Mikel ZUBIMENDI

Para los «tories», la defensa de su política pasa por el ataque a Corbyn

La conferencia anual del Partido Conservador que se celebra en Manchester viene marcada por la dureza de los ataques a Corbyn y por la sombra del «Brexit». Tras «salvar» el referéndum de Escocia y las últimas elecciones que ganaron por mayoría, ese referéndum se presenta para los tories como otro «match-ball».

El mariscal polaco Poniatowski que estuvo al servicio de Napoleón se hizo famoso por basar siempre su estrategia en la máxima de «la mejor defensa es un buen ataque». No son los únicos, pero a los conservadores británicos parece haberles inspirado. A tenor de los discursos de apertura de la conferencia anual de los tories que se celebra en Manchester, uno llega a una conclusión clara: la defensa de sus políticas pasa por el ataque a nuevo líder laborista Jeremy Corbyn.

El primero en abrir el fuego fue el actual ministro de Exteriores Philip Hammond que afirmó que Corbyn «está dañando ya nuestra reputación en el exterior». ¿La razón? Que a diferencia de los tories, la nueva dirección laborista es «débil en el tema del terrorismo», «débil en materia de defensa» y fue más allá al tirar del manual y recurrir nuevamente a la acusación de que «es una amenaza a nuestra seguridad nacional». Se preguntó en voz alta «quién sería capaz de compartir la gobernanza de las Malvinas con Argentina, quién perdona a Rusia por su agresión a Ucrania...» y sin decirlo sugirió la respuesta: «El diablo Corbyn».

Algo que, según su versión, en las cumbres internacionales que tiene con sus homólogos ha hecho encender todas las luces rojas y debilita el mensaje de que «Gran Bretaña está de vuelta y pisa fuerte en el mundo».

No se le quedó atrás el secretario general de los conservadores, Lord Feldman, que acusó a Corbyn de «prometer un mundo en el que no tenemos enemigos» para luego exclamar que «necesitamos defendernos, necesitamos Ejército, necesitamos Trident (misiles nucleares)» y reclamar para su partido la «salvación del país de la ruina» porque ganó las elecciones, dando a entender que si las ganara su rival Corbyn, llegaría la destrucción y el caos.

No obstante, también avisó a los suyos de los graves problemas del partido: una militancia cada vez más vieja, una representación cada vez más clasista y la nula implantación en los grandes núcleos urbanos –una tendencia que los laboristas sí han conseguido revertir–.

Salvar el tercer «match-ball»

Sin embargo, tras haber salvado, electoralmente hablando, dos «match-balls» –por ahora, Escocia sigue siendo parte de la Unión y los tories gobiernan una vez más con mayoría absoluta–, la sombra amenazadora de un tercer «match-ball» recorría la conferencia. El referéndum sobre la permanencia británica en la Unión Europea, que se planteará en términos de «dentro o fuera de la UE», con un «sí o no» como respuesta, previsto para el próximo año copó las conversaciones y la atención mediática.

Resulta paradójico, sin embargo, que Cameron –del que se da por asumido que hará campaña por el «sí»– ha podido encontrar un nuevo aliado: el líder del UKIP Nigel Farage. Cameron tiene motivos para la sonrisa. Entre otras cosas porque fue el meteórico ascenso en popularidad del UKIP y la posibilidad de que este y la tradicional corriente euroescéptica de los tories interactuaran lo que le obligó a convocar el referéndum del «Brexit».

La posibilidad de que Farange sea la «estrella» de la campaña del «no», del «fuera de la UE», que no sea visto como una «opción segura» y su creciente «toxicidad» entre la base electoral de los tories pueden ayudar a Cameron a ganarlo.

Miles de activistas en las calles

Sindicalistas, jóvenes, artistas... activistas de todas las tendencias y colores confluyeron ayer en Manchester para protestar frente a las políticas del Partido Conservador. Alrededor de 100.000 personas se juntaron para exigir el fin de los recortes, de las políticas de austeridad, las restricciones al derecho de huelga sindical, en contra de la reforma sanitaria o la modernización del sistema de misiles nucleares Trident.

Una gran variedad de eslóganes, impresos en carteles producidos en casa o industrialmente en masa, que llamaban a «recortar la guerra y no el bienestar», a «no bombardear Siria» o a «la Divina Desobediencia» se hicieron muy presentes, en un ambiente de camaradería que dio otra muestra de la pujante repolitización que se está dando en aquella sociedad. El cantante Billy Bragg animó el final de la manifestación con sus canciones y sus constantes referencias a «coger el dinero que se va a gastar en Trident y destinarlo a la vivienda» o «a esos recortes tories que nos pondrán de patitas en la calle».M.Z.