A.A.
DONOSTIA

Fallece Chantal Akerman, la cineasta de los márgenes

Lejos del cine convencional, Chantal Akerman centró su mirada en los márgenes, en todo aquello que queda fuera de lo socialmente aceptable, en los límites, en aquello que pasa desapercibido. Estuvo en Donostia en julio de este año, dentro de las jornadas Arrakalatuta.

El de Chantal Akerman es un cine reflexivo, que se para en los márgenes, en cada gesto, para capturar aquello que se le escapa a la mayoría de los mortales. Ayer se sabía que la cineasta belga, nacida en el seno de una familia tradicional judía, fallecía en París a los 65 años dejando tras de sí más de cuarenta títulos marcados por su militancia feminista y en los que trataba, ya en los años setenta, temas como las relaciones sexuales, la soledad y la religión. Aunque algunos catalogaran su cine como “experimental”, en su estancia en Donostia en julio de este año, invitada por Kaxilda y Tabakalera para participar en las jornadas Arrakalatuta, Akerman dejó claro que su estilo nunca estuvo marcado por las modas cinematográficas, pero que no por eso consideraba su cine experimental. «No me gustan las etiquetas, nunca me han gustado», remarcó. En 2004, recibió la Medalla Fellini de la Unesco por su contribución a la difusión y al respeto de la diversidad cultural.

Akerman se consagró como cineasta ya desde su primer trabajo, “Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles” (1975), en la que cuenta la historia de una ama de casa “ejemplar” que se prostituye durante las noches. Su filmografía cuenta con cintas como “La Captive”, la comedia musical “Golden Eighties” (1986), la cinta intimista que compitió en Venecia “Nuit et jour” (1991), “Sud” (1999) –sobre el racismo en Estados Unidos– o “De l’autre côté” (2002), centrado en los mexicanos que cruzan ilegalmente la frontera con EEUU.

“No Home Movie”, cinta que aún no ha sido estrenada, cuenta la llegada de su madre a Bélgica tras huir de Polonia. En Donostia, Akerman contó que sus abuelos maternos murieron en Auschwitz, y que su madre tuvo que dejar sus estudios de diseño para trabajar: «Aquella galería sin aire era una cárcel para ella, pero solo mostró sus frustraciones tras la muerte de mi padre. Un día la llevé a un concierto, y se volvió loca. Me dijo: ‘Me doy cuenta de que yo nunca he vivido’. Eso me marcó mucho».