Ariane KAMIO
MADRID
Elkarrizketa
DAVID ILUNDAIN
DIRECTOR DE CINE

«No tiene sentido que en un sitio en el que supuestamente se vive en democracia se tenga miedo a un film»

Es la primera vez que David Ilundain (Iruñea, 1975) se lanza al largometraje y lo hace con un film de gran repercusión. Quizás no tanto en taquilla, pues escuchar la declaración judicial de Luis Bárcenas pita todavía demasiado en algunos oídos, pero sí entre un público que quiere saber lo que declaró el extesorero del PP ante el juez Ruz. “B”, así se titula lo nuevo del director navarro.

David Ilundain vio la obra teatral “Ruz-Bárcenas” en el Teatro del Barrio de Madrid y, ante el shock que le generó la puesta en escena, se decidió a llevarla al cine. Con un presupuesto realmente bajo y parcialmente financiada a través de una campaña por internet (crowdfunding), adaptó el guion teatral y nació “B”, una película protagonizada por Pedro Casablanc en el papel del extesorero del PP y Manolo Solo como el juez Ruz. Su apuesta –aunque el director afirma que no es valiente– ha generado controversia y miedo, pero sobre todo, ha hecho que cada vez aumente el público que quiere ver el largometraje. Hoy en día se encuentra en 21 salas del Estado; en Euskal Herria se puede ver en Iruñea y Bilbo.

¿Qué es lo que le animó a hacer esta película?

Me animó la sensación que tuve como espectador. La película parte de una obra de teatro anterior, se titulaba “Ruz-Bárcenas”, la escribió Jordi Casanovas y la dirigió Alberto San Juan y fui a verla al Teatro del Barrio, una pequeña cooperativa en el barrio de Lavapiés. Ahí ya tuve, como cualquiera que la vio, cierto shock, en dos sentidos; primero porque era un gran trabajo, había dos actores que hacían que en tres minutos te creyeras lo que veías, que veías a Bárcenas cómo hablaba y a Ruz escuchando todo lo que le contaba; y por otro lado, por el contenido. No es lo mismo que sufras un atraco en la calle, que alguien te dé un empujón y te quite la cartera y el móvil y te quedes en una situación de shock, o que se lo cuentes a un amigo, que por mucho que quieras, no va sufrir ese shock igual que tu. Esa es un poco la diferencia. Los medios nos han contado muchas veces lo que ha ido sucediendo con Bárcenas, pero cuando ves a Bárcenas, porque ese es el gran mérito de Pedro Casablanc, alucinas.

¿Cómo fue el proceso de adaptación del guion del teatro al cine?

Hablé con Jordi Casanovas, el autor teatral. Él vive en Barcelona, yo en Madrid, y cruzamos varios emails y poco a poco fuimos acotando el espacio. Yo tenía una idea al principio de hacer algo más abierto, que no sucediera todo dentro de la Audiencia Nacional, pero finalmente lo descartamos. Creo que Jordi acertó al decir que cualquier cosa que escribiéramos podría resultar inverosímil y sin embargo lo que teníamos era absolutamente real.

Lo que hizo él en primera instancia y lo que he hecho yo ahora en la versión cinematográfica es utilizar el diálogo grabado en la Audiencia Nacional, cuya transcripción se puede encontrar en internet, y de ahí se entresacó el diálogo, las partes que tenían mas peso, y que podías ver crecer la tensión. Ese ha sido el gran reto cinematográfico, hacer una película como... por poner un referente “Doce hombres sin piedad” (Sidney Lumet), que sucede todo dentro de un mismo lugar y que la verdad está en juego y queda sobre todo en manos del espectador. Es exponer de una manera muy cruda pero al mismo tiempo entretenida.

El film se financió en parte a través de un crowdfunding.

Esto es una película pequeña y barata para lo que son los cánones del cine. Lo normal es empezar a hablar de un millón de euros para arriba. Es muy difícil hacer películas por menos de ese dinero. Esta película cuesta bastante menos; cuesta como un cuarto de millón y, sin embargo, nos resultaba muy difícil financiarla a pesar de que había sido un éxito teatral. No hubo ninguna televisión que quisiera entrar en la financiación, y cuando digo ninguna es ninguna, ni pública ni privada, ni autonómica, incluida en este caso ETB, por decir algo. Ninguna apostó por la película y tampoco hubo ninguna institución pública que considerara que éramos merecedores de alguna ayuda.

Estábamos atascados y nos quedaban pocas posibilidades para sacarlo adelante. Hicimos una campaña de crowdfunding, arriesgada porque hablamos de una cantidad alta para un crowdfunding, eran 50.000 euros y conseguimos superarlo. Hubo 596 mecenas, a través de los cuales conseguimos 55.000 euros. Eso fue la piedra para desatascar el camino y de ahí la acabamos levantando con esa aportación, algunas aportaciones particulares y tres pequeñísimas productoras que hemos puesto nuestro trabajo y dinero personal.

Con esos mimbres hemos hecho esta película y estamos muy contentos porque al final ha sido una oligarquía de independencia, nadie nos ha dicho cómo hacerla. Así que está como nosotros hemos querido, ha sido muy bien recibida por la crítica y está siendo bien recibida por el público. Quizás es más problemático conseguir llegar a todas las salas que nos gustaría para que el público pueda verla.

¿En cuántas salas se encuentra en estos momentos?

Arrancó con 16 salas, con algunos rechazos, algunos además inesperados. Sabiendo que era una película pequeña y que no podíamos aspirar a un estreno multitudinario, sí que nos sorprendió que hubiera rechazos en cines independientes o que creíamos que podríamos estar allí. Lo que hicimos fue relanzar una campaña en las redes sociales que se llamó #QuieroVerB, y tuvo buen resultado. Eso tuvo un efecto boomerang y hemos podido conseguir estar en más ciudades. Esta semana está en 21 salas. Sigue habiendo ciudades a las que no hemos conseguido llegar. Estrenamos a la vez que el Festival de Cine de Donostia y no tenemos todavía una copia en la ciudad; ha estado en Bilbo, en Iruñea y en el resto del Estado no hemos conseguido llegar a ciudades importantes, como Zaragoza, Murcia o Toledo, que es una ciudad muy nombrada en la película por una trama concreta y que nos la piden. Seguimos peleando por llegar a todas esas ciudades.

¿Se puede decir que la película ha generado miedo?

Me temo que sí. A mí me molesta incluso cuando algunos me dicen que he sido un valiente. No tiene sentido que a alguien le califiquen de valiente por hacer una película o escribir un libro. Es muy absurdo y, sin embargo, parece ser que es así. Parece que sí hay miedo y hay gente que no quiere saber nada de esta película, cuando sin embargo hay gente que sí quiere verla.

¿La película responde a la necesidad de una parte de la sociedad que quiere que alguien le cuente lo que ha pasado?

Si hay miedo es como una enfermedad democrática. No tiene sentido que en un sitio en el que supuestamente se vive en democracia se tenga miedo a una película. Y una película que está hecha a partir del diálogo grabado en una declaración judicial, con lo cual nadie puede decir “yo eso no lo dije” o “me han manipulado”. Entonces algo funciona mal. Creo que es una necesidad personal, de toda la gente que la ve, que escribe sobre ella y vamos a seguir con el cuchillo en los dientes para que el que todo aquel que quiera verla la vea.

¿Por qué cree que hoy en día no se hacen más películas de índole política?

Supongo que por esto que nos está pasando. No lo sé. Es mi primer largometraje y tampoco es que yo haya sido una persona súper militante ni nada por el estilo a la hora decidir que voy a hacer este tipo de películas. No es una decisión muy consciente en ese sentido.

Probablemente sí soy heredero de algo que venía en marcha desde el 15 de mayo de 2011, el famoso 15M, y todo lo que se ha movido desde entonces y todo el despertar que ha habido desde entonces. En ese sentido sí que podría formar parte de un nuevo debate, de volver a hablar de lo que nos pasa, porque lo que parecía un plácido sueño de repente no era tal y ahora mismo es una pesadilla. Hay que hablar de ello, de todo lo que ha pasado.