultad de inserción en el mercado de trabajo y la baja calidad del empleo, el paso a la edad adulta ha sufrido transformaciones que no duda en definir como «cruciales».

Quien fuera coautor del estudio sobre la emancipación juvenil en la CAV realizado en 2008 para el Observatorio de la Juventud, repara en que para las generaciones anteriores el paso de la juventud a la edad adulta duraba muy poco tiempo y que, además, no tenía marcha atrás. «Para ello había que reunir casa, pareja, trabajo y, al menos, una relativa autonomía financiera. La consecución de estos cuatro elementos se realizaba en escaso margen de tiempo. Hoy es un proceso largo, poco institucionalizado: tener trabajo, tener pareja, tener casa propia, perder trabajo, perder pareja, volver a la casa de los padres, volver al sistema educativo para aprender lenguas, informática, hacer un máster…»

También pesa el precio de la vivienda y –observa– la cultura de la propiedad: «La forma de pensar más extendida es que pagar un alquiler es tirar el dinero, porque no te queda nada después». En definitiva, el proceso de emancipación es un proceso complejo, con toda una serie de elementos interrelacionados entre sí: «edad biológica, proceso formativo, inserción en el mercado de trabajo, acceso a la vivienda propia y, además de características culturales, todo lo relacionado con el sistema de protección pública a la juventud, sea como ayudas a la familia o ayudas al joven con independencia de su familia».

Autonomía e independencia

En su opinión, la emancipación juvenil se da en dos dimensiones diferenciadas: «La autonomía –explica– es la capacidad de vivir según normas propias. Es cierto que dentro de la casa de origen se puede alcanzar una cierta autonomía pactada, más o menos explícitamente, con los padres, pero la plena sólo es alcanzable por la posesión personal o compartida de una vivienda diferente». «La segunda dimensión se refiere a la independencia económica con respecto a la familia de origen. La independencia posibilita la autonomía, pero no es una mera consecuencia», señala. Al analizar la situación de la juventud vasca, hace hincapié en que aquí «la familia nuclear no implica la disolución de las relaciones con la familia de origen», hecho que entronca con el sistema familiar mediterráneo.

«En el caso vasco nos encontramos con que los padres acceden con gusto a mantener a sus hijos hasta edades avanzadas, no exigiéndoles en general contribuir a los gastos de la casa y ayudándoles así en su ahorro para la compra de vivienda. Pero, además, vemos cómo las relaciones con la familia de origen se mantienen de forma importante una vez que el joven o la joven ha abandonado la casa, a través de comidas familiares, suministro de comida y ropa, ayuda económica y otro tipo de atenciones, como cuidado de los niños en su caso».

Una etapa que se alarga

«Por otro lado –añade Pérez-Agote–, es verdad que la juventud, como periodo de la vida de una persona, se ha universalizado, en el sentido que alcanza por igual a todos los sectores sociales y de igual manera a ambos sexos. Y también que se ha alargado este periodo juvenil, sobre todo, aunque no únicamente, como consecuencia de la universalización y del alargamiento del proceso educativo». «Pero además del alargamiento de la etapa de juventud –concluye–se ha producido el alargamiento de la transición a la vida adulta, de la trayectoria de la emancipación. Este último alargamiento se debe de forma principal al desacoplamiento entre los diversos elementos que deben confluir en la emancipación total». Uno de ellos es la vivienda.