Carlos GIL
Analista cultural

Fraude

Las ayudas y subvenciones a las actividades culturales que se vinculan a resultados concretos de audiencias, ventas, número de ejemplares o actuaciones son peligrosas en cuanto muchos de los objetivos marcados en la leyes y reglamentos son de difícil cumplimiento para la mayoría de los beneficiarios. Realizar un número determinado de actuaciones con una obra de teatro en diferentes comunidades, hacer tiradas de libros que superan lo que el mercado puede asumir en siete años, colocar como medida un número mínimo de espectadores para hacer buena una ayuda a la producción cinematográfica son medidas objetivas que parecen lógicas desde la función administrativa pero en demasiadas ocasiones imposibles de cumplir dadas las circunstancias de la exhibición, la distribución y la actividad cultural general.

Se ha hecho pública una investigación policial sobre varios conocidos productores cinematográficos por fraude en los últimos cuatro años falsificando el número de espectadores conseguidos por sus películas. Los nombres que parecen son para ejemplarizar. Pero como esto se lleve hasta el fondo, los disgustos pueden ser muchos y generalizados. No por voluntad de fraude, sino por supervivencia. La inversión se hace en la producción y es la misma si va bien como si va mal. Tener que devolver la ayuda es un paso para la desaparición. Hay que estudiar otras formas de control. Otra filosofía más ajustada a la realidad.