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La alarma va remitiendo en Bélgica y resurge en Túnez

Mientras Bélgica intenta volver a la rutina con la apertura de los colegios y del metro pese a la continuidad del estado de emergencia y cierta sicosis, Túnez vive de nuevo entre medidas de excepción al día siguiente del atentado contra la seguridad presidencial.

Túnez hacía ayer frente al día siguiente del atentado contra la seguridad presidencial, que causó al menos 13 muertos. Doce de las víctimas son guardias mientras la decimotercera estaba sin identificar y podría tratarse del autor del atentado. El Ministerio del Interior señaló que se utilizaron 10 kilos de explosivos en una mochila o un cinturón.

Una célula tunecina vinculada al Estado Islámico (ISIS) se atribuyó el atentado en un comunicado en el que señaló que el joven Abu Abdala al-Tunisi hizo explotar un cinturón explosivo en un autobús «para castigar a los infieles de Túnez». «No habrá seguridad en ese país ni cesarán nuestras acciones hasta que en Túnez se imponga la sharia. Alá es el que vence aunque mucha gente no lo sepa», añadió. El ISIS ya asumió los atentados que costaron la vida a 60 personas en Susa el pasado junio, y en el museo Bardo en marzo.

«El objetivo era romper el proceso democrático de Túnez, (...) el sector del turismo», pero el del martes «fue de otro tipo, porque ha atacado a uno de los símbolos del Estado. Es grave, muy grave», afirmó el primer ministro, Habib Essid.

El jefe del Estado, Beji Caid Essebsi, reunió ayer al Consejo de Seguridad Nacional para tomar «las decisiones necesarias para hacer frente a esta situación». El martes ya anunció el restablecimiento del estado de emergencia, levantado hace menos de dos meses, así como el toque de queda en la capital. El Ministerio de Transporte reforzó las medidas de seguridad en los puertos y solo los viajeros eran autorizados a entrar en el aeropuerto de Túnez-Cartago.

El sindicato UGTT anuló las huelgas y concentraciones previstas para ayer. En cambio, los organizadores de las Jornadas Cinematográficas de Cartago anunciaron la continuidad del festival. El lugar del atentado seguía rodeado, y mientras los investigadores continuaban trabajando en torno al autobús calcinado, la circulación se recuperaba en los alrededores. La tensión fue alta durante la noche del martes y varios periodistas fueron agredidos por policías vestidos de civil que intentaban evitar su presencia en el lugar.

«La vida continúa»

Mientras, Bélgica vivió su cuarto día bajo el estado de emergencia, y pese a la «alerta terrorista máxima» la rutina va volviendo poco a poco a Bruselas, con los habituales atascos en hora punta. Aun así los padres no ocultaban su nerviosismo. «Había decidido no llevar a mis hijos al colegio esta mañana, pero cambié de opinión ayer durante la cena. La vida continúa», comenta un padre que lleva a sus dos hijos. «Uno me ha dicho que no quería recibir un disparo pero le he dicho que había militares para protegerlo, que eso no pasaría», afirma, no completamente tranquilo.

Las autoridades belgas mantuvieron la máxima alerta al juzgar que el riesgo era «serio e inminente». Pero a la vez, decidieron abrir progresivamente las líneas de metro y las escuelas cerradas desde el lunes, eso sí, movilizando casi 300 policías más, que se añadieron al ya gran despliegue. Ante el Liceo francés, soldados vigilaban la llegada de más de 2.000 alumnos.

«No estamos totalmente tranquilas», confesaban Karol y Candice, que acababan de dejar a sus hijos en la escuela de primaria y les han comprado teléfonos móviles para mantener el contacto. Como muchos otros, se preguntan por qué las escuelas abrieron ayer si el nivel de amenaza era el máximo. Otra madre, Nadia, señala que «está todo en calma, pero miramos alrededor. Todo el mundo es sospechoso. Nosotros, los musulmanes, también somos atacados».

Radicalización exprés de un juerguista de Molenbeek

Su retrato es divulgado sin cesar en televisión, buscado por su implicación en los atentados de París, en los que uno de los kamikazes fue su hermano Brahim. Salah Abdeslam sigue huido. Tras una vida de juergas y pequeños robos, conoció una conversión relámpago al yihadismo. El que fuera abogado de su hermano señala que vivía en una familia «abierta y liberal, no centrada en la religión» en el barrio de Molenbeek y tuvo una juventud casi ordinaria. «Les gustaba el fútbol, salían de fiesta, eran bebedores y fumadores, pero no radicalizados», recuerdan sus compañeros. Uno de ellos, asegura que un día llegaron los malos encuentros, entre ellos Abdeelhamid Abaaud, supuesto líder del yihadismo belga. Solo en los últimos meses otro hermano, Mohamed, notó que habían dejado de beber y rezaban un poco más de lo habitual. Ahora Mohamed espera que el cinturón de explosivos hallado en Montrouge signifique que Salah decidió no inmolarse en el último momento.GARA